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Narradora vasca Ixiar Rozas: Toda escritura tiene la condición de inacabada'

Narradora vasca Ixiar Rozas: Toda escritura tiene la condición de inacabada'

7 de Julio del 2006

Una autora ''a la intemperie''

Por  Álvaro Garreaud   -  www.elmostrador.cl

''Me hace mucha ilusión una entrevista para Chile'', dice esta joven autora, nacida en Lisarte, hace 34 años, previo a un diálogo en un café de Bilbao. Rozas habla de su último libro, la novela Negutegia (Invernadero, en euskera), editado este año. Y profundiza en las claves de un argumento que transcurre a orillas del océano, ese otro gran invernadero ''donde crecen espacios y especies exóticas''.


Uno de estos días de junio revuelto, quedé para hablar con mi amiga, la escritora vasca, Ixiar Rozas (Lasarte, 1972). Café Bar Bilbao, son las 6 y media de la tarde y la Plaza Nueva está llena de gente y de niños jugando. Espero conversando con otro amigo, Darío, a que Ixi llegue, pues viene de Guipúzcoa donde ha sido invitada a tres escuelas para hablar de sus libros. De pronto aparece por una esquina de la plaza “Kaixo, ¿qué tal? Me hace mucha ilusión que me hagas una entrevista para Chile”. Ah sí, le digo mirándola de reojo, pero con esto ya te anotas una alubia (un poroto, como le dicen en Chile). Ríe. Bueno, agrego sin darle tiempo, sabes que hay un poeta chileno, Enrique Lihn, del que siempre os hablo, que escribió un poema que se llama Invernadero. Le extiendo La Pieza oscura abierta en la página 36. Ella lee entre el griterío de los niños:

sin duda, este jardín que habla si estuviéramos despiertos; pero entre él y nosotros se levantan los años empavonados del aire que entra al invernadero lleno de vidrios rotos vidriándonos la noche de un bosque inexpugnable

Pedimos un par de copas de vino rioja y comenzamos un larga conversación en la que tocamos detalles de su último libro, la novela Negutegia (2006), editado por Pamiela; de la exigencia siempre presente de una búsqueda formal, sin miedo a las críticas demasiado especializadas; de sus escritoras preferidas: Pizarnik. Lispector, Cixous; de la figura inmensa de John Berger y sus encuentros con él en Italia y España. También de su intención de hacer una presentación de Negutegia en el Gaztexe (casa ocupada) de la plaza Miguel de Unamuno. Veremos si resiste. El tiempo pasó verdaderamente rápido y nuestro entorno quedó de pronto vacío, mientras el cielo de Bilbao tomaba un color extraño. Para mí, le explico, lo primero que me produce la imagen de un invernadero es la de un lugar, una sensación de tiempo, donde crecen espacios y especies exóticas.

-¿Cuáles son las especies que crecen en tu invernadero?

-Yo sabía que tenía que escribir un libro donde crecieran dos especies o dos espacios, la amistad y el amor, un libro que se llamaría Negutegia, que en euskera significa invernadero, pero también calendario de invierno o el lugar donde se guarda el invierno. Al principio sólo sabía que en el mundo de mi novela había mucho mar, que había una isla en el Mediterráneo y que el día 29 de febrero sería una día importante, clave. El libro comienza con una deriva, con una persona, Omar, que está en una isla y que envía una carta a dos amigos para un cita ese año el 29 de febrero en Manarola, en la costa italiana de Cincue Terre. Emine y Dede dejan todo para acudir a esa cita misteriosa.

-La historia se arma a través del viaje de Emi y de Dede, desde Berlín y Barcelona respectivamente, a Manarola donde supuestamente los espera Omar. El último capítulo que se llama Paréntesis abiertos, es el viaje de ellos con Gastone, el barquero, a donde los espera Omar. Allí se enteran de que Omar está preso en aquella isla. Siempre el mar, porque de alguna manera el mar es también un gran invernadero y bajo su influencia, a esa temperatura todos las miradas, las voces y experiencias se igualan. La identidad y la memoria se disuelven en la hermenéutica del mar.

