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HABLA EL OBISPO AUXILIAR DE SANTIAGO, CRISTIÁN CONTRERAS:

HABLA EL OBISPO AUXILIAR DE SANTIAGO, CRISTIÁN CONTRERAS:

“Sentí dolor, impotencia y rabia al constatar el sufrimiento causado por Karadima”.

Por : Mónica González en Actualidad y Entrevistas

Publicado: 20.07.2011

Enviado por Ciper Chile

Nunca habló hasta ahora de los abusos del sacerdote Fernando Karadima. Y eso que el obispo Cristián Contreras jugó un rol central en la hora cero del capítulo negro que se incubó en la Parroquia El Bosque y que ha remecido a la Iglesia Católica. Porque fue él quien recibió en 2005 a la doctora Verónica Miranda, la esposa del principal denunciante: James Hamilton. De allí saldrían las dos primeras declaraciones que dieron inicio a la travesía. Aquí cuenta cómo fue ese proceso, qué factores propiciaron la impunidad, qué errores se cometieron y qué se debe hacer para sepultar a los Karadima en ciernes.

Hasta ahora nunca había querido hablar del capítulo negro de la Iglesia Católica chilena: los abusos sexuales y psicológicos del sacerdote Fernando Karadima. Y tenía y tiene mucho que decir. Porque el obispo auxiliar de Santiago, Cristián Contreras Villarroel, tuvo un rol central en la hora cero de las denuncias contra Karadima. No sólo porque conoció de muy cerca la salida de Juan Carlos Cruz del Seminario, propiciada por el círculo de Karadima. Fue en 2005 cuando la esposa de James Hamilton, la también doctora Verónica Miranda, acudió al Arzobispado para contarle la verdad de lo ocurrido entre el ex párroco de El Bosque y su esposo. Poco después recibiría al doctor James Hamilton y meses después el ex presidente de la Acción Católica de El Bosque estampaba su primera denuncia formal contra su director espiritual por 20 años ante la Iglesia. Lo que ninguno de los tres sabía es que lo que venía sería una larga travesía con muchos obstáculos antes de que la investigación adquiriera fuerza y llegara finalmente al Vaticano.

Cristián Contreras vivió desde muy cerca lo que la iglesia hizo y no hizo en este proceso. Y aprendió a morderse la ira y la impaciencia. Pero todo lo que hizo y experimentó lo vivió entre su pequeño círculo, uno que lleva la impronta del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Y es que el obispo Contreras se ha esmerado en cultivar el bajo perfil. Y lo ha conseguido. Tanto por la forma como ejerce su magisterio, por cómo y dónde vive, además de su lenguaje sencillo, muchas veces la gente se engaña. Porque Contreras conoce los vericuetos del Vaticano y de su doctrina. No exhibe jamás su titulo de doctor en Teología Dogmática de la Universidad Gregoriana de Roma, y tampoco se viste con los diez años (1992-1999) en que fue Oficial de la Sagrada Congregación para los Obispos del Vaticano y también “Capellán de Su Santidad” (1996).

Su tesis doctoral -”La realidad del pecado y la misión de la Iglesia. Un estudio en los documentos pastorales y doctrinales de la Conferencia Episcopal de Chile 1962-1990″- es muy probable que le haya servido en estos últimos años. Aunque ahora lo más seguro es que tendría que reescribirla. Porque en momentos en que el ex párroco de El Bosque se ve cara a cara con sus denunciantes, Contreras analiza lo ocurrido, admite errores, resalta lo que según él hizo bien la iglesia y saca lecciones para sepultar a todos los Karadima en ciernes que se ocultan en distintos vértices de una Iglesia en plena ebullición.

-¿A cuáles de los acusadores de Fernando Karadima conoció usted?

A Juan Carlos Cruz y al doctor James Hamilton. A Juan Carlos lo conocí en 1985 cuando era seminarista de primer año. Yo estaba recién ordenado sacerdote, vivía en la parroquia de Lo Barnechea y acudía dos veces a la semana al seminario que por entonces estaba en Puente Alto. Era un curso muy grande con cerca de 50 seminaristas. Y resultó que con Juan Carlos coincidimos una vez en la micro y ahí nos fuimos conversando. Me pareció un joven espontáneo, cercano, con capacidad de establecer relaciones humanas. Después, en 1987 y 1988, el Cardenal Juan Francisco Fresno me pidió ir a trabajar al Seminario con el equipo de formadores que lideraba el padre Juan de Castro como rector. Ahí compartía día a día con los seminaristas, entre ellos Juan Carlos. Él tenía gran confianza en su director espiritual, don Vicente Ahumada, con el Rector el padre Juan de Castro y también conmigo.

-¿Qué le contaba Juan Carlos sobre El Bosque?

-Recuerdo lo doloroso que fue para él una amonestación pública en la parroquia El Bosque por su conducta de apertura hacia otros seminaristas y sacerdotes. Se estimaba que no era apropiada para la imagen que él tenía que proyectar y que constituía una falta de lealtad al sacerdote Karadima. Eso es lo que recuerdo a la distancia de más de veinte años. Juan Carlos tocaba guitarra, cantaba, era alegre, pero al parecer esas conductas no eran vistas como convenientes para la imagen que debía dar, según los paradigmas del sacerdote Karadima. Recuerdo que llegó muy afligido. Lo conversó conmigo y ciertamente antes con el padre Juan de Castro.

