Con Chávez siempre se puede
HOY + MAÑANA
Por Hugo Mery www.lanacion.cl
Los dos conceptos clave de la diatriba de Chávez contra Insulza -“virrey del imperio” y “pendejo”- ya los había emitido, con otras palabras, Fidel Castro en mayo de 2005, cuando llamó al secretario general de la OEA “testaferro” de Estados Unidos y “bobito”.
Hay, por lo tanto, una sólida coherencia en el tratamiento que los referentes principales del “eje izquierdista” de América Latina prodigan a este “intruso” que se mete en sus proyectos políticos. La diferencia está en que Cuba no es miembro del sistema interamericano y Venezuela no sólo lo es, sino que ha buscado desempeñar un rol tanto a ese nivel como en el más vasto de Naciones Unidas. Por eso es que ante la invectiva de Castro, el ex ministro no se dio por aludido. Diferentes fueron los alcances de los anatemas de Chávez.
Curiosamente, para uno y otro el incidente sirvió a sus respectivos intereses en política interna. Para el reelecto Mandatario venezolano, desde luego, la ingerencia de la autoridad de la OEA en el asunto de Radio Caracas TV era un factor que había que invalidar, en el contexto de sus planes de avanzar a una república socialista, con (re)nacionalizaciones, partido hegemónico y reelección presidencial indefinida. Para Insulza era una prueba ante América de que la suya no era una gestión irrelevante, y ante Chile de que sus pergaminos de ministro por un decenio se revalidaban a escala internacional.
Pero, en este último caso, la figuración panamericana puede no bastar para un proyecto presidencial. No hay precedentes en Chile de que una carrera de este tipo se proyecte necesariamente hacia el sillón de La Moneda (desde que en 1954 José Maza Fernández se desempeñara como “presidente del mundo” hasta que en 2000 Soledad Alvear empezara, como canciller, a jugar en las “grandes ligas” comerciales).
Insulza debe necesariamente “inmiscuirse” en política chilena con calendarizada regularidad si quiere ser carta para 2010 y así lo está haciendo, aunque debe negarlo, en consideración a su cargo a Bachelet y Lagos.
Como víctima de las iras del chavismo (el canciller Nicolás Maduro dijo que estudiaba pedir su destitución si no se retracta), Insulza se consolida como figura del modelo chileno del “progresismo”, concepto que la Presidenta acuñó en Quito. La de aquél es la situación de un señor político moderado y dialogante -de la “izquierda” latinoamericana con la que se puede tratar, dijo Condoleezza Rice- , insultado por un caudillo que se sale estudiadamente de madre. Las imágenes que quedan son las de un socialdemócrata a la europea que, en definitiva, pertenece al establishment, y la de un comandante que, con todos sus excesos a la caribeña, se atreve a desafiar al gigante de la globalización.
De políticos con la corrección de Insulza ha estado llena la región y muchos que lo apoyaron ahora en la tribuna de la OEA son politicastros que no dan la talla progresista del ex ministro todoterreno.
Líderes disruptivos como Castro y Chávez surgen cada cierto tiempo, favorecidos por circunstancias locales, pero interpretando profundamente a los pueblos de la región, algunos de los cuales logran producir, con irregular fortuna, otras figuras, que protagonizan episodios o que trascienden a su desaparición física.
Cuando el gobernante venezolano desata su artillería verbal -como lo hacía el cubano hasta hace poco-, despliega la exuberancia propia de un pueblo que se considera a sí mismo feliz, el cabeza de serie en este rubro en la región, según encuesta reciente.
Los excesos pueden ser lamentables, pero ¿no hay regocijo de la televisión cuando repite una y otra vez las diatribas de Chávez, con todas sus estudiadas pausas, que preanuncian una inflexión mayor?… ¿Qué sería de la política si sólo hubiese indignados señores como los del consejo permanente de la OEA? Hasta Pinochet y Merino se convirtieron en los enemigos favoritos de quienes podían calibrar sus extraños usos del lenguaje.
El punto es que las dos caras del “progresismo” se necesitan, por una u otra razón. Los mandatarios de Ecuador, Chile, Nicaragua, Brasil, Perú y Venezuela cultivan sus lazos entre sí y hasta el mismo Chávez se permite hacer las paces con Lagos, Alan García y ahora con Insulza –como se atisbó en Quito-, en nombre de sus designios, nacionales y/o bolivarianos.
Menos temperamento para esto tiene el Sr. K., en Argentina, quien, pese a su peronismo revertido, resulta ser el menos dúctil del colegio “progresista” que domina el paisaje regional (aunque su mutis en las ceremonias ecuatorianas pudo tener un motivo plausible en la presencia del Presidente iraní).
Con Chávez parece que siempre se puede tratar, negociar, pelear y hacer las paces, aunque sea hasta la próxima vez.
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