¡Tengo 15 años y necesito la píldora!
EL DESESPERADO RECORRIDO DE UNA ADOLESCENTE POR LOS CONSULTORIOS DE CINCO COMUNAS DE SANTIAGO
Éste es mi primer reporteo para La Nación. Debía conseguir anticonceptivos tradicionales o de emergencia. Pero recibí un amigable portazo. Gestos severos. Chistecillos de matronas moralistas. Menos mal que no necesito la famosa pastilla. Menos mal que no estoy embarazada.
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Por Andrea Guzmán P.
Consultorio Chacabuco, Santiago Centro
“Te doy la pastilla, pero córtenla con la tonterita”
Mi compañero de reporteo -novio ficticio para esta nota- corta el teléfono celular por el que habla. Intenta una actuación mientras se acercan un par de enfermeras.
“Andre, tranquila, mi mamá no te odia. Entiende, tienen sus diferencias pero…”
Yo pongo cara de pena mientras las enfermeras miran con recelo. También actúo. Hace media hora esperamos a una matrona para que nos facilite la píldora del día después. La idea es recorrer varios centros médicos, para ver si se cumple la última normativa con relación a este medicamento que, se supone, deben respetar los consultorios. En la recepción, la primera instrucción es inscribirse. No tengo nada que certifique mi domicilio, pero de todos modos accedieron a dejarme hablar con la matrona. Ya van 45 minutos de espera. Como ya contaba antes, me acompaña un periodista que simula ser mi novio (huele a Pub Licity pero puede hablar como todo un adolescente en pleno desarrollo hormonal). La matrona nos hace pasar: “5 minutos”, le grita a la recepcionista mientras abre la puerta.
“Yo vengo sólo una vez a la semana, los martes justamente, tuvieron suerte”, nos dice mientras me mira de arriba a abajo. Le contamos que necesitamos la píldora lo más pronto posible, pues tuvimos relaciones sexuales sin protección. “No puedo darte la pastilla, no estás inscrita en el consultorio”. Se queda un segundo en silencio y me pregunta la edad. “Quince -le respondo- y es urgente conseguir la pastilla”. Mueve la cabeza de un lado a otro. “Estás muy chica para tomar estas cosas”. Mi cara sigue siendo de angustia, hasta que accede finalmente a facilitarnos el medicamento. Me pasa una tableta con ocho pastillas, símil de la píldora del día después. “Tómate cuatro ahora y cuatro a la una de la mañana. Y con harta agua porque puedes vomitar. Te doy estas pastillas de pura buena voluntad y sólo con el compromiso de que vuelvas, te inscribas y te controles periódicamente. Esto no se va a a repetir… Ya, y córtenla con la tonterita”.
Bueno, por lo menos vamos bien.
Consultorio Apoquindo, Las Condes
“El alcalde tiene líos morales”
Entro sola al consultorio y me dirijo directo a Unidad Maternal. Una escolar llora desconsolada en la sala de espera, no puedo dejar de estremecerme al verla. “La doctora me va a dar unos medicamentos”, le dice a una de las enfermeras que pasa a su lado.
Pienso que aquí seguro encontraré algo. Me apoyo en el mesón y apenas nombro la píldora me dicen que no existe ninguna posibilidad de ayudarme, que la pastilla no está en el consultorio y que no tiene más datos. Le recuerdo a la recepcionista
que hoy mismo es la fecha en que empiezan las nuevas normativas. La chica se encoge de hombros y me deriva a informaciones. Allí me recibe un guardia de seguridad: “Yo no tengo esa información. Lo mejor sería que fueras directo al Centro Ariztía. ¿Pero, no te hicieron hablar con la matrona?”, me pregunta el guardia que me acompaña de vuelta a Unidad Maternal, y me ayuda a contactarla.