-¿Fue una ayuda Juan de Castro para Juan Carlos Cruz?

Sin duda. El padre Juan era también psicólogo y conocía muy bien el alma humana. Falleció en junio de 2007. Tanto él como don Vicente Ahumada, sacerdote excepcional, fallecido el 2003, lo ayudaron como auténticas figuras paternas. Lo mío era más bien una relación fraterna. Yo tenía 28 años y tres de sacerdocio, y Juan Carlos, 22 ó 23 años.

-¿Cuándo dejó de ver a Juan Carlos?

En septiembre de 1989 partí a Roma. El dejó el Seminario a comienzos de los ‘90. Ya en abril de 1991 me escribió a Roma una carta en que me contaba sus primeras experiencias periodísticas. Me dolió su salida del Seminario. Pero en mis visitas a Chile siempre nos encontrábamos para conversar de lo humano y lo divino. También de las cosas que conocemos: la personalidad del sacerdote Karadima, la poca libertad que él sentía para actuar. Sin embargo, nunca me habló de abusos de índole sexual. Con todo, el contexto era muy doloroso para él y para quienes lo escuchábamos.

"Estoy Esperanzado, aunque con

 dolor y vergüenza"

-¿Juan Carlos no le dijo de su identidad homosexual?

Lo hizo muchos años después cuando ya vivía en Estados Unidos, es decir, después de 2000. A las personas se las asume como son. Además lo conozco, sé que es una persona transparente y muy creyente y conozco a su mamá. A Juan Carlos siempre lo he considerado como un hermano menor.

-¿Y cómo llegó a usted James Hamilton?

-Su esposa Verónica vino a conversar conmigo enviada por un sacerdote. Agradecí y agradezco hasta ahora su confianza. Era una persona muy adolorida. Ella hizo un recuento de la situación que estaba viviendo con su esposo. Eso ocurrió en mayo de 2005. Y le dije que para que se ordenara en su relato, lo expusiera por escrito.

- ¿Le contó en 2005 toda la verdad sobre Karadima?

El mismo relato oral lo puso por escrito a los pocos días después. Trataba de la situación de su esposo con el sacerdote Karadima y de su situación familiar. Era su verdad. Y yo anhelaba internamente que su situación matrimonial pudiera ser restaurada. A eso quería apostar.

-¿Era la primera vez que usted escuchaba hablar de los abusos sexuales del padre Fernando Karadima?

Sí. El primer testimonio directo de abuso sexual que escuché y de la relación mantenida durante años con esa familia.

-¿No lo había escuchado como rumor?

No. Había escuchado comentarios de una conducta impositiva que afectaría la libertad de sus dirigidos espirituales. Y le dije a Verónica que una denuncia como esa debía hacerla su esposo porque era la persona directamente involucrada. Yo me ofrecí para escuchar su relato y orientarlo. Y así fue cómo después de algún tiempo escuché por primera vez el relato del doctor Hamilton.

-¿Quiero que me diga usted, padre, qué le pasa cuando escucha que otro sacerdote que conoce y supongo respeta, ha abusado de la forma como lo relata Hamilton y su esposa? ¿Qué sintió?

Dolor, impotencia y rabia muy grandes al constatar el sufrimiento de personas causado por comportamientos de un sacerdote. Fernando Karadima era visto por sus seguidores como “el” modelo de vida sacerdotal. A él lo conocía como persona pública, admirada por sus discípulos, pero también con muchos críticos al interior de la comunidad eclesial. Nunca tuve una relación personal con él.

-¿Su afecto y respeto no estaban comprometidos?

Así es, aunque afecto y respeto no debieran inhibir a nadie en situaciones tan conflictivas y traumáticas como es saber de eventuales abusos sexuales. Personalmente encontré que el relato del doctor Hamilton era muy coherente a la vez que muy adolorido. Y sentí un padecimiento muy grande por lo que él estaba viviendo, por las consecuencias que le estaba trayendo a su vida personal y matrimonial. Le dije que era él quien debía poner por escrito su relato y debía hacer una declaración ante el promotor de justicia del Arzobispado, independiente de la causa matrimonial. Esa declaración la hizo en enero de 2006, ante el padre Eliseo Escudero, promotor de justicia. A partir de ese momento comenzó a escribirme correos electrónicos o me llamaba por teléfono, porque quería saber cómo iba la causa, pero yo no tenía ninguna competencia ni injerencia. También nos reuníamos a conversar en la casa parroquial donde habito cada vez que lo sentía angustiado. Al padre Escudero a veces lo veía en la Curia, pero por varias razones, entre ellas un asunto de pudor, no le preguntaba…

-¿Un pudor que hoy día calificaría cómo?

De respeto y confianza en la institucionalidad. No correspondía que la autoridad presionara. Por otra parte nunca tuve con el padre Eliseo una relación de mayor cercanía y confianza.