-De alguna forma, mi invernadero es un punto desde donde emergen los distintos acontecimientos de la novela y donde se mezclan con mis propias experiencias: mis años en Barcelona, nuestro viaje a Turquía, la cárcel isla de La Gorgona frente al puerto de Livorno en la costa Toscana, y así muchas cosas más, sobre todo viajes. También existe un plano en que las historias de los personajes se fragmentan, hay silencios y huecos por los que entra el lector y la lectora, para completar la historia. Esto que es muy habitual en los finales, yo intento hacerlo durante todo el libro, desde el principio. De esta manera, tú resaltas la condición de inacabado que tiene toda escritura, la poesía es algo inacabado”.

Un proceso que duró cinco años

-¿Ha sido difícil de escribir Negutegia?

-Sí, ha sido difícil y me ha llevado cinco años. Hay muchas voces participando de la historia, pero ellas no corresponden siempre con los personajes, se mueven entre ellos, y entonces aparece, por ejemplo, Emine contando la historia del abuelo de Omar, que había sobrevivido a un campo de concentración en Alemania y que había vivido la marcha de la muerte. También aparece la historia del abuelo de Dede, que era republicano y que tuvo que huir de Barcelona cuando los franquistas tomaron la ciudad, él escapa por Port Bou. Pero son historias que no tienen un desarrollo lineal, sino que van tejiendo un bucle. Las voces resuenan en la vida de los personajes y siento, que la final, ellas forma el espiral que sostiene a la novela. Hubo un momento en que las historias me acosaban de tal modo que tuve una fuerte crisis, porque eran demasiadas la que venían. Tuve que desaprender ciertos mecanismos y dejarme devenir algo. Realmente espero que Negutegia no sea tan difícil de leer como lo fue de escribir.

-¿Y cómo te sitúas en el ámbito de la literatura vasca?

-Sabes que no soy de la idea de la literatura y las naciones, para mí hay sólo literatura..

Buena y mala...

-Sí, eso es, y no le agregaría más adjetivos. Claro que es verdad que un pueblo o una cultura sin literatura no son nada, claro que en este sentido la literatura en euskera ha dado pasos importante en los últimos años, se publica, se distribuye, no sé si se lee tanto, pero ha obtenido un lugar reconocido. Otra cosa es la suerte que corren los escritores una vez que los estados se hacen cargo de apoyar y subvencionar la literatura. Hay muchas situaciones injustas. En todo caso, a nivel creativo yo no espero muchos libros de escritores en euskera, me siento bastante a la intemperie, más cerca por ejemplo de figuras como John Berger.

-Berger tiene una militancia que nos gusta a nosotros, a nosotros que queremos construir un “nosotros”, y nos gusta porque sabe, en cada momento, donde está, sabe a qué tiene que decir no porque es injusto o anti estético, y sabe cuando decir que sí, sabe por qué y a quienes decir sí. Yo veo la militancia de la literatura así, es una militancia que nace en la periferia, de una actividad bastante solitaria y desde ahí conquista espacios públicos, aunque a veces la conquista no sea más que el espacio para su propia ejecución en la plaza del pueblo.

Quien lea Neguteguia de Ixiar Rozas podrá encontrar allí una narradora singular, de estilo depurado, que juega con los espacios, el misterio y el tiempo. imprimiendo velocidad narrativa a la historia, obligando siempre la lector a participar del sentido. Pero yo discreparía levemente, porque veo en Ixi, además, una poeta. Pero ella no necesita escribir poesía para hacerla, acaso porque precisamente sale de los invernaderos hacia la intemperie, acaso no sea sino éste el rasgo de la buena poesía, acaso porque nos hace viajar sin movernos, como hacen los presos. Reproduzco su hermético final:

“Todo es espacio siempre todo es tiempo entre la tierra y el mar y qué importa la memoria si es arena, si son arena los cuerpos, arena dentro de arena como la nada en un vacío lleno de arena, una línea en el mar para cerrar el círculo con una cuerda imaginaria, para dejarlo abierto como en los orígenes. O al igual que cuando todas las palabras que quieren pronunciarse entran en el silencio”.

Ixi poeta. Me gusta imaginarla así, escribiendo y moviéndose en la oscuridad, durando un espacio, apareciendo en un tiempo, acercándose a mirar por los vidrios rotos.

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