Nombre, carné y unos 10 minutos de espera. Una doctora joven me recibe: “Andrea, en este momento en el consultorio no existe la píldora del día después, el alcalde tiene algunos líos morales con este tema” Pregunto a qué se refiere con “líos morales”. “No lo sé. No importa. En todo caso, es cosa de prender la tele. Yo te recomendaría que corrieras al Hospital Luis Tisné, ahí es seguro que te la darán. Recuerda que tienes que tomarla dentro de las primeras 72 horas después de la relación sexual”. Pregunto entonces si hay otro tipo de anticonceptivo para mí. Me cuenta que estos métodos sólo están disponibles estando inscrita en el consultorio. Son cerca de las 14:00 hrs. y el ginecólogo de emergencia funciona sólo en las mañanas.
Claro, pienso, con gran énfasis en emergencia. Me subo al auto.
Centro de Salud Familiar (Cesfam) Dr. Aníbal Ariztía, Las Condes
“Acá no te sirve”
Siguiendo el consejo del guardia de seguridad que me ayudó en Apoquindo, me dirijo al Centro Ariztía. Subo los escalones hasta llegar a informaciones. Luego de preguntarle por el medicamento, la recepcionista levanta el teléfono: “Aló, Isabel, aquí hay una niñita que pregunta por lo de la píldora”. Después de hacer varios gestos con la cabeza y los “ahá”, “sí, sí”, “okey”, “perfecto” y las demás expresiones que te dejan con los pelos de punta, cuelga el teléfono: “Acá no te sirve, no ha llegado la orden que diga que se acata la resolución ministerial”. Recuerdo, nuevamente, que ya es público que hoy mismo debieran cumplirse las nuevas normativas y ella también repite su discurso: “Sí, pero como te digo, no ha llegado una orden escrita que diga que la podemos dar. Por toda esta cuestión moralista, la gente acá se resguarda y espera que llegue la orden escrita del alcalde”.
Pongo cara de angustia, mientras doy gracias a Dios, Jim Morrison, John Lennon y a todos los santos por no necesitar el medicamento realmente.
“Pero es que es sumamente urgente”, le digo, mientras hago nudos en mi pelo. También me responde que seguramente en el Hospital Luis Tisné podrán ayudarme.
Hospital Dr. Luis Tisné
“26 mil pesos la consulta”
Entramos por el área de urgencia. Subo los escalones segura de que aquí se solucionará el problema, después de todo nos han mandado de varios de los otros lugares donde estuvimos.
El recepcionista de maternidad me hace pasar a un área restringida para hablar con una matrona. “No. Todas están ocupadas, lo siento”, me dice una guardia de seguridad dentro del recinto.
Insisto, explico que tiene que ver con la píldora del día después y que es extremadamente urgente. “A ver, déjame ver si te encuentro alguna”, responde finalmente. La espero, no más de cinco minutos: “Necesitas un dato de consulta antes de ver a la matrona”. Me sorprendo. En ningún consultorio anterior me habían pedido algo así. De hecho, mi cerebro quinceañero aún no internalizaba esa frase. “Bueno, tienes que mostrar tu carné, certificar tu seguro médico y otros datos que te pedirán en la recepción”.
Salgo nuevamente, el recepcionista me explica que la consulta tiene un precio de 26 mil pesos. Este paso es obligatorio. Sin consulta previa, no hay pastilla.
Desconcierto total. Nos mandaron de varios consultorios hasta acá y nadie mencionó esta cuota. “Es que a la gente no le explican. La derivan nomás. Si no pagas, no hay pastilla. Pero de todos modos puedes hacerlo en parte de pago, con cinco días de plazo. A menos que la matrona te la pase adentro, pero eso es bajo su responsabilidad”. Sale otro recepcionista desde el área restringida: “Bueno, si pagas tampoco te dan la pastilla. Acá nunca se ha dado la pastilla, sólo recetas. Convérsenlo ustedes”.