¿Actuaría de la misma manera hoy?

Es difícil responder eso. El promotor de justicia tiene que ser enteramente libre, entonces si yo hago una pregunta o si llamo al Tribunal Eclesiástico para saber cómo va una determinada causa matrimonial, puede ser visto como una injerencia por parte de una autoridad eclesiástica. Y los tribunales y los promotores de justicia tienen que actuar con absoluta independencia. Y cualquier pregunta que uno haga, podría ser juzgada como un intento de influir ante ellos.

-Cosa que sí pasó en este juicio, como sabemos hoy. Porque lo han confesado los propios protagonistas.

Si se refiere al juicio de nulidad matrimonial, sí. Así lo reconoció arrepentido el presbítero Francisco Walker al haber comentado oralmente con el entonces párroco de El Bosque que habría en la causa matrimonial del doctor Hamilton una señalación de abuso sexual por parte del sacerdote Karadima. Antes, yo mismo le sugerí al doctor Hamilton algunos nombres de abogados del Tribunal Eclesiástico para que vieran su causa. La comunicación entre nosotros continuó hasta el año 2009. Para mí también era muy difícil escuchar sus demandas pues no tenía respuestas operativas a ellas.

-Es difícil entender que un obispo no tenga capacidad operativa frente a un relato de abuso sexual. La acusación de Hamilton es de una crudeza increíble, sórdida, y había otros jóvenes en El Bosque que podían estar pasando por lo mismo…

Creo que eso es parte del aprendizaje que me deja este caso en lo personal, también a todos quienes trabajamos en el Arzobispado. Para eso estamos implementando cambios en esta materia. En lo operativo esta dramática situación debía ser derivada al promotor de justicia, y por eso animé al doctor Hamilton a hacerlo. Se trataba del primer testimonio de una historia de muchos años. Hasta entonces, por lo que conocía y conozco, no habíamos tenido otras denuncias formales. De todos modos, en el caso del doctor Hamilton, pensé que lo que podía ofrecerle como sacerdote era más bien la escucha, la atención a un hombre roto por dentro. Paralelamente a eso pensaba que la institucionalidad del Arzobispado estaba funcionando, es decir, el trabajo del promotor de justicia y también la investigación que estaba llevando adelante el Cardenal Errázuriz… Creo que ahí, quizás en la primera conversación que tuve con él, debí haber clarificado que mi ánimo era ayudarlo sacerdotalmente, motivado por constatar el sufrimiento de su esposa que quería restaurar su vida matrimonial. Me hubiera gustado ayudarlo a salvar su matrimonio.

-Pero no lo aclaró.

Efectivamente, y eso creó en él expectativas.

"Se que el Padre Juan de Castro

 fue el primero en emitir un

 informe acerca de El

Bosque. No sé que fin tuvo ese

informe"

-Que usted no pudo satisfacer.

Así es. Sin embargo, hice varias cosas en relación a su situación. Por ejemplo, cuando él me plantea todo el asunto que ocurrió en el Tribunal Eclesiástico en mayo de 2009, por la causa de nulidad eclesiástica, puse el grito en el cielo…

- …Cuando hubo una filtración de los testimonios por parte de un sacerdote miembro de ese tribunal al grupo de Karadima. O sea, cuando se violó el secreto del proceso eclesiástico.

Efectivamente, porque si hay algo doloroso -y la gente confía en la Iglesia- son los relatos dramáticos de sus vidas matrimoniales. Esos deben permanecer siempre en el secreto de oficio. En su causa matrimonial fue una señalación que se hizo al entonces párroco de El Bosque. El doctor Hamilton me lo comentó y en ese momento se aceleraron muchas cosas. La misma investigación interna trató de aclarar lo que allí ocurrió porque fue gravísimo. Eso fue en 2009. Paralelamente llegan otros testimonios y eran coincidentes, aunque no en la materialidad de los hechos, pero sí en los paradigmas del abuso, sobre todo de conciencia.

-¿En algún momento Juan Carlos Cruz habló con usted y le contó más en detalle por lo que pasó en la parroquia El Bosque?

Cuando él vino a Chile a declarar, en 2009, lo hizo con mucha decisión. Fueron años que esperábamos su testimonio en la Cancillería del Arzobispado. Tiempo después también declaró formalmente José Andrés Murillo, a quien no conocía, hoy sí, y le tengo admiración por lo que hace en su Fundación. Y luego Fernando Batlle, que fue el último en declarar, en abril de 2010, a quien no conozco.

-Pero finalmente la institucionalidad no estaba funcionando en la Iglesia.

Estaba funcionando, pero de acuerdo al tiempo en que llegaban las declaraciones formales, que se aceleraron en mayo de 2009 con la revelación del relato del doctor Hamilton en su causa de nulidad eclesiástica.

-Se violó el secreto de un proceso para intentar desacreditar a los acusadores.

