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El caso del general chileno Carlos Prats

El caso del general chileno Carlos Prats Por: Eduardo Palma Moreno (RIO NEGRO ON LINE)

Juan Gelman, el gran poeta argentino, escribió: 'Es difícil reconstruir lo que pasó, la verdad de la memoria lucha contra la memoria de la verdad. Han pasado años, los muertos y los odios se amontonan, el exilio es una vaca que puede dar leche envenenada, al menos algunos parecen alimentados así'.

Es en este contexto en el que quiero recordar las 'Memorias' del general chileno Carlos Prats González, asesinado en su exilio junto a su esposa el 30 de setiembre de 1974 en Buenos Aires, un año después del cruento golpe de Estado de Augusto Pinochet. El nombre completo de la obra es 'Memorias. Testimonio de un soldado' y fue publicada en Santiago de Chile por la editorial Pehuén en 1985.

A través de sus páginas podemos informarnos sobre que había nacido en Talcahuano en 1915. Luego de una carrera militar impecable, fue designado comandante en jefe del ejército de Chile en las postrimerías del gobierno demócrata cristiano del presidente Eduardo Frei Montalva. El momento era crítico: en pleno ejercicio de sus derechos, en libertad y democracia, el 4 de setiembre de ese año (1970) el pueblo chileno, en un acto electoral de ejemplar desarrollo, elegía presidente de la República al doctor Salvador Allende, apoyado por una combinación de partidos de izquierda que formaban la Unidad Popular y cuyo programa trazaba un camino de transición al socialismo. Esto resultó intolerable para la administración norteamericana de Richard Nixon, la Internacional Telegraphan Telephon (ITT), las transnacionales mineras Anaconda Cooper Mining y Kennecott. Fue entonces que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) inició su accionar sedicioso bajo la férrea dirección del Pentágono y del Departamento de Estado.

En el interior del país, los sectores golpistas, motivados por la propaganda desestabilizadora y los millones de dólares llegados desde el gobierno estadounidense, iniciaron su marcha sin retorno de destrucción y muerte. Los resultados de tal accionar empezaron a emerger mucho antes de lo previsto. Los facciosos apelaron a todo: desde el desabastecimiento de los alimentos básicos hasta el asesinato a mansalva: había que impedir la elección de Salvador Allende en el Congreso. La primera víctima fue el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el general René Schneider. El atentado fue instigado por el general golpista Roberto Viaux y llevado a cabo por sus subordinados León Cosmelli, Julio Bouchón y José Mendoza Garay. Detrás del escenario y del telón de fondo, la CIA, sus agentes, sus métodos y sus dólares. Esta maniobra fue denominada por la organización como 'Track two'.

La tarea que le esperaba a Prats no era nada fácil. Allende lo designó ministro del Interior, ministro de Defensa y vicepresidente de la República. Pero la situación se tornó insostenible. Pese a las profundas transformaciones sociales y económicas (nacionalización del cobre, de las materias primas básicas y de la banca, profundización de la Reforma Agraria, etc.) y del aumento de la votación en las últimas elecciones parlamentarias, los conflictos se agudizaron: el país se dividió en dos grandes fracciones irreconciliables.

Frente a este hostil panorama, Prats renunció y recomendó a Augusto Pinochet para sucederlo en el cargo. Ahí aparecía el 'pequeño gran traidor', como escribió en cierta oportunidad Carlos Fuentes, el gran narrador mexicano. El golpe de Estado se llevó a cabo días más tarde. El presidente Salvador Allende expresó su último mensaje al pueblo de Chile y luego se suicidó. Con este acto, como señala Tomás Moulián, salpicó a Pinochet para siempre con su sangre. Esa fue su primera marca, su huella indeleble.

Cuatro días más tarde, en la madrugada del 15 de setiembre de 1973, Prats abandonó el país y viajó apresuradamente hacia la República Argentina: los agentes de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional) lo buscaban afanosamente para asesinarlo. En este país trabajó como gerente de Relaciones Públicas de la empresa Cincotta, ubicada en el barrio Palermo.

Pero esto sólo constituyó una distracción momentánea para sus perseguidores. Tomando conocimiento de esta situación, Prats y su esposa decidieron radicarse en España, pero ya era demasiado tarde. Los pasaportes nunca fueron entregados por la cancillería chilena y el 28 de setiembre de 1974 el agente de la Dina, el norteamericano Michael Townley, colocó un aparato explosivo debajo del automóvil de Prats. Dos días más tarde, a la 0:50, cuando el matrimonio llegaba a su casa, Townley hizo detonar el explosivo a través de un control remoto. Murieron instantáneamente.

Además del agente estadounidense, se comprobó la participación directa del terrorista Enrique Arancibia Clavel, que fue condenado a cadena perpetua en la Argentina. Sin embargo, hace algunos días fue liberado por la Justicia, favorecido por una norma derogada conocida como el '2x1', que permite salir antes del tiempo impuesto a los internos que tardaron más de dos años en ser condenados. Mientras tanto, en Chile, los responsables intelectuales de este asesinato -Pedro Espinoza, Raúl Iturriaga Neumann y Manuel Contreras- están recluidos en una cárcel cinco estrellas (cabañas individuales, tevé, salón de juegos, cancha de tenis...) especialmente construida para ellos. Hermoso final de una desencantada película.

Hugo Fernández Moreno, filósofo y poeta, concluyó una notable obra referida a la Justicia con esta memorable frase: 'La Justicia es una ficción creada para tranquilizar la conciencia del género humano: sólo la memoria es real, por la posibilidad de permanecer en el tiempo'.

Eduardo Palma Moreno (Escritor y magíster en Ciencias Sociales Aplicadas).

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