Bachelet dice que 'aquí no puede haber impunidad', pero si eso es lo que hay
Por: Abel Samir / argenpress.info
Foto: La Presidenta Michelle Bachelet en una presentación de bandas militares, en el contexto de la celebración del Día de las Glorías del Ejército. Museo Histórico y Militar. Santiago.(foto: Alex Ibañez - Presidencia Chile)
La noche del 11 de septiembre murió un carabinero de nombre Cristián Vera producto de la refriega contra los jóvenes de una población de la periferia de Santiago (Pudahuel) que protestaban por los hechos del 11 de septiembre de 1973. Se dice en los medios de información (todos en manos de los empresarios que en su época instigaron al golpe de Estado y que hoy lo defienden a brazo partido aunque a veces no son lo suficientemente valerosos para enfrentar públicamente a la opinión) que los jóvenes alzados en la protesta eran sólo una tropa de maleantes. Una forma muy usual de descalificar a aquellos que son parte del pueblo chileno de menores recursos y parientes de muchas de las víctimas que murieron a manos de estos valerosos carabineros que todavía no han enfrentado a los tribunales de justicia por los crímenes del pasado. No se trata de criminales ni nada parecido. La protesta detrás de la barricada es una forma de hacer política, no tradicional, porque la tradicional no nos lleva, por ahora, a ninguna parte.
El carabinero muerto había ido voluntariamente a reprimir a los “vándalos” -expresión usada por él mismo frente a sus compañeros de unidad policial-. La muerte de un ser es siempre lamentable. Uno debe pensar no sólo en el muerto; los que más sufren son sus familiares, especialmente, los hijos y los padres. Pero la muerte de miles de seres ocurrida hace ya 34 años es mucho más lamentable. Y muchos de los muertos -en verdad asesinados a manos de los militares, las bandas fascistas y también a manos de carabineros- fueron vilmente torturados y se les trató de quitar su dignidad de seres humanos al ser vejados de las formas más execrables que puede realizar los llamados seres racionales. Y es mucho más lamentable porque no sólo se trata de un gran número de personas, se trata también de una gran mayoría de gentes inocentes tratadas con tanta brutalidad que hoy parece olvidarse esfumada con la distancia del tiempo.
La presidenta de Chile dice que “aquí no puede haber impunidad”. Y eso es lo que le hemos estado reclamando desde que asumió la presidencia de este país tan olvidadizo, con gobiernos concertacionistas “muy olvidadizos”, sobre todo, de la acción represiva y criminal ejercida por las fuerzas del orden en defensa de los intereses de una parte pequeña de la población que viven en el mayor lujo, al lado de un 54% de chilenos que no superan los 200.000 mensuales, una cantidad irrisoria para vivir en un país en donde un mes de escolaridad, en un colegio de la clase madia cuesta, a lo menos, 150.000 pesos. Y ni que hablar de aquellos pobres que ni siquiera tienen para vivir en condiciones míseras que es también una parte importante de la población y que parece no tener importancia para este gobierno “socialista”.
El 11 de septiembre no es sólo una fecha de protesta contra el golpe de Estado -por lo demás impune-, a pesar de las palabras pronunciadas por la presidenta Bachelet. Impune los criminales, los torturadores, los violadores, los asesinos. Todos ellos que visten o han vestido el uniforme de los institutos armados y policiales, que se supone están al servicio de la Patria. No es sólo esa protesta por todos esos crímenes impunes. Es también una protesta por la pobreza y la miseria de tantos adultos y de tantos jóvenes sin futuro en nuestro país.
No debe haber impunidad. No señora Bachelet. Ya está bueno de seguir protegiendo a la más grande y feroz banda de criminales que ha tenido la historia de este país llamado Chile. Ya es hora de hacer algo para que la justicia, la verdadera justicia, llegue a los más necesitados y a aquellos que sufrieron y que siguen sufriendo por la falta de ella. Ya es hora de que se utilice los beneficios de cobre en mejorar la vivencia de la parte de nuestra población más necesitada. Ya es hora de retribuir en mejor forma a aquellos que perdimos todo: trabajo, nuestra tierra, nuestra familia, nuestras amistades, en fin, nuestro mundo y eso está totalmente impune.
También, ya es hora de disminuir el gasto militar y toda la panacea que se levanta alrededor de la necesidad de más y más armas, que no se necesitan y que al final se emplean para asesinar y oprimir a nuestro propio pueblo. Ya es hora también de que nuestro gobierno sea realmente nuestro, es decir, al servicio del pueblo y no de la minoría rica de este país tan largo y de tantos contrastes económicos y sociales.
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miky mous -