Distingamos. Una cosa es el proceso de nulidad matrimonial del doctor Hamilton, donde el mismo presidente del Tribunal Eclesiástico reconoció su error y renunció como tal, y otra cosa es el proceso contra el sacerdote Karadima por abusos sexuales incoado ante el promotor de justicia. Este seguía una línea paralela, independiente del proceso de nulidad matrimonial. Y ahí no hubo filtración de nada ni intentos de desacreditar personas. El padre Escudero, lo supe por una entrevista de él a CIPER, estaba haciendo un trabajo acucioso y, en ese sentido, yo creo que la institucionalidad del Arzobispado estaba funcionando. De hecho, desde 2006 cuando el doctor Hamilton declara ante el padre Escudero, el Arzobispado debió esperar hasta fines de 2009 e inicios de 2010 para las declaraciones de Juan Carlos, José Andrés y después se acercó el abogado Fernando Batlle. Efectivamente pasaron tres años, pero no había nuevos testimonios. Y esto avanzó gracias a la constancia de dos sacerdotes de la Cancillería, los padres Hans Kast y Oscar Muñoz, que siempre contaron con mi apoyo para contactar a los jóvenes mencionados y actuar como notarios.

-Los abusos de Karadima pudieron haberse detenido antes. Ya en 2006, cuando el Cardenal Errázuriz lo saca de párroco de El Bosque, aunque mantiene intacto el control sobre ella y la Unión Sacerdotal…

Cuidado con la premisa de esa afirmación. Porque la primera denuncia formal es la del doctor Hamilton, firmada a inicios del 2006. No tenemos noticias de abusos sexuales enmarcados en el período entre 2006 y 2010, años en los cuales se hizo la investigación.

Contreras saca lecciones: como el

cuidado que debe tener con 

"grupos eclesiales revestidos de

aparente piedad... que al final

han resultado ser depredadores

de la vida y de la fe de personas

jovenes".

-¿No sacaron a Karadima de párroco por las denuncias de abuso sexual que ya lo afectaban?

En 2006 el Cardenal Errázuriz ya conocía lo relatado por Hamilton. Y además del hecho objetivo de trasladar de parroquias a sacerdotes que llevaban muchos años en ellas, no me cabe duda que el Cardenal tiene que haber informado al sacerdote Karadima, al menos de palabra, de la denuncia en su contra.

-Usted ya era obispo auxiliar de Santiago ¿Le comentó usted al Cardenal Errázuriz los hechos que le relató Hamilton y su esposa?

Así es.

-¿Por qué?

Porque el doctor Hamilton al hablar conmigo estaba confiando también en la institucionalidad del Arzobispado y porque yo creía en su relato.

-Cuando se lo informó al Cardenal Errázuriz, ¿estaban solos o también estaba presente el otro obispo auxiliar, Andrés Arteaga?

En el Arzobispado existe un consejo de gobierno que en ese tiempo estaba compuesto por tres obispos auxiliares, incluido Andrés, el canciller y dos vicarios episcopales. Las cosas se conversaban ahí abiertamente. Y las veces que se comentó esto fue cuando el Cardenal tomó la resolución de seguir adelante con estas denuncias.

-¿Llevó la acusación de Hamilton contra Karadima al consejo de gobierno del Arzobispado cuando usted recibió el primer testimonio, es decir en 2005?

No. Debía llevarse al promotor de justicia, porque ese es el canal institucional. Es más, en esta situación fue el Cardenal Errázuriz el primero en abordarlo en el consejo de gobierno.

-¿Se inhibió usted de hablar por la presencia de Andrés Arteaga, que era director de la Unión Sacerdotal de El Bosque?

Conozco a Andrés desde 1979, año de su ingreso al seminario. Tenemos la misma edad. Siempre lo admiré por su inteligencia y capacidad pedagógica de hacernos fácil materias filosóficas difíciles. Ante él no me inhibo.

-El Cardenal ha dicho que no recibió a los denunciantes porque no creyó en la veracidad sus acusaciones, principalmente en virtud de quien era la opinión autorizada que tenía a su lado: Andrés Arteaga. No fue usted la persona que más influyó. Ahora, cuando ve la explicación que da el Cardenal públicamente, ¿no piensa “por qué no hice tal cosa”?

Yo hice todo lo posible, pero no me corresponde hacer públicas mis gestiones… Animé al primer denunciante a iniciar el camino formal de denuncia y traté de tender un puente entre las personas que yo conocía para que desde un punto de vista humano pudieran sentirse acogidas

-Pero eso no pasó…

No pasó. El Cardenal lo ha lamentado públicamente.

-No estamos hablando de un simple error personal del Cardenal Errázuriz, porque lo que no hizo, lo que finalmente permitió, afecta negativa y muy profundamente a la Iglesia Católica de Chile. Porque el Cardenal era el jefe de la Iglesia. Entonces, hay errores personales que provocan mucho daño. Este es un caso.

