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Centros Chilenos en el Exterior

Chuquicamata celebra por última vez

Chuquicamata celebra por última vez

Aniversario marcará cierre definitivo del campamento

Este viernes, por última vez, las calles de Chuquicamata se engalanarán para celebrar el aniversario de la mina a tajo abierto más grande del mundo. En los próximos meses culminará el traslado de sus más de 10 mil habitantes a la ciudad de Calama. Toneladas de ripio terminarán de cubrir entonces las calles del campamento y sus más de nueve décadas de historia.

lanacion.cl 

Ana Verónica Peña

Calama

La soledad sopla casi tan fuerte como el viento en las calles de Chuquicamata.

Ya no hay niños en sus juegos infantiles y sus colores destiñen bajo el abrasador sol del norte. La mayoría de sus casas ya están desocupadas, con sus ventanas tapiadas por calaminas y con vistosos letreros en sus puertas que advierten del peligro de ingresar en las instalaciones en pleno proceso de desmantelamiento. Uno que otro rayado en los muros da cuenta de la identidad de las familias y las fechas en que habitaron el lugar.

Nadie atiende, por estos días, en las tres pulperías que alguna vez surtieron las despensas de las más de 3.200 familias que llegaron a habitar el campamento adosado a la mina a tajo abierto más grande del mundo.

La parroquia del lugar, con su característico Cristo de Cobre, sólo ofrece misa los domingos a los escasos habitantes que esperan su traslado, aquellas familias que ya emigraron y vuelven en nostálgicos paseos de fin de semana y los miles de turistas que aumentan año a año. La misma pasividad luce el templo evangélico, el adventista y el mormón instalados en los últimos años.

Ya no se escucha música en el Club Chuqui y nadie actúa en el Teatro Chile, otrora una de las salas de espectáculos más modernas de América Latina, luciendo sus hermosas butacas tapizadas y sus dos plateas altas, originalmente reservadas para el uso exclusivo de los norteamericanos.

Ya no hay niños en las salas ni los patios del Colegio Chuquicamata, construido inicialmente para los hijos de los ejecutivos, ni en ninguna de las escuelas destinadas a los vástagos de mineros.

Casi todo el movimiento actualmente se restringe a una decena de trabajadores que, brocha y escalera en mano, relucen uno que otro de los edificios que caracterizaron a este campamento minero enclavado a casi 3 mil metros de altura en pleno desierto de Atacama. Entre las pocas instalaciones que se salvarán de la avalancha de ripio que terminará por cubrir las calles de Chuquicamata y sus 92 años de historia está la Casa 2000, construida inicialmente para el gerente general de la empresa y usada después para alojar sólo a visitas ilustres.

En lo que fuera la librería del pueblo, sus aparadores originales de madera exponen vestigios de casi un siglo de historia. Allí hay revistas, libros, discos, utensilios y hasta añosos tarros de conserva que hacen de mudos relatores de la historia de los chuquicamatinos. Ahí funciona también la agencia turística que se encarga de atender a los visitantes ocasionales.

El fin de la historia del campamento minero comenzó a escribirse en 1992, cuando Chuquicamata fue declarada zona saturada de material particulado respirable y anhídrido sulfúrico. Un año después, se alertaba de sus altos niveles de arsénico. El endurecimiento de las condiciones de vida de las más de 10 mil personas que componían entonces el campamento llevó a la empresa a iniciar su traslado a Calama en 2001.

Este viernes, los miles de asistentes que se esperan para conmemorar los 92 años de Chuquicamata no podrán admirar las instalaciones del Roy H. Glover. El que otrora fuera el hospital más moderno de Latinoamérica y el primero en el país en tener escáner, inaugurado a mediados de la década del '60, está ya definitivamente sepultado bajo toneladas de ripio que hoy no permiten siquiera adivinar su majestuosidad de antaño. Sus árboles ahora engalanan las calles de la Villa El Peuco, uno de los ocho centros habitacionales que Codelco mandó a construir en Calama para ubicar a sus más de 3.200 trabajadores con sus respectivas familias.

Según explican en la cuprera estatal, el traslado definitivo de sus habitantes busca transformar al campamento de Chuquicamata en una zona de exclusiva operación industrial, de tal forma de sustentar el negocio minero a largo plazo y cumplir con la normativa medioambiental. Todo esto, "con el objetivo de seguir cumpliendo con las metas de negocio, orientadas a seguir aportando al desarrollo del país". LN

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