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Centros Chilenos en el Exterior

"Apuntes en el tren"

"Apuntes en el tren" Es otoño en esta parte del mundo. El calendario pasa de estación en estación, como sus números que pasan y vienen como los trenes recorriendo el rail de los días.

Se va octubre. ¡¡¡Como pasa el tiempo!!!  Prácticamente sin darnos cuenta.

 Sé que hay un día más, o uno menos, eso depende del punto donde nos ubiquemos en los números del calendario y el de saber que rumbo tomar cuando van cayendo los días.

 De una cosa se está cierto. Siempre estaré y andaré correteando el tiempo. Infaltablemente. Una cosa u otra. Una puerta u otra. No falta por donde andar corriendo.

 Lo último. La historia de mi pasaporte. Ir y venir. Reclamar protestar. Enojarse y denunciar...trámites...tramitar...

 Me recuerdo cuando niño, en el patio de mi escuela, o ese otro, de la casa familiar, cuando jugábamos al " Vende Huevos". Ese juego que consistía llevar de un lado a otro a alguien que iba a preguntar por huevos:

 -¿Vende huevos...? -  Era la pregunta que se hacía. La respuesta no tardaba en venir. Hasta escuchar un evasivo y esquivo:

 -A la otra esquina...- Y se tenía que seguir corriendo hasta encontrar al que vendía huevos.

 40 años, y algunos muchos más, han pasado desde ese significativo juego. El y los vendedores de huevos siguen viviendo una alargada e incansable vida. No se han agotado y no son especies en vía de desaparición.

 Hay si, una gran diferencia, entre aquellos años y los de ahora, la del modernismo. La del Net. Donde todo se dice y se hace aparentemente más rápido y con mucho menos de pérdida de tiempo. El tiempo es oro, dicen. Eso sí, pese a todo, aún ellos, los vendedores, siguen vigentes.

Los hay de aquellos que " venden " pasaportes, documentos y certificados. Otros que solicitan esas mismas cosas. También hay los que "olvidan". Todos ellos de una forma u otra te envían a la otra esquina. A la otra puerta, a otra ventana, a otro día, a otra semana, otro mes y no falta el que te hará volver al año siguiente o enviarte a la punta del cerro. Sin olvidar tampoco los de nuestras famosas comisiones.

En una de ellas, la de los exonerados políticos, llevo esperando desde agosto de 1999, una respuesta a mi demanda...pese a los infaltables e innumerables  papeles que a cada momento piden, una y otra vez.

Mientras haya " compradores de huevos " que lo permiten seguirán existiendo. Y nosotros los chilenos, golpeando de esquina en esquina.

90 días. 3 meses es la demora  o el tiempo que debes esperar, para que te den una cita, para solicitar un pasaporte  en el Consulado de Chile, en el país de los relojes. A ello agregas 5 a 6 horas de viaje. Un día hábil de trabajo perdido, solo para presentarse y otro, si otro para ir a retirarlo, si no lo olvidan, un mes después,

 ¡¡¡Cuatro meses por un pasaporte!!!  Y en un mundo, que se dice  va más rápido que su propia sombra  y dentro de un país moderno...como el nuestro.

Pero somos chilenos. Afortunadamente chilenos. Desgraciadamente cuando nos tramitan o ignoran que existimos nos envían a comprar huevos a las esquinas de la burocracia...esas esquinas siguen siendo bien chilenas y nosotros también chilenos.

En 18 horas se está en Chile.  En 1800 se puede tener nuestro pasaporte. ¡¡¡Cuanto cuesta ser, creerse y sentirse chileno acá afuera!!! ...y no tan de afuera, tampoco...

Menos mal que el tiempo va más rápido que nuestros " vendedores de pasaportes nuevos". Ya pasó octubre. Dentro de su calendario, entre reclamos y quejas pude obtener, por fin, mi famoso nuevo pasaporte. LOTERÍA...y en menos de un mes...

Ahora puedo viajar tranquilo, esperando no tener, una especial bienvenida en el aeropuerto santiaguino, tan propensos a preguntas y comentarios diversos cuando observan tu pasaporte y te miran de arriba abajo como si fuéramos extraterrestre u especie de humanoides, como nos llamaba un almirante. Es la rutina en Pudahuel, al final no es nada cuando te sacuden sentimientos y te abren las sombras del pasado.

 Lo principal, pronto estaré caminando por las calles y veredas de mi añorado Valparaíso, y de ese Chile alejado y lejano, que tan solo se siente cerca, cuando el avión pasa sobre el Aconcagua y cuando divisas esa larga columna vertebral de las montañas andinas y un poco más lejos, la gigantesca masa de agua del Océano Pacífico.

Es en ese momento. Ese preciso momento que te dices bienvenido a Chile...tu propio país.

Faltan unos pocos días. Tan solo unos pocos días para salir a encontrarte y tú salgas a encontrarme, para abrazarte, para besarte y desahogarme de una larga y angustiosa espera.

Chile, pese a todo, pese a tus esquinas...te quiero.

                                Mario González V.

 

                                Ginebra

 

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