Consultorio San Luis, Peñalolén
“Podrías ir al SAPU”
Decidimos seguir la ruta. Al entrar, me encuentro directo con el mesón de informaciones. El computador está conectado a www.atame.org. Me atiende una chica de uniforme blanco. Verónica. Es paramédico. Luego de explicarle la situación, me dice que irá a buscar los datos.
Mientras espero, aparece una mujer de mayor edad, uniforme rojo y gesto severo:
-Oye, ¿te atiendo?
-No, gracias. Acabo de hablar con la niña de blanco.
-Ah, pero ella no tiene nada que ver acá. Es de odontología. Bueno, ¿necesitas algo?
-Necesitaba ver la posibilidad de conseguir acá la píldora del día después.
-No, ninguna posibilidad.
-Pero la otra niña fue a averiguar.
-No, acá no repartimos esa pastilla.
En eso una enfermera se apoya en el mesón: “Me duele tanto la cabeza”, se queja. La mujer de uniforme rojo me mira de reojo y le responde: “Estarás embarazada po”. Mientras yo pienso que esto es lo más ofensivo y surrealista que me ha pasado hoy.
Por suerte, antes de que tome medidas drásticas de adolescente ofendida, vuelve Verónica con respuestas. “Hablé con la directora del consultorio (que también es matrona), me dice que la píldora estaría llegando entre mañana y pasado. Es que aún no ha llegado la resolución del ministerio con la nueva normativa, antes no se le podía entregar a menores de edad, por lo menos aquí no. Pero podrías ir al SAPU. Bueno, el resto de los anticonceptivos sólo se entregan si estás inscrita en el consultorio.”
Centro de Salud Bellavista, La Florida
“Son órdenes de arriba”
Nos dirigimos al SAPU de Los Cerezos. Error, el SAPU es de atención nocturna, abre a las 17:00 hrs. Las posibilidades se agotan. Lo siguiente es el centro de Salud Bellavista. Hablo con la paramédico del mesón de Informaciones Sector Cordillera:
-“No la estamos dando por órdenes de arriba”.
-“¿Pero, cómo? La ministra de Salud dijo que debía repartirse en todos los consultorios”.
-“No sé esa parte. Sólo sé que la están entregando en servicios de urgencia”.
Ninguna posibilidad de conseguirla en este consultorio. Es la visita más corta que hemos hecho.
Centro de salud Lo Barnechea
“Es una prohibición de la municipalidad”
Segundo piso. Ginecología. Una matrona, copia fiel de Patricia Maldonado, discute a gritos con una mujer de unos 25 años. La guagua que está en sus brazos comienza a llorar. Caos. Parece que no soy muy oportuna, pero llega al mesón una recepcionista que me saca del apuro.
-Necesito averiguar con urgencia si puedo conseguir aquí la píldora del día después.
-“Imposible”. Creo que me salen rayos nucleares por los ojos ¿Imposible? ¿Sólo eso?
-Pero si las nuevas normativas ya están aprobadas. La necesito urgente, en serio.
-“Está prohibido entregarla, de hecho creo que ni siquiera la tenemos aquí”.
-Pero, por favor, ¿cuál es el problema?
-“Es una prohibición desde la municipalidad. Perdona niña, pero es imposible.
Le pregunto si existe algún otro tipo de anticonceptivo que pueda darme. “Tienes que venir cuando estés menstruando. A las 8 am, sólo así podemos dártelos”.
Camino por el pasillo decepcionada y con un exceso de agua mineral, pero encuentro la solución. “Baño mixto”. Entro y, ahora sí, creo que lo he visto todo.
17:30 pm. Fin de la búsqueda: Después de este recorrido, podría sacar miles de conclusiones. Que el sistema de salud público es triste y desesperanzador, que mi país está envuelto en una burocracia penosa y preocupante, que parece que las reformas y normativas nuevas se quedan varadas en el noticiario de las nueve y en los programillas de discusión… Pero no, por ahora sólo tengo una cosa clara: ¡Dios, creo que voy a morir virgen!
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