Ante todo dos precisiones: el Cardenal no era el jefe de la Iglesia en Chile, era el arzobispo de Santiago. Y fue él quien envió los antecedentes al Vaticano. Pero es cierto y reconocido que toda esta infausta situación ha dañado personas y de paso a la Iglesia de la que son parte James Hamilton, Juan Carlos, José Andrés y Fernando Batlle. Soy consciente de ello. Ha dañado mucho. Gracias a Dios, la fe y religiosidad de la gente no se resienten, por lo menos, esa es la experiencia que se ha visto en Semana Santa de este año 2011 y en los miles de jóvenes de Chile que asistirán a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, junto al Papa Benedicto XVI. Obviamente todo lo que ha ocurrido tendrá que ser conversado ampliamente al interior de la Iglesia, con la participación de laicos y de profesionales expertos. También ha sido muy bueno y providencial el hecho de poner al día el protocolo de 2003. Un protocolo que indica que ya no habrá ninguna cosa de este tipo, de esta gravedad, que sea para uso interno, confidencial o privado. Estamos diciéndole a todos: este es el modo cómo la Iglesia procederá ante las denuncias de abusos sexuales y de ministerio.

-Excúseme, pero eso también tiene otra lectura: “qué mal hemos actuado hasta ahora frente a los abusos de sacerdotes”.

Y es que, según mi parecer, no hemos abordado con fuerza y contundencia la lamentable existencia de clérigos que dañan a personas y de quienes abusan de su ministerio.

- Entonces, la institucionalidad del Arzobispado…

… El arzobispado de Santiago está diseñando la estructura de un departamento para atender a quienes denuncian responsablemente abusos sexuales por parte de sacerdotes.

-Está bien, un cambio, pero no hay una autocrítica por todo lo que ocurrió antes. Se necesita una explicación.

Por supuesto que hay una autocrítica. Y las explicaciones las hemos dado todos, incluso esas explicaciones las ha dado públicamente el Cardenal Errázuriz. Pero no debemos olvidar que lo que hoy conocemos como resolución de la Santa Sede se debe también a este proceso interno incoado en el Arzobispado de Santiago. Por otra parte, el protocolo de la Conferencia Episcopal ha sido muy bien evaluado por la Santa Sede y es un instrumento muy liberador para todos.

-Hasta ahora, uno de los problemas es que frente a una acusación la reacción de la jerarquía de la Iglesia indicaba que por el sólo hecho de que un hombre sea sacerdote -y mucho más categórico si se trata de un obispo-, eso no podía ser cierto. Y la verdad es que, finalmente, son todos, al igual que los demás hombres, imperfectos.

El hecho de que todos seamos imperfectos no puede significar que si un sacerdote o un obispo cometen un delito no deba responder ante la justicia ordinaria. Tiene que someterse a las leyes. Personalmente soy de la opinión que toda denuncia responsable de abusos sexuales atribuidos a clérigos debiera ser interpuesta directamente ante la justicia ordinaria y paralelamente ante las instancias eclesiales. En ese orden.

"Fernando Karadima era visto

por sus seguidores como "el"

modelo de vida sacerdotal"

-¿Eso significa que si hoy llegara otro Hamilton, otro Juan Carlos Cruz, otro Murillo, otro Batlle al Arzobispado o a cualquier diócesis, la institucionalidad funcionaría distinto?

Tiene que ser distinto. Y tiene que serlo también sin dilaciones en el tiempo por parte de los denunciantes, sea quien sea el acusado, aún consciente de que la situación dramática y desgarradora son los procesos internos que padecen las víctimas. Pero hay que mirar con detención este caso, ya que la situación de esa parroquia donde estaba el sacerdote Karadima era muy compleja.

-Explíqueme…

Es una parroquia donde la mayoría de sus fieles son profesionales y gente de mucho prestigio en distintos ámbitos de la vida del país. Y si ese sacerdote tenía fama de santo, si como decían había hecho tanto bien, si tenía tantos lazos de muchos años con ese mundo social, si había vocaciones sacerdotales, vaya a saber qué tipo de presiones había. Me hace mucho sentido lo que me comentó el Cardenal Errázuriz, y se lo habían dicho en Roma: cuando se acusa a un sacerdote surgirá un coro de testimonios a favor, pero usted ocúpese del testimonio de la víctima o el denunciante, por ahí es donde se debe descubrir la verdad. Es un consejo muy sabio. Y si uno tiene cuatro testimonios ahora públicos, como en este caso, con mayor razón. Tanto así, que el Cardenal fue a Roma a preguntar cómo debía seguir la marcha de todo esto, hasta que en un momento determinado envió todo al Vaticano porque apareció un caso de una persona que habría sido abusada siendo menor de edad. Eso ocurrió el año 2010. Teniendo en cuenta que allá el trabajo ordinario durante los meses de julio, agosto y septiembre tiene otro ritmo, la resolución del Vaticano fue bastante rápida y dada a conocer el 18 de febrero de 2010, a las pocas semanas de asumir monseñor Ezzati como arzobispo de Santiago.

-Pero hubo apelación.

Efectivamente, como todo proceso de la Santa Sede, aunque en el Arzobispado nunca la conocimos. Supimos por los medios de comunicación que la defensa del sacerdote Karadima en el ámbito eclesiástico la envió en abril de este año, pero no supimos de su contenido.

