La cuenta en la uña
En la última edición de la revista El Periodista La cuenta en la uña
Escribe Luis CASADO
Yo viví los resultados de la tarde del 15 en medio de una ruidosa y bullanguera reunión de chilenos y franceses en París. Ninguno de nosotros pudo votar, visto que los ciudadanos que residimos afuera estamos despojados de todo derecho. De modo que en medio de los vivas a Michelle y los gritos tan comunes en Francia y tan acallados en Chile que van de “Se siente, se siente, Allende está presente”, pudimos responder en las entrevistas a la prensa, la televisión y la radio gabachas “que sí, que esta vez sí dejaríamos de ser uno de los raros países del mundo que ignora a sus compatriotas que viven fuera del terruño. Michelle se comprometió a legislar al respecto, y nosotros le creemos a Michelle”. No sólo nosotros. Los millones de chilenos que le dieron una amplia mayoría también creen en ella. Desde la elección de Michelle los medios de comunicación del planeta no paran de hacer cuentas destacando que en este momento sólo seis mujeres dirigen sus respectivos países en el mundo. Lo que no dicen, o lo dicen apenas, es que adversarios y partidarios les llevan la cuenta en la uña. Este escrupuloso escrutinio no es nuevo. La Thatcher, que no se conmovía por tan poco, lo sufrió estoicamente durante los once años que estuvo en el poder. Y fue también el caso de Indira Gandhi en la India y de Benazir Bhutto en Pakistán. De las tres mencionadas, Thatcher y Gandhi fueron líderes de extraordinaria fuerza intelectual y política mientras Benazir no logró imponerse y finalmente fue alejada del poder mediante trucos constitucionales no muy democráticos. En fin, para que me comprendas, de las dos primeras se cuentan historias. De Benazir casi puras calamidades. Michelle seguramente beneficiará en los primeros meses de lo que suele llamarse “el período de gracia”, esa especie de entreacto político durante el cual todos retienen la respiración para mirar con atención y nadie osa juzgar con severidad lo obrado. Pasado el período de gracia, opositores y seguidores empezarán a pasar la cuenta. Cada cual adoptará sus propios elementos de juicio y medirá y evaluará según sus propias expectativas. Desde ese punto de vista, querido lector, no escapa a tu sagacidad que lo que dirá Sommerville no tiene porqué ser idéntico a lo que pensarán en su día quienes hasta ahora han sido tratados como la última lenteja del paquete. Esos que según el Cardenal sufren la “escandalosa” distribución del ingreso, se endeudan para estudiar, disponen sólo de empleos precarios, tienen dificultades para beneficiar de servicios de salud dignos de ese nombre, reciben una pensión miserable, en fin, tu me entiendes, tu me. Por mi parte, después de haber constatado con preocupación las evidentes similitudes entre los programas de los dos finalistas de la elección presidencial, constato que Michelle goza merecidamente de unos cuantos a priori favorables. Yo formulo votos para que Michelle ejerza desde el inicio toda su fuerza de carácter para que el ejercicio de su gobierno favorezca a los desposeídos, a los damnificados del modelo. Se suele decir que las decisiones claves de cada gobierno, o se toman al principio, o no se toman. Yo, que nunca he abdicado mis derechos ciudadanos, también me propongo llevar la cuenta en la uña. Sin ser ni más ni menos escrupuloso ni puntilloso que en el pasado: Michelle pide ser considerada con el mismo respeto y evaluada con los mismos parámetros que un varón. Amén. Una decisión que a mi juicio merece retener toda nuestra atención es la nominación del ministro de hacienda. Los tres gobiernos de la Concertación (y el FMI) designaron en su día a personeros que debían darle confianza a los mercados (y al FMI). A ver si esta vez el ministro que debe velar por los piticlines de todo el personal es alguien que le da confianza a quienes crean la riqueza con su trabajo. Como te decía, esa cuenta la voy a llevar en la uña.
0 comentarios