Ricardo Lagos es el cambio climático
9 de Mayo de 2007
por Marcel Claude*
La reciente nominación del ex presidente chileno Ricardo Lagos como uno de los tres enviados especiales de Naciones Unidas para el cambio climático, ha dejado una estela de preocupación respecto de cómo se están enfrentando estos asuntos a nivel de las Naciones Unidas. En primer lugar, habría que señalar que dicha nominación no representa ningún paso eficaz en dirección a evitar el cambio climático puesto que no hay ningún peso político detrás de esta nominación. Es absolutamente impensable que Lagos, siendo un subordinado de Washington y de la Casa Blanca, sea capaz de inducir eficazmente a países cono Estados Unidos para que firmen el Protocolo de Kyoto, menos aún de lograr que lo apliquen. La solución de este problema es un asunto mayor que requiere acumular una gran fuerza política -particularmente contraria a los intereses de Washington- que ningún político funcional a estos intereses como Lagos está en condiciones de lograr. Por otra parte, Naciones Unidas es una organización que, a pesar de sus destacables aportes en beneficio de la humanidad, difícilmente se atreverá a confrontar los intereses de Washington, por lo que la nominación de Lagos, lejos de ser un paso adelante, es más bien muy conveniente para los intereses norteamericanos y muy negativo para avanzar en evitar el calentamiento global. Lagos, siendo un hombre cabalmente insensible a los temas ambientales, se preocupará mucho más de no incomodar a Washington que de evitar el cambio climático.
La pregunta que habría que hacerse es si Lagos se habría empeñado en esta nominación si Al Gore no hubiese obtenido tanto éxito político y fama con su documental sobre el cambio climático que le valió inclusive un premio Oscar. Sin mucha imaginación ni menos aún creatividad, pero, con un enorme oportunismo político, Lagos pretende ser un Al Gore latinoamericano, en su soterrada búsqueda de opacar el liderazgo político que hoy exhibe Hugo Chávez.
A parte de la inutilidad de su nombramiento a nivel internacional, también habría que preocuparse por el daño que provoca en la mente de la gente sana, particularmente de quienes se están formando, el nombramiento en cargos de esta repercusión pública de quienes se han destacado por su frialdad e insensibilidad ante este tipo de problemas. Al respecto, Lagos fue más bien mezquino y maquiavélico. Utilizó de manera sórdida la figura de Adriana Hoffmann para su candidatura presidencial, para después dejarla caer en el descrédito sin el menor sentido de responsabilidad. La Ley de Protección del Bosque Nativo, no tuvo ningún progreso; la Ley de Pesca aprobada en su gobierno le entregó en propiedad privada los recursos pesqueros a los más depredadores (los grupos económicos); nada se hizo en promover energía renovable (clave para evitar el cambio climático); Celco fue aprobado bajo su gobierno y Pascua Lama también. Lagos ha sido majadero en insistir que después de Celco hay un antes y un después, lo cual nunca explica mayormente. La planta que fue aprobada por su gobierno, provocó severos impactos ambientales, antes de la crisis y después de la crisis. No hubo ningún funcionario de su administración que se atreviera a cerrar la planta o a imponerle el cumplimiento de las normas ambientales. El antes y el después de Celco habría que aplicárselo al antes y el después de que Angelini -dueño de la planta- se reuniera con Lagos en la Moneda. Antes había quienes se inclinaban por cerrarla y después nadie se atrevió.
Su nombramiento es una pésima señal, pues se nos está diciendo que la seriedad política no es el camino y que la frivolidad mercantil de quienes viven en la lógica del marketing político y del posicionamiento de imagen, es la forma correcta de actuar. Lagos representa el triunfo de la frivolidad y de la superficialidad política, así como de la desfiguración moral del quehacer público y eso no es bueno para la salud psíquica de una Nación.
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