-Y finalmente el Vaticano se pronunció…

Así es. El miércoles 22 de junio de este año 2011, monseñor Ezzati dio a conocer la resolución definitiva de la Congregación para la Doctrina de la Fe que confirmaba definitivamente las penas impuestas al sacerdote Karadima. La resolución de la Santa Sede ha sido muy liberadora en la verdad, del mismo modo que fue muy liberador el mensaje que emitimos en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal en abril de 2011. Eso permite que en esta materia no existan dos opiniones. No puede haber dos opiniones. Por eso estoy esperanzado.

"Toda denuncia responsable de

abuso sexuales atribuidos a

clérigos debiera ser interpuesta

directamente ante la justicia

ordinaria y paralelamente ante

las instancias eclesiales. En ese

orden."

-Para la opinión pública quedó claro que de no haber sido por la emisión del programa de TVN “Informe Especial” sobre los abusos de Karadima, y la efervescencia posterior que hace estallar el escándalo públicamente, no se hubiesen acelerado las cosas.

Aunque reconozco el factor decisivo del programa de TVN en cuanto a la repercusión pública de los hechos, no es así, porque entonces ya estaba terminada la fase de los testimonios. La denuncia pública de TVN tuvo un efecto enorme, sin lugar a dudas, pero para entonces el Cardenal Errázuriz ya tenía toda la documentación para emitir un juicio sobre la base de la documentación recibida, hasta que, atendido que hubo testimonio de al menos una persona que adujo ser menor de edad al momento de los abusos, todo debía derivarse, por competencia, a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Así se hizo. Todo a Roma. Y fue mejor. Meses después vino la resolución de la Santa Sede.

-Resulta difícil entender por qué El Bosque era una comunidad tan cerrada, incluso para la propia Iglesia: se regía por sus propias normas y reglas. No se entiende, por ejemplo, que si el entonces rector del Seminario Juan de Castro tempranamente sabe, y usted también lo supo, que a los seminaristas del grupo de Karadima no los dejaban confesarse con ningún otro sacerdote que no fuera de El Bosque, eso perdurara, se permitiera. Muy raro…

No me pase facturas, por favor. Eso siempre fue muy tensionante en el Seminario. Lo viví como seminarista y como joven sacerdote formador. Lo ha dicho también Juan Carlos Cruz, también en otros ámbitos tan sensibles como el abuso sexual que ahora hemos conocido. Sé que el padre Juan de Castro fue el primero en emitir un informe contundente acerca de El Bosque. No sé que fin tuvo ese informe. Yo estaba ya en Roma. La historia es la historia y cada cual asume su responsabilidad; y no seré yo en llamar en causa a los muertos.

-Y entonces, ¿cómo se permitió que eso continuara?

No lo sé… Imagínese que recién el año pasado 2010, ¡recién el año pasado!, miembros de la Unión Sacerdotal que se distanciaron del sacerdote Karadima señalaron situaciones que nosotros ni siquiera imaginábamos y que también CIPER ha puesto en evidencia. Después hablaron otros sacerdotes y obispos este año. Hasta el año pasado no sabía del sufrimiento que ellos padecían al interior de esa Unión Sacerdotal. Si estas personas que estuvieron años en la Unión Sacerdotal no fueron capaces de tomar distancia y ver que eso estaba mal, y sólo décadas después dicen “esto estaba mal”, imagínate los que no formaban parte de ella… Lo importante es también lo que estamos haciendo hoy, liderados por nuestro arzobispo, monseñor Ezzati.

-El sacerdote Percival Cowley dijo que hace ya muchos años él habló con el Cardenal porque le parecía muy cerrado el ambiente de esa parroquia: “a mí me parecía raro todos tan ordenaditos, peinaditos, parecía un regimiento”.

También puede haber regimientos despeinados… A lo que debemos atender son otras cosas más graves y profundas que no admiten superficialidades como las señaladas por ese sacerdote.

-Otro aspecto que llama la atención es por qué el Arzobispado de Santiago ayudó en cierta forma a que se mantuviera estrictamente cerrado el círculo de El Bosque al autorizar durante años a los sacerdotes de la Unión Sacerdotal a que fueran destinados en dupla –párroco y vicario parroquial- a las iglesias, impidiendo en los hechos que se relacionaran con otros sacerdotes.

Mónica, esta premisa no es del todo exacta respecto del Arzobispado. Aunque no está alejada de la realidad. No es que estos sacerdotes no se relacionaran con otros sacerdotes. El tipo de pastoral que ellos promovían estaba marcado por una pastoral de devociones sin incidencia a mi entender, por ejemplo, en la historia concreta y en los cambios culturales y sociales que vive nuestra Patria. Creo que ellos han hecho, ahora, un reconocimiento de que tienen que adaptarse a las orientaciones pastorales de la diócesis, mirando la historia y la realidad social y cultural preñada de cambios.

-Lo importante ahora es que ustedes deben analizar y minuciosamente qué medidas adoptarán para evitar que esto se vuelva a reproducir. Porque éste es un tumor en la Iglesia…

Estoy absolutamente de acuerdo en que no podemos permitir algo así. Una cosa es que uno reconozca que haya gente que es carismática, y otra cosa es cómo permitimos que esas personas vayan creando un hábitat que gira en torno a ellos.

