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Centros Chilenos en el Exterior

SOBRE LO QUE ISRAELITAS Y PALESTINOS DEBEN REFLEXIONAR y QUE EL MUNDO DEBE SABER:

1.- Tanto los palestinos como los israelíes deben darse cuentan que no pueden doblegar por la fuerza al adversario, ni menos a costa de la vida de seres inocentes que solo quieren vivir en paz. La paz deberá surgir de este reconocimiento y de los propios límites de las partes en conflicto, que no podrá haber una Gran Israel ni una Palestina árabe desde el Jordán hasta el mar, como tampoco se cumplirán los sueños de Siria de dominar Oriente Próximo y con el reconocimiento de que la fuerza no es la solución.
2.- Israel debe tomar conciencia que ha practicado el ritual de sellar los territorios ocupados, como una compensación necesaria para la opinión pública israelí y como un castigo colectivo para los palestinos. Pero hasta ahora, estas crisis han acabado con la reapertura de las fronteras porque Israel sabe que los palestinos no pueden tolerar un cierre indefinido, ni su propia gente el golpe interminable del terror. Pero esto se está convirtiendo en un círculo vicioso. Si se abren las fronteras, los terroristas suicidas pueden infiltrarse, pero cuanto más dura el cierre, más aumenta la reserva de terroristas, porque el terror se alimenta ni más ni menos que de la pobreza y las duras condiciones de vida fomentadas por ese cierre.
3.- El gobierno Palestino debe estar conciente que una enorme mayoría de palestinos se opone a los actos terroristas en gran parte por las penurias materiales y muerte que acarrean para la población. Pero, como de costumbre, el corazón palestino está en desacuerdo con la cabeza Palestina y cada atentado va seguido de un increíble regocijo que va más allá de los familiares del último «mártir». Un seudo masoquismo. En este clima, siempre habrá al menos una minoría de palestinos con la voluntad de continuar con el terror.
4.- Israelíes y Palestinos deben darse cuenta que todo lo que va mal todavía puede ir a peor. Y eso es lo que está sucediendo en estos momentos: Israel está empleándose a fondo con el argumento de que el terrorismo palestino impide cualquier proyecto de paz. Los palestinos, por su parte, ven en el Gobierno de Israel una especie de ángel exterminador dispuesto a hacer un holocausto a la inversa. La clave del problema es que en 1917 se adoptó la opción étnica como guía de la política. Y en 1947 se fue aún más allá, dividiendo un país originario de judíos y árabes -que por siglos habían convivido pacíficamente- con el arbitrismo de separar razas y creencias. Un pésimo sistema en ambos casos, porque los estados étnicos son lo peor para la protección de las minorías y de los derechos ciudadanos. Llegando en ocasiones, como ésta, a los integrismos.
No debemos olvidar el número de muertos durante los cuatro años de intifada, en la que unos palestinos inexpertos con unos medios de lucha básicos se han enfrentado a un ejército entrenado y equipado con un armamento moderno y sofisticado. Pues bien, el resultado es de 4.000 muertos palestinos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, frente a 1.000 muertos israelíes (muchos de ellos civiles). Estos datos demuestran no sólo la sorprendente fuerza para resistir y la capacidad de sacrificio de los palestinos obligando al ejército israelí a refrenarse a sí mismo a la hora de emplear todo su potencial militar en sus enfrentamientos con la población Palestina pero a pesar de todo, de vez en cuando se producen hechos de gran crueldad y carentes de sentido.
5.- Al dar a conocer la realidad del conflicto entre árabes y judíos, visto desde una perspectiva distinta. Es necesario insistir que los grandes enemigos de la creación de un Estado Palestino, no sólo se encuentran entre los sionistas y judíos radicales. También entre las monarquías árabes: Arabia Saudita, Kuwait, Jordania, Qatar y otros regímenes de la región, donde no hay democracia, miran con preocupación y sospecha la existencia de una Palestina democrática, si se piensa que sus autoridades van a ser elegidas en elecciones libres e informadas. Temen que sea un mal ejemplo y se produzcan revueltas en sus países.
Verdades y mentiras de la crisis Israelí-Palestina
Se suele decir que la primera víctima de una guerra es la verdad.
Parece como si el péndulo de la historia nos quisiera recordar periódicamente el fatalismo inherente de Oriente Medio.
La tragedia vivida estos últimos meses daría la razón a tantos escépticos que nunca creerán que la paz y la convivencia serán posibles en esta parte del mundo.
De nuevo, los instintos más primarios y las reacciones más irresponsables tratan de imponerse sobre la razón y la visión de futuro.
Tocar la paz con la punta de los dedos es algo demasiado bello para poder ser realidad. Imaginar un Oriente Medio posconflicto, soñar con proyectos de cooperación regional, son, para muchos pájaros de mal agüero, ejercicios estériles y académicos.
Para todos ellos, la realidad profunda de Oriente Próximo no esta preparada para asumir esta trascendental mutación. Ha bastado una serie de incidentes acumulados para que de nuevo las identidades asesinas, se desaten y cabalguen sin bridas esparciendo violencia, muerte y destrucción.
Futuras Soluciones:
Es verdad que toda solución sólo se alcanzará cuando las dos partes decidan asumir sus propias responsabilidades históricas y se comprometan a tomar decisiones difíciles.
A ellas les corresponde la máxima responsabilidad.
Pero es falso que la comunidad internacional no tenga y no deba intervenir.
Su intervención debe ser de impulso y de acompañamiento positivo, de vigilancia y seguimiento real para que la situación no se deteriore o se modifique negativamente.
Toda acción unilateral que cambie el status quo de los territorios debe evitarse, pues haría imposible en el futuro un acuerdo político.
Debe ponerse fin a la política de asentamientos.
No podemos aceptar que se excluya o postergue a largo plazo la búsqueda de una definitiva formulación de un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, sirios y libaneses.
Sin una paz global no podemos poner punto final a este proyecto de paz.
No basta mantener vivo un proceso, hay que concluirlo, y cuanto antes.
Cuando el humo de las armas, la muerte, la destrucción y la violencia de los discursos enmaraña tanto la atmósfera y es necesario recordar que el Proceso de Paz se asienta sobre unos principios claros, el diálogo como medio de solución, el deseo y la intención de lograr la paz y dar un real cumplimiento a las resoluciones de las Naciones Unidas, reiteradas en la Conferencia de Madrid, como única referencia y que las Naciones Unidas por fin tomen en serio el papel para lo que fueron creadas, hacer respetar los derechos humanos de todas las personas sin distinciones y que no se dejen manipular por las grandes potencias mundiales.
Urge que las partes utilicen un lenguaje claro y profundo en torno a acuerdos positivos para alcanzar la paz y una buena convivencia, pero, sobre todo, que recuerden y reiteren dichos principios, con fuerza y sabiduría antes de que sea demasiado tarde.
La religión:
 
Tanto el fenómeno del integrismo, islámico, judío o cristiano, como el general interés por las religiones orientales dentro del ámbito occidental, o el despertar de las grandes religiones históricas, desde el hinduismo en todas sus formas hasta el Islam (en sus variantes sunnitas o chiítas), todo ello es índice de un interés creciente por lo religioso y debe ser causal de tolerancia y convivