PUERTO RICO: NUESTRO SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.
SOCIALISMO DEL SIGLO XXI:
PUERTO RICO: NUESTRO SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.
Por Juan Mari Brás.
Hablar de socialismo para el Siglo XXI es una idea que tiene razón de ser. Sobre todo en el Caribe y la América Latina. La región del mundo donde el socialismo ha comenzado a renacer es la del Caribe y América Latina. Ese renacimiento se irradia ahora desde un triángulo estratégico que apunta claramente su diversidad; Cuba, Venezuela y Bolivia.
La característica primaria del nuevo socialismo es la ausencia de vaticanos que dicten las rutas táctico-estratégicas desde centros de poder fuera de los límites nacionales de cada país.
En este Caribe nuestro, y sus dos archipiélagos, el de las Antillas Mayores y Menores, fue donde los conquistadores europeos levantaron la Babel moderna, impuesta por el tráfico de esclavos, el colonialismo más persistente y las pugnas que mezclaron durante siglos los intereses y objetivos de imperios y corsarios. Pero al mismo tiempo, fue en estos mares donde surgieron piratas benefactores de los nativos y los primeros libertadores de la América Nuestra.
De este conjunto de contradicciones surgieron en la segunda mitad del Siglo XX, los dos polos opuestos de nuestros movimientos de aliento popular. Estos fueron precisamente en las dos islas de las Antillas Mayores que han sido las últimas colonias de España en América: Cuba y Puerto Rico.
La Revolución Cubana, nacida el 26 de julio de 1953 y triunfante el primero de enero de 1959, abrió el camino del socialismo en América. Fue un proceso autóctono de profunda raíz en la propia historia revolucionaria de luchas de ese pueblo. Comenzó con las guerras de independencia libradas durante el siglo XIX contra el decadente y temerario imperio español.
Por otro lado, el estado libre asociado en nuestro país fue creado en 1952. Fue resultado de una componenda entre los aspirantes a reformistas nativos con el imperio de Estados Unidos. Éste mantuvo durante todo el siglo XX una faena continua para convertir al Mar Caribe en su mar imperial, siguiendo el patrón de los Romanos con el Mediterráneo. Así, el ela se convirtió en la respuesta yanqui a la Revolución Cubana en esta región.
En ambos polos caribeños de la época de la Guerra Fría, la cual no siempre fue tan fría por estos lares, se incurrió en equívocos retóricos en las constituciones de la Cuba Socialista y del estado libre asociado en Puerto Rico. En lo sustantivo, son obvias las diferencias establecidas en ambos regímenes. Vamos primero a lo retórico.
Los cubanos decían en el preámbulo de su primera constitución socialista: “APOYADOS en el internacionalismo proletario, en la fraternal amistad, la ayuda y la cooperación de la Unión Soviética y otros países socialistas y en la solidaridad de los trabajadores y los pueblos de América Latina y del mundo…”. Pero más adelante definen con cabal integridad lo siguiente: “DECLARAMOS nuestra voluntad de que la ley de leyes de la República esté presidida por este profundo anhelo, al fin logrado, de José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.” Y esta declaración, que es de carácter sustantivo, prevaleció sobre la equivocación de ubicar en el texto de la constitución el apoyo de la Unión Soviética como uno de los pilares de su carta magna. Cuando colap só la Unión Soviética, Cuba no siguió el rumbo de los países del campo socialista de Europa. Pudo sobrevivir por esfuerzo propio, y manejarse en períodos especiales sumamente difíciles hasta alcanzar la consolidación plena del país y de la Revolución.
En Puerto Rico, el equívoco ha ido más allá de la mera retórica. Esto dice el preámbulo de la constitución del estado libre asociado: “Que consideramos factores determinantes en nuestra vida la ciudadanía de los Estados Unidos de América y la aspiración a continuamente enriquecer nuestro acervo democrático en el disfrute individual y colectivo de sus derechos y prerrogativas; la lealtad a los postulados de la constitución federal; la convivencia en Puerto Rico de las dos grandes culturas del hemisferio americano...”.
En Cuba se obvió el exceso retórico con la eliminación de una oración en el preámbulo de su constitución. Y se asumió la admonición Martiana, retomando el carácter autóctono de su Revolución. En Puerto Rico, el incondicionalismo colonialista llevó a pretender elevar a rango constitucional la fidelidad absoluta a una ciudadanía ajena a nosotros, que nos fue impuesta por encima de la voluntad de los representantes del pueblo puertorriqueño en el momento de la imposición, y cuya vigencia no ha añadido un ápice de derechos a nuestro pueblo y ha operado únicamente como freno a la voluntad libertadora de los puertorriqueños.
El resultado neto es ya obvio. La Revolución Cubana se ha consolidado e irradia su extraordinaria inspiración hacia toda la región del Caribe y el continente suramericano. El estado libre asociado de Puerto Rico no solamente se ha estancado en sus aspiraciones de crecer hacia una autonomía mayor, sino que va camino del colapso. Seguir dándole vida artificial a ese engendro de una componenda mal habida en los primeros años de la Guerra Fría es condenar a Puerto Rico a convertirse en vertedero de los peores chanchullos en la última mitad del Siglo XX en el Caribe.
Ya no hay espacio para nuevas lucubraciones autonomistas y muchísimo menos de carácter anexionista o de buscar integraciones con Estados Unidos. Esto lo comprobará la historia, que es implacable en sus enseñanzas.
Los socialistas debemos agruparnos políticamente en camino a lo que será la meta victoriosa de la América Nuestra en esta nueva época: el socialismo del siglo XXI. Ahora, más que nunca antes, tenemos que juntar independencia y socialismo en una sola aspiración de futuro. Será, ciertamente, un socialismo bastante diferente al que se conoció en el siglo XX bajo la hegemonía soviética. Será resultado de un novedoso conjunto de fuerzas sociales y políticas. Será un socialismo resultado de una alianza estratégica entre los trabajadores asalariados, los pequeños y medianos empresarios y aun grupos del sector bancario y el comercial importador, del empresariado puertorriqueño.
En la última parte del siglo XX señalábamos en nuestras tesis políticas los socialistas boricuas que no debíamos buscar alianzas con la burguesía criolla porque ésta había perdido su carácter nacional y al reducirse a ser únicamente importadora, era aliada incondicional del imperio. Eso ya no es así.
La burguesía bancaria y la importadora de aquí andan buscando “más amplios horizontes”. Y éstos están en la América Nuestra. El ALCA propuesto por Estados Unidos a los países del hemisferio les abrió algunas compuertas a varias capas de las poblaciones caribeñas y latinoamericanas. Muy pocas, por cierto. Pero en todo caso, a los empresarios puertorriqueños lo que les ha hecho el ALCA es cerrarles la exclusividad que tuvieron bajo el ela en el mercado de Estados Unidos. Dicho sea de paso, también fue muy poca, pero suficiente para prender la ilusión de que nuestro “mercado común”, que nunca llegó a ser común de verdad, les aseguraba el progreso y bienestar de la ciudadanía americana.
Ahora es el ALBA, que originan Cuba, Venezuela y Bolivia, el diseño continental con mayores posibilidades de expansión. Probablemente entrarán en él Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Panamá. Podrá ampliar su influencia a varios países adicionales, sobre todo en aquellos pueblos de nuestra región donde se anticipan este año cambios dramáticos en sus regímenes actuales.
Los trabajadores asalariados irán buscando aquí alianzas y solidaridades donde éstas son propiciadas por aspiraciones comunes y complementarias.
Está bien que dirijamos las miras a establecer una estructura económica fundada en el trabajo diestro y especializado que convierta a Puerto Rico en un verdadero centro de alta tecnología en el Caribe, con un hemisferio entero para la expansión de la industria, el comercio y las finanzas de aquí. Para eso necesitamos reclamar poderes. Y en esa necesidad coincidimos unos y otros. Por eso estarán en orden las alianzas tácticas y estratégicas correspondientes.
Hay que subrayar, en esa misma dirección, que hace falta, mucha falta, el intelectual colectivo que sólo puede proporcionar una colectividad de orientación socialista que se abra a todas las alianzas convenientes y posibles, pero manteniendo siempre nuestra identidad ideológica. Esta es, sin duda, que sólo la independencia nos proveerá los poderes que necesitamos para avanzar. Y sólo con una orientación socialista es que la Independencia será funcional en este país. Lo demás son ilusiones. Dejemos a los que las cultivan que se vayan convenciendo según transitan por las realidades del mundo. Y hagamos nosotros lo que nos corresponde: Ni colonialismo, ni neo-colonialismo: soberanía plena sin cortapisas: ALBA SÍ; ALCA NO. Echemos atrás las fórmulas gastadas de la vieja Europa. Busquemos inspiración en las nuevas luchas americanas que se inspiran en l as gestas de épocas pasadas, como las Bolivarianas en América del Sur; las Martianas y Betancinas en Las Antillas y que en nuestro suelo patrio han mantenido la resistencia por siglos. Ahora tenemos la oportunidad de pasar de la resistencia a la ofensiva, para hacer aquí, con nuestra lucha incesante, el Puerto Rico al que todos aspiramos.
Nuestro socialismo del siglo XXI será muy amplio. Estará abierto a todas las corrientes que van trazando el rumbo del mundo por la vía de la diversidad y no del calco de fórmulas ajenas. Deberá ajustarse al nivel de desarrollo de nuestro pueblo y a las formas y sustancias más perdurables de nuestra cultura nacional. Sin xenofobias ni encerronas chauvinistas. Pero con firme asidero en nuestra idiosincrasia y echando a un lado los modismos y esnobismos que nieguen nuestra propia naturaleza. Será un socialismo ajustado a nuestra adhesión a los principios fundamentales de la democracia. Éstos se recogerán en un sistema participativo de toda la población en los múltiples procesos que conducen a las decisiones más importantes que afectan a toda la sociedad. No meramente en la mentira del voto recortado y mutilado por la corrupción y la incompetencia de políticos de o ficio y mercaderes de las comunicaciones. Se abrirá a la participación, dentro del mismo socialismo, de todas las corrientes filosóficas y religiosas que fluyan naturalmente en el país, sin negar ni afirmar ninguna de ellas. Evitará todo asomo de caudillismo, pero sin negar la necesidad de promover el liderato auténtico de quienes se hagan merecedores del respaldo general por sus actos, más que por sus dichos.
Será, en síntesis, un socialismo al nivel de la nueva humanidad que queremos impulsar desde nuestro propio punto de Partida, que es —y lo será por siempre— la patria puertorriqueña, que es la única que tenemos y queremos retener.
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