-Una secta.

Conozco a tantos sacerdotes buenos, probos, entregados a su ministerio que han salido de esa parroquia, que como hermano sacerdote y obispo no podría catalogarlos a ellos, por ningún motivo, como miembros de una secta. Honestamente jamás me atrevería a pensar siquiera en ello.

-Si hago que me llamen santo, que me adulen y obedezcan como tal, si ordeno que sólo se pueden confesar con los de mi grupo y castigo duramente a los que osan desobedecer mis órdenes, y si además abuso sicológica y sexualmente de los más jóvenes, ¿qué es eso?

En estos días, uno de los hermanos menores del sacerdote Karadima ha dado una entrevista al semanario Qué Pasa, refiriéndose a la psicología de su hermano. ¡Son muchas las víctimas de todo este hábitat creado por Fernando Karadima! Ya lo dice la resolución del Vaticano: es claro que el abuso del ministerio explica todo eso. Por eso es muy importante que haya hablado la Santa Sede. Ha sido providencial que el juicio lo haya emitido la Santa Sede y no una instancia del Arzobispado de Santiago. Eso le confiere mucha más autoridad. La resolución es absolutamente clarísima. La Santa Sede es muy rigurosa en estos ámbitos. Cuenta además con expertos, con estudiosos del derecho, de la auténtica espiritualidad cristiana y la psicología.

-Una resolución vaticana que debe dar cuenta de cómo se limpia y se interviene un grupo importante e influyente en el clero, que aparecía como un Estado autónomo dentro del Estado de la Iglesia Católica.

Era una manera muy particular de ejercer el ministerio sacerdotal y gestionar la pastoral en torno a la figura del sacerdote Karadima que dirigía esta asociación… Eso es lo que debemos analizar. En adelante, creo que cualquier indicio de que un sacerdote esté forjando un proyecto, un liderazgo de índole pastoral aglutinando a personas jóvenes, con un sello muy propio, al margen de las grandes orientaciones pastorales de la Iglesia en Chile, tiene que ser inmediatamente, no digo que intervenido, pero sí seguido de cerca por la autoridad eclesiástica. Eso sin lugar a dudas.

 -Hay interrogantes sin respuesta. Como por ejemplo, por qué un sacerdote que se caracteriza y se preocupa de sumar vocaciones en tiempos que estas disminuyen, que alimenta su imagen de santo, de que ahí en El Bosque un fenómeno religioso importante está ocurriendo bajo su conducción, no tratara de formar una Orden. Y permaneció bajo la autoridad del Arzobispado.

Es un cuestionamiento que muchos nos hicimos, porque formalmente estaban bajo la autoridad del Arzobispo, pero quien gobernaba esa Unión Sacerdotal era el sacerdote Karadima. ¿Formar una Orden? Quizás habría sido lo mejor. Pero no es fácil llegar a eso. Y seguramente Karadima lo sabía.

"Por supuesto que hay una

autocrítica... Pero no debemos

olvidar que lo que hoy

conocemos como resolución de la

Santa Sede se debe también a

este proceso interno incoado en

el Arzobispado de Santiago".

-Otro hecho complicado para el Arzobispado se produce cuando surgen las denuncias de pagos de mucho dinero a empleados de la parroquia por parte de Karadima y al denunciante del vicario de El Bosque, Diego Ossa, y se le pide a la Pía Unión que dé cuenta del dinero que recibe y de su uso. Y luego la Iglesia entrega un comunicado oficial afirmando que todo está en regla y que “no hay platas de fieles” en otro uso que al que están destinadas. Y en CIPER hemos descubierto que no es así.

Bueno, la explicación la dio monseñor Fernando Chomali. Lo que hace el tribunal de cuentas del Arzobispado es ver el libro de cuentas de la Parroquia, y él lo visó como se visan tantos libros parroquiales: los auditores dicen “hay que ordenar tal cosa, tal y tal ítem”. Pero yo creo que ahí nos faltó comunicar la segunda fase: la auditoría a fondo.

-A la luz de los hechos que hemos descubierto lo que aparece es que no hubo una real fiscalización por parte del Arzobispado del uso que le daba Karadima a los dineros de la parroquia y su mezcla con los de la Unión Sacerdotal, una fundación sin fines de lucro.

No es así, y de eso puedo dar testimonio: nosotros teníamos, además de la contraloría propia del Arzobispado, un contralor auditor externo. Incluso en su momento se le hicieron indicaciones respecto de la separación de los dineros de la Pía Unión Sacerdotal con las de la Parroquia. Fernando Chomali fue muy riguroso y estricto en ello, como lo es cada que vez que asume responsabilidades.

-Pero si Karadima viajaba a Europa todos los años con algunos jóvenes y regaló a los empleados de la parroquia varios millones e incluso autos. Y hay una investigación en curso por el posible pago de silencio a los empleados que habrían podido testificar sobre los abusos del ex párroco y de otros miembros de su círculo. Si todos los empleados de parroquia recibieran los regalos que recibieron los de El Bosque, la Iglesia se quedarían en la ruina.

