Blogia
Centros Chilenos en el Exterior

La revolución cubana se enfrenta al fenómeno del reggaeton

La revolución cubana se enfrenta al fenómeno del reggaeton

Los gobernantes isleños se muestran temerosos de perder la conexión con las generaciones más jóvenes, crecidas entre la escasez y la obsesión consumista propias del periodo especial. La inquietud es paralela a la necesidad de relevo generacional.

lanacion.cl

FERNANDO GARCÍA/LA VANGUARDIA

El Malecón es uno de los lugares favoritos de los habitantes de La Habana de todas las edades para reunirse, contemplar el mar, pasar el rato... Y para sustituir las horas en el colegio por un tiempo más refrescante dentro o al lado de las olas, una práctica que se está haciendo cada vez más notoria en la Cuba revolucionaria de Fidel Castro.

Hacer “la cimarra”se ha vuelto una experiencia peligrosa en La Habana. Un grupo de adolescentes que no fueron a clases el 7 de junio pasado salieron al día siguiente ni más ni menos que “cazados” por una fotografía publicada por el diario “Granma”, órgano oficial del Partido Comunista cubano.

El “Granma” los delató en una crónica que les ponía de vuelta y media por estar “perdiendo el valioso tiempo de estudio, desgastando el bolsillo del país y entreteniendo la mente en aplicar al uniforme recortes y modas banales que no conducen más que a la pobreza intelectual”. Lo peor para los chicos eran las fotos donde aparecían, perfectamente reconocibles, después de darse un baño en el Malecón.

No es la primera ni la última llamada de atención sobre la excesiva informalidad y el aparente desapego de “no todos, pero sí una parte considerable” de los jóvenes cubanos respecto a sus tareas estudiantiles y, claro está, revolucionarias.

Ante este creciente fenómeno, los gobernantes isleños están multiplicando los llamados a la lealtad de unas últimas generaciones cada vez más tentadas por los gustos y productos del capitalismo global. Los líderes combinan las advertencias con muestras de confianza: “Si los jóvenes fallan, todo fallará. Es mi más profunda convicción que la juventud cubana luchará por impedirlo. Creo en ustedes”, dijo Fidel Castro en un mensaje divulgado el domingo.

“Los jóvenes de este país no le fallarán ni a Fidel ni a la revolución”, respondió el martes la Unión de Jóvenes Comunistas. ¿Era una respuesta representativa? Hasta cierto punto.

Dos páginas más allá del mensaje de Fidel, el también oficialista diario “Juventud Rebelde” publicó el domingo uno más de los artículos en que viene alertando sobre el encanallamiento y vulgarización de muchos jóvenes a través del reggaeton, de cuya fuerte penetración en Cuba nadie duda.

El autor del artículo recogía una estrofa: “No, ella no es loca / Lo que pasa es que le metieron el Di Tú por la boca...”. Y se mostraba escandalizado, no tanto por la letra como por los lugares donde niños y adolescentes pueden oírla. “Escuchar el Di Tú en instituciones culturales del país raya lo imperdonable”, decía.

A los viejos o maduros revolucionarios no les preocupa sólo la lírica dudosa o los movimientos provocativos y “perrunos” de los seguidores del reggaeton.

Detrás de esta concreta inquietud está el temor a perder la conexión con unas generaciones en general bastante mejor formadas que los fans de las estrellas reggaetones Daddy Yankee y Don Omar.

Unas generaciones, las de los nietos y biznietos de los más que maduritos líderes de la revolución, que se han criado en un tiempo completamente distinto al de éstos: entre las penurias del periodo especial de los noventa (tras la caída de la Unión Soviética) y la entrada en masa de los turistas y sus divisas; entre la obsesión por consumir y hasta acaparar, debida en gran parte a la huella de aquellas privaciones, y el deseo de prosperar más allá de unos salarios ínfimos que las prestaciones sociales, sanitarias y educativas no compensan (máxime con las deficiencias en la vivienda y el transporte); entre una propaganda oficial que cada vez más jóvenes cuestionan, por repetitiva o desfasada, y un acceso creciente a las nuevas tecnologías, si bien con las limitaciones del embargo norteamericano y las consiguientes restricciones para conectarse a Internet.

La preocupación por asegurar la firmeza revolucionaria de los jóvenes es directamente proporcional a la necesidad de relevo generacional en el poder, donde los promedios de edad son ya muy altos.

“Hay que abrirle paso a las nuevas generaciones, pues a ellas corresponde tomar en sus manos la defensa de Cuba”, dijo en febrero el Presidente en funciones, Raúl Castro. Ya Fidel había señalado esa conveniencia a la vez que manifestaba su admiración por las capacidades de los que ahora van a la escuela o al instituto.

Pero incluso el vicepresidente Carlos Lage (56 años) y el ministro de Exteriores, Felipe Pérez Roque (42), de los más jóvenes dentro de la cúpula comunista, mostraron hace poco su inquietud respecto a quienes ocupan los siguientes escalones en la pirámide de edad: unos dos millones y medio de jóvenes crecidos, dijo Roque en abril, “en la época en que en Cuba se desarrollaron tendencias al individualismo y al sálvese quien pueda; jóvenes con más información y expectativas de consumo que al inicio de la revolución”. Los gobernantes cubanos pugnan por fraguar una juventud “inmune a los cantos de sirena del capitalismo, la banalidad y las vidrieras de las sociedades de consumo”, afirmó Lage hace semanas.

Para ello se proponen “garantizar una participación de los jóvenes en todas las esferas, desde su espíritu crítico y natural rebeldía”, y al tiempo “enseñarles que la vida es algo más que las cosas materiales y el dinero”. Sin duda, una ardua tarea en la Cuba de hoy.

 

 

0 comentarios