El día que Los Prisioneros dijeron No
Domingo 5 de octubre de 2008
Por Felipe Rodríguez C. / La Nación Domingo
En marzo de 1988, el trío sanmiguelino anunció que votarían en contra de Pinochet y se desató el conflicto. Tenían pactada una gira de cuarenta shows para promocionar "La cultura de la basura" desde Arica a Punta Arenas. Pero el gobierno les cerró las puertas, con seguimiento de la CNI y amenazas de muerte incluida. A veinte años del plebiscito, ésta es la historia íntima de esos agitados días.
Era el rito del fin de semana. Todos los domingos y desde hace varios meses, Los Prisioneros y algunos familiares y amigos arrendaban una cancha de Departamental para jugar futbolito. El rumor que el trío se juntaba a jugar se expandió rápido y los partidos se disputaban con decenas de fans alentando a sus ídolos. El 27 de marzo de 1988 y, cuando se retiraban de la cancha, Miguel Tapia invitó a Cristián Rodríguez, un ex dependiente de la disquería Fusión, de propiedad de Carlos Fonseca, a un evento especial. Al día siguiente, el grupo haría una conferencia de prensa en el cine El Biógrafo para explicar el tour más importante de una banda local: 40 shows de Arica a Punta Arenas para promocionar "La cultura de la basura" (1987), el disco más experimental de los sanmiguelinos, y que sería el arranque de una gira que, posteriormente, los llevaría por casi toda Sudamérica y México.
La mañana del 28 en El Biógrafo había expectación. Muchos fans, muchos periodistas y un invitado especial: Julio Sáenz, director regional de EMI, la disquera de Los Prisioneros, que estaba en Chile para ver in situ a su nueva gallina de los huevos de oro. Entre galvanos, reconocimientos y graciosas respuestas de Jorge González -"nos caen muy mal Cecilia Bolocco y Jaime Guzmán", dijo-, llegó el final y la pregunta que desató el conflicto. Rodríguez les consultó sobre las elecciones previstas para octubre y que verían la continuidad de la dictadura. Y González, directo como siempre, respondió claro: "En el plebiscito votaremos que No". Un silencio se apoderó de la sala y, a los segundos, cayeron los aplausos de aprobación al gesto del líder del grupo. "Jorge no vaciló. Fue rápido, seco y claro. Creo que nunca pensó que esa opinión tendría una repercusión tan fuerte", recuerda Rodríguez, hoy director de marketing estratégico en el sello Universal.
Al día siguiente, en la portada del diario "Fortín Mapocho", uno de los escasos medios opositores a Pinochet, apareció la frase de González. Carlos Fonseca, el manager del trío, estaba arribando al país desde Perú, lugar donde el grupo tenía una inmensa popularidad y tenía contempladas fechas para los próximos meses. Se había enterado de las palabras del cantante por Mario Navarro, su colaborador, y se enfureció. Sabía que eran vigilados por el régimen militar y que, por esa respuesta, su gigantesco tour se podía derrumbar. Principalmente, porque había antecedentes. En junio de 1987, el bando militar de Victoria prohibió que la banda tocara en esa ciudad. "Dijeron que promocionaban el sexo libre y que atentaban contra la moral y las buenas costumbres", cuenta Mario Navarro, encargado de la logística de las giras y actual dueño de restaurantes en Punta Arenas.
Molesto, Fonseca le dijo a Rodríguez "me dejaste la cagá", pero niega que se haya trizado la relación con el trío. El manager ya se había enfadado con el líder de la banda pocos meses antes cuando éste último exigió que el primer single del disco fuera "Que no destrocen tu vida". Un tema que no era de los preferidos de Fonseca, quien, con su buena oreja radial, prefería "Maldito sudaca". "Me molesté con Jorge porque no esperaba que saliera un tema como ese en los diarios. Pero tampoco era tan raro porque Los Prisioneros siempre tuvieron problemas con lo establecido. Con los años, veo que lo que hizo Jorge fue valiente", cuenta Fonseca. Claudio Narea recuerda que González -quien no quiso hablar para este artículo- y el manager siempre peleaban. Y que esta discusión debe haber sido sólo una más de la lista. "Muchas veces los vi explotando a los dos. Se gritaban de todo y se mandaban a la chucha, pero después se les pasaba y volvían a ser amigos", sostiene.
"ESTÁBAMOS PATOS"
La situación económica de Los Prisioneros tampoco era buena. Nadie tenía auto y se movían siempre en micro o metro. Narea, el único casado, vivía de allegado con su mujer y su hijo en la casa de sus padres; González se había separado recién de Jacqueline Fresard y vivía en calle Beaucheff y Tapia, soltero, también vivía con sus padres. Y los problemas se sumaban. Pese a ser el grupo más popular de la juventud, el grupo no tenía rotación radial -salvo en radio Galaxia-, no los invitaban a la televisión y no tenían ningún auspiciador. "Para el verano del ’88 se hicieron festivales en la Quinta Región con bandas como Aterrizaje Forzoso, Cinema y otras que no me acuerdo que no llevaban juntas ni un 20% del público que teníamos nosotros. Pero los auspiciaba la bebida Free, que era la bebida pinochetista, y los vestían. Y a nosotros nada", sostiene Miguel Tapia.