Pero eso lo hemos venido a saber ahora. No sabíamos que hacía ese tipo de regalías. Todo eso lo hemos sabido también gracias al trabajo de investigación periodística de ustedes, de CIPER. Hay que entender que nuestra contraloría tiene acceso a la información que ellos entregaban. No había otro flujo de información desde dentro de la Parroquia. También tendrá que hacer lo suyo el visitador apostólico que la resolución del Vaticano dispuso para la Unión Sacerdotal, una tarea clave que se iniciará prontamente.

-Después del terremoto que significó el escándalo de los abusos cometidos por Marcial Maciel, el fundador de Los Legionarios de Cristo, viene este otro episodio de abusos con Karadima. Un daño enorme a mucha gente que se multiplica entre quienes confían en la Iglesia. ¿Cómo se recupera la confianza?

Es claro, aquí no sólo hay daño a personas sino que también de paso todo esto perjudica a la Iglesia. Es lamentable e indignante. Por lo mismo hay que poner toda la energía en cómo evitar que se vuelvan a producir hechos similares. Y debemos acompañar y ayudar a que se recupere la confianza. Eso lo hacemos anunciando a Jesucristo, acogiendo a los niños y jóvenes que acuden a nuestras parroquias, estando en el conflicto mapuche, en el debate acerca de la educación de calidad, del salario ético, del acceso a la salud, a una casa digna, a la promoción de la familia, a la prevención y rehabilitación de los jóvenes cautivos por los nefastos delincuentes narcotraficantes, por citar algunas realidades sensibles para nuestra fe cristiana.

Un consejo que le dieron al

Cardenal Errázuriz en Roma:

"cuando se acusa a un sacerdote

surgirá un coro de testimonios a

favor, pero usted ocúpese del

testimonio de la victima o el

denunciante, por ahí es donde se

debe descubrir la verdad".

-A la luz de los hechos que hoy conocemos, una causal de por qué Karadima pudo perpetrar sus abusos durante tantos años en total impunidad es porque logró ser influyente tanto en la jerarquía de la Iglesia como en el sector de mayor poder económico y social en Chile. ¿Se puede confiar en que después de esta experiencia y lección la Iglesia no va a volver a actuar con temor frente al poder?

La Iglesia no le teme o no debiera temerle a los poderosos. A lo que sí debemos atender es a un mayor discernimiento de grupos eclesiales revestidos de aparente piedad, de fingida adhesión a la totalidad de la doctrina de la Iglesia y amor al Papa, animados por personas aparentemente carismáticas y que al final han resultado ser depredadores de la vida y de la fe de personas jóvenes. Hoy día se puede confiar en que vamos a hacer todo lo posible para que este tipo de abusos que se cometieron en esa Parroquia no sucedan o para que ese modelo parroquial no se repita ni se replique en otras partes. Y esto porque la Iglesia tiene orientaciones pastorales claras, entre las cuales hay un elemento clave: el sacerdocio se vive, lo decía el Papa Juan Pablo II, como una realidad colectiva, no individualista. Entonces, en este marco, no deben existir sacerdotes que se manden solos. No debiera haberlos. Los sacerdotes nos debemos a una comunidad y estamos incorporados a un presbiterio, es decir al conjunto de sacerdotes en una diócesis. Por eso hay que buscar la unidad del presbiterio. Y cuando hay personas disgregadoras, entonces hay que actuar con mayor energía. Y para eso está la disciplina canónica de la Iglesia. Y no me refiero sólo a cometer delitos. Un sacerdote debe adherir a las grandes orientaciones pastorales y a tener una vida coherente con el evangelio. El sacerdocio no es algo de lo que uno se puede apropiar. El sacerdocio es un regalo de Dios a la Iglesia para el bien de la comunidad humana. Para que quede claro, son muchas las tareas que tenemos por delante.

-Demasiadas y con tantas víctimas que han quedado en el camino con un daño que para muchos es irreversible

Es triste todo esto, Mónica. El doctor Hamilton, Juan Carlos, José Andrés y Fernando Batlle eran jóvenes que quisieron ser sacerdotes. Algo noble y hermoso. ¡Mira en lo que terminó! Pero estoy esperanzado, aunque con dolor y vergüenza. Permíteme una anécdota que tú y los lectores de buena voluntad sabrán entender. No quiero rebajar el ámbito de esta conversación, porque es triste y doloroso lo causado por el abuso de ministerio. Sirva como mera analogía. Recuerdo una historieta de nuestro Condorito. Él venía del campo llegando a la Estación Central de Santiago, con hojotas, poncho y un canasto. Al salir de la estación encuentra a un vendedor. Exponía trencitos a cuerda. Condorito los ve y empieza a saltar sobre ellos hasta romperlos. El vendedor le grita: “¡huaso ignorante, ¿qué has hecho con mis trencitos?!”. Condorito le responde: “¡A estos trencitos hay que atacarlos desde pequeñitos, porque cuando crecen me han matado vacas, caballos y ovejitas!”. A buen entendedor, “Intelligenti pauca”, decían los latinos.

 

 

 

 

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