NO BASTA EL NUNCA MÁS
Por Gustavo Mártin Montenegro
El 21 de diciembre recordamos la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, ocurrida en el año 1907. Las organizaciones sociales y políticas de Chile, que han recordado este horrendo y estremecedor suceso, han gritado a diestra y siniestra: Nunca más.
El gobierno actual de Chile ha hecho lo mismo. Más aún, el Ministro del Interior ha llegado a la zona, bañada con sangre de modestos y esforzados trabajadores, para decir lo mismo: Nunca más. A esto se ha agregado una frase retórica que pide perdón, en nombre del estado, por los "excesos y por la mano dura empleada".
Todo pareciera normal. Pasó la hora, el día y el mes de recuerdos, con arrepentimientos y congojas y todo vuelve a ser como ayer. Nadie puede asegurar que esto no volverá a suceder. No bastan las palabras. Después de la masacre, se dijo muchas veces nunca más, por lo menos así lo podemos constatarr históricamente: hombres públicos, agentes gubernamentales y personeros del clero se constriñeron para lamentar los sucesos, rezar por sus almas y decir ¡Dios mío, nunca más!
La guerra preventiva lanzada brutalmente contra los pampinos de la huelga de los 18 peniques, se repite magnificada el 11 de septiembre de 1973. El nunca más, se había olvido. Las palabras se las llevó el viento. Pasa el día y todo procura olvidarse. Sin embargo, la espada de Damocles sigue colgando sobre la cabeza del pueblo chileno y en cualquier momento, puede de nuevo empezar a cortar cabezas, derramar sangre y provocar dolores incalculables en los familiares de las víctimas.
Obviamente, no basta la retórica. Son palabras que se lleva el viento y que por su paso a través del tiempo, sólo dejan leves huellas que se esconden premetitadamente, con letra chica, en algunos textos de historia, maniobrados interesadamente para dejar bien a los victimarios y conseguir para ellos, después de muertos, el nombre de calles, plazas o edificios.
Si los poderes del estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas, al poder eclesiástico y a la prensa, quisieran realmente un nunca más, deberían administrar una serie de medidas éticas y jurídicas que garanticen, a través de procedimientos legales y ejemplarizadores un nunca más.
Las Fuerzas Armadas de Chile, que han sido históricamente un contingente de chilenos al servicio de los intereses foráneos y de la oligarquía nacional, más que de verdadero servicio a los intereses y preocupaciones del pueblo, deberán ser los primeros en asumir un cambio profundo en su estructura y comportamiento. Desde la llegada a Chile del prusiano Emil Körner, en 1885, que estableció un ejercito de elite y al servicio de las elites, las Fuerzas Armadas han pasado a convertirse en verdaderas guardias pretorianas al servicio de una minoría oligárquica, que se cree con poderes divinos para administrar y dirigir el país. Asesina a ciudadanos y mata a presidentes. Conservando la estructura colonial, fuertemente unida y vinculada al poder eclesiástico, reciben con irrisión y menosprecio esta retórica del gobierno y de las organizaciones sociales del nunca más. De hecho, hoy - no ayer ni mañana - siguen golpeando y humillando a los mapuches y a los pueblos originarios del país, que ocuparon nuestro territorio más de 10 mil años antes que llegaran los peninsulares. Sus tierras arrebatadas por la fuerza o través de engaños inmorales e incorporadas al servicio de minorías inescrupulosas, que se creen los dueños de Chile. ¿Es esto un nunca más? Obviamente que las palabras no sirven.
Para convenir en un "nunca más", sincero, efectivo y estable, los poderes del estado necesitan promulgar inmediatamente, bajo ley de la república, la abolición a la disposición de "la obediencia debida". La constancia institucional, incorporada a la Constitución de la República del castigo ejemplarizador para todos aquellos que comentan actos de terrorismo contra el pueblo, la degradación militar por torturas, asesinado o violación contra los hijos e hijas del pueblo de Chile.
Este acuerdo nacional, capaz de perseguir jurídicamente a los responsables, a sus hijos y nietos, si estos se han constituido en cómplices , debería ser firmado por los representantes de los Poderes del Estado y colgados en todas las reparticiones públicas, incluyendo las reparticiones de las Fuerzas Armadas y de las escuelas, colegios y universidades del país.
Sólo así, podremos vivir en paz y el nunca más, débil y retórico que hoy se expresa en el recuerdo a las víctimas de Santa María de Iquique y a los chilenos desaparecidos y asesinados a partir de 1973, será, realmente, un nunca más.
Gustavo Mártin Montenegro
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