Fidel Castro, menos secreto
La salud de Fidel Castro sigue siendo un secreto de Estado para las potencias extranjeras y sobre todo para los ciudadanos cubanos. A pesar de todo lo que se ha dicho sobre el seguimiento de la enfermedad, puede ser incluso que lo sea para el propio dictador. Pero gracias a que la medicina cubana ha resultado mucho peor de lo que el régimen castrista proclamaba, y ha tenido que echar mano de médicos españoles, algo hemos aprendido: tras tres operaciones fallidas y diversas complicaciones, su pronóstico es muy grave, según fuentes facultativas españolas.
Nada más anunciarse el pasado julio la enfermedad del dictador y que su hermano Raúl, vicepresidente y ministro de Defensa, asumía temporalmente sus poderes, algunas cosas han empezado a cambiar. Un ejemplo del resquicio que se ha abierto no es obviamente el intento de rehabilitación pública de varios ex funcionarios de la etapa más oscura y estalinista de la dictadura, entre ellos Luis Pavón Tamayo, presidente entre 1971 y 1976 del cruel Consejo Nacional de Cultura y responsable de diversas purgas, sino la protesta que ha provocado. Un grupo de intelectuales críticos, que ha ido creciendo incluso a través de Internet, ha llegado a exponer sus protestas y petición de rectificación al propio ministro de Cultura, Abel Prieto.
Al menos, Cuba está en un proceso de sucesión, ajuste y cambio. No de transición hacia la democracia. Raúl ha empezado a introducir mayor racionalidad en la economía y administración de la isla. Mejor gestor que el comandante y aparentemente menos obsesionado que su hermano con la igualdad a cualquier precio, el líder provisional parece más inclinado a dejar que empiecen a florecer actividades que generen crecimiento económico.
También ha desaparecido la verborrea y la gesticulación hiperrevolucionarias de Fidel, lo que constituye todo un alivio para quienes las han sufrido durante casi medio siglo.
La ayuda del petróleo del presidente venezolano Chávez y los contratos de compra de níquel por China también están contribuyendo a una mejora económica en Cuba. Hoy por hoy, y ante la enfermedad de Castro, no hay tensión social. Todos esperan a que fallezca, aunque políticamente ya ha fallecido.
Cuba ha empezado ya a cambiar. Nada volverá a ser como antes.
El País - Madrid, España
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