Los ahorros de la banda se habían esfumado, principalmente, con la renovación de sus instrumentos. Esa era su gran fortuna. "Teníamos equipos que acá nadie cachaba. Y nos habían salido súper caros. Estábamos patos", rememora Narea. Hasta "La cultura de la basura", Los Prisioneros jamás se habían manifestado políticamente. Eran, como bien decía González, un grupo de canciones "resentidas". Pero eran el sinónimo de la rebeldía y el hastío juvenil. Por eso, el gobierno los tenía en la mira. Más aún, cuando en entrevistas -como la del 28 de junio de ese año en el diario "La Epoca"-, el cantante afirmaba que "cuando se vaya Pinochet vamos a hacer una gira como las de Los Ramblers. Claro que vamos a tener como cuarenta años" o ante la consulta sobre si la dictadura tenía cosas rescatables, respondía que "seguro que sí... si vino el Papa y la Cecilia Bolocco fue Miss Universo".
NO HAY VACANTES
Desafortunadamente, las predicciones de Fonseca se hicieron realidad. Esas respuestas enardecían a los organismos de Pinochet. Sobre todo, porque entendían el enorme arrastre popular de la banda. Cuando Mario Navarro comenzó a confirmar los estadios y gimnasios provinciales para la apoteósica gira por Chile, la oscura mano de la dictadura actuó. Y les cerró la puerta en las narices. Los gimnasios y estadios, curiosamente, habían subido sus valores o, en forma imprevista, estaban "ocupados" para las fechas pactadas inicialmente. "La Digeder o los consejos municipales, que eran todos manejados por personas de gobierno me decían que no estaban disponibles o nos ponían unos precios exorbitantes. Fue lamentable porque perdimos mucha plata", dice Mario Navarro. En tanto, Miguel Tapia cree que manifestarse a favor del No desató la furia no sólo de los militares, sino que también de los líderes de Avanzada Nacional. "Todos esos actuales UDI fueron los que comenzaron a bajar los shows. Nos dio lata porque no podíamos hacer lo que teníamos previsto. Pero estábamos acostumbrados a la represión. Siempre tuvimos problemas".
De los cuarenta shows previstos, el número se redujo a siete. Partieron el 19 de abril en el Instituto Miguel León Prado de San Miguel y terminaron en mayo en Copiapó, con el teatro a medio llenar. "Hicimos shows en Valparaíso, San Felipe, Los Andes, La Serena y Copiapó. Y todos en lugares que eran de particulares. El resto de los que eran manejados por el gobierno, no nos pasaron ninguno", indica Navarro.
Con poco dinero en los bolsillos y, también, con escasa comprensión del público respecto a su nuevo disco, los meses para Los Prisioneros se hicieron eternos. Sin embargo, no perdieron la alegría. Emulando a Los Beatles de la era "Sgt. Pepper’s...(1967), Claudio Narea y Jorge González grabaron un delirante corto titulado "Lucho, un hombre violento" (en la imagen de la izquierda, una de las escenas). Allí, Narea -Lucho- y González -Pocho- junto a un grupo de amigos aparecían vestidos como aviadores de la Primera Guerra Mundial, usando máscaras de animales y cantando "El Himno de la Alegría" en un absurdo formato rabioso. Pero la persecución no menguaba. El 19 de septiembre de ese año, la revista "Análisis" traía un pequeño recuadro que se refería a dos artistas amenazados por ser opositores a Pinochet: Osvaldo Díaz y Jorge González. En la revista, el cantante decía que los ataques "comenzaron cuando dimos a conocer nuestro apoyo al No. No me han amenazado directamente, sino a través de mi madre. En más de diez oportunidades la han llamado por teléfono para amenazarme. E incluso le han hecho llegar una carta para amenazarme". Esa vez, el músico interpuso un recurso de protección. Estos ataques no eran nuevos. Miguel Tapia recuerda que durante un show en Arica en 1987 había cuatro vehículos de la CNI esperándolos. "Jorge y Claudio siempre fueron más distraídos, no se fijaban en los detalles. Recuerdo que cuando salíamos me llamaron la atención esos autos que habían. Como que estaba pasando algo raro. Hubo un forcejeo con la gente que andaba con nosotros y, al final, nos fuimos al hotel. Cuando llegamos allá, el productor nos dijo que eran de la CNI".
LLEVE DE LO BUENO
Pese a los escasos conciertos, la fama del grupo no disminuía. En su camino a la expansión internacional, el grupo había firmado con Cristián Galaz, un ascendente videísta que registró el documental donde aparecían en su colegio, para filmar "Sexo" y "Maldito sudaca". El primer tema se registró en la casa de Beaucheff de González e hizo que Galaz se ganara un premio en un festival en La Habana. El segundo, en tanto, demostró el poder de convocatoria del trío. Cuando grabaron en una feria de Avenida Grecia, la gente se dio cuenta que estaban Los Prisioneros y se armó un tumulto. El grupo tuvo que huir antes de ser arrasados por las personas. "Fue heavy. Estuvimos como cinco minutos grabando hasta que se dieron cuenta que eran ellos y quedó la cagá. Tuvimos que arrancar. Eran un fenómeno, pese a que los tenían censurados en todos lados", afirma Galaz.
El compromiso político de Los Prisioneros se plasmó en tres shows a favor del No. Primero en el parque La Bandera, luego en Vicuña Mackenna y el cierre en Departamental. Eso acrecentó su leyenda contestataria. "Teníamos un compromiso como pueblo y me siento orgulloso", cuenta Tapia. "Estaba repleto y la gente gritaba por nosotros. Fue bonito", complementa Narea. Es una historia única. Tan única como su propia música.
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