Eduardo Frei Montalva: Es un imperativo moral para Chile esclarecer las verdaderas circunstancias de su muerte
Es un imperativo moral para Chile esclarecer las verdaderas circunstancias de su muerte
El próximo lunes 15 de enero se realizará el seminario “Eduardo Frei
Montalva: Ética y Consecuencia en el Actuar Político”, actividad organizada por la Fundación Frei a propósito de la conmemoración del vigesimoquinto aniversario del fallecimiento del ex Presidente de la República.
El título de este evento refleja nítidamente lo que fue la vida de una de las personalidades más destacadas de la historia de Chile y nada puede ser más oportuno que revisar su legado dado el actual momento que atraviesa la actividad política en nuestro país.
¿Que nos dejó Eduardo Frei Montalva? En primer lugar, la fuerza de sus convicciones. Asumió que la política era una actividad central para el desarrollo del país, definiéndola como “una de las formas más altas de la caridad”. Ese fue su proyecto y el de sus compañeros de generación durante toda su vida. La fuerza de este mensaje radica en su plenitud, porque asumía todas las dimensiones de la vida del ser humano.
Pero para ello se necesitaba que la política fuera de calidad, es decir, concebida como una acción basada en ideales y en ideas, cuya preocupación central era el hombre y su destino, para lo cual valía la pena comprometer lo mejor de las capacidades de cada uno para enriquecer la vida en común.
En segundo lugar, su profundo anhelo de construir una sociedad libre y justa. De ahí que postulara una democracia inspirada en la participación y la integración, que fuera capaz de resolver los problemas que aquejaban a un vasto sector de la ciudadanía y que exijían decisiones claras y soluciones efectivas, con pensamiento y dirección.
En su Gobierno, estas ideas se tradujeron en la promoción popular, a partir de la cual miles de chilenos supieron de su dignidad. Por primera vez, los campesinos, los pobladores y las mujeres sintieron que formaban parte activa e importante de su Patria. Y por primera vez, grandes masas de ciudadanos se levantaron, dejaron atrás la resignación y la impotencia, para abrirse paso y ejercer sus derechos y cobrar el respeto que merecían. Ellos marcharon con Frei Montalva. Lo hicieron en la marcha de la patria joven; en su Gobierno, años duros, pero llenos de humanidad; y también lo acompañaron en el día de su funeral, a pesar de las amenazas y amedrentamientos.
Pero en su profundo amor a la democracia, no sólo habían derechos y libertades. Primero, había deberes y exigencias. Él decía que la democracia nos exige, a gobernantes, parlamentarios, partidos políticos, funcionarios públicos y a todos los ciudadanos, normas de comportamiento enmarcadas en el servicio a la comunidad.
Y es que él creía, en una reflexión que hoy adquiere enorme vigencia, que la política cuando se mueve por intereses y por la ambición de poder es la principal causa del descrédito de esta actividad y termina enviciando a la democracia. De ahí, hay un paso a la erosión de todo el sistema, lo que constituye terreno fértil para el surgimiento de dictaduras o de líderes populistas que alcanzan el poder a través de un discurso rupturista que socava el prestigio de las instituciones democráticas, aprovechándose de la desilusión de la gente.
Por último, quizás la mayor virtud del ex Presidente Frei: su ejemplar consecuencia entre lo que pensaba, escribía y como actuaba, cualidad que mantuvo a lo largo de toda su existencia. Junto a sus amigos defendió con valentía y verdadera pasión sus ideas, incluso en aquellos años en que fueron duramente combatidos cuando ni siquiera se imaginaban que sus convicciones se traducirían en un movimiento de carácter nacional de enorme arraigo popular.
Jamás traicionó sus creencias y se opuso a las dictaduras de todo tipo, sean de izquierda o de derecha. Pagó un alto precio por ello. Primero fue despreciado e ignorado, luego calumniado y amenazado. Finalmente, lo intentaron silenciar cuando centraba sus esfuerzos en unir a las fuerzas democráticas para luchar contra la dictadura. No lo consiguieron. Si bien acabaron con su vida, sus palabras y su figura siguen vivas en el alma de millones de chilenos que aman la libertad y la justicia, y que encontraron en él la fiel encarnación de esos valores.
Hoy es el momento de reivindicar la memoria de este gran estadista de Chile, esclareciendo las verdaderas circunstancias de su muerte. No sólo su familia necesita saber la verdad y que se haga justicia, sino que, al igual que en los otros casos de violaciones a los derechos humanos, es un imperativo moral para nuestro país.
Estoy seguro que pronto tendremos novedades significativas en esa dirección. Como él escribió, la verdad tiene su hora y ésta acallará las voces de quienes obstinadamente intentan minimizar la larga serie de hechos irregulares que se produjeron en los días previos a su fallecimiento e incluso, después de ocurrido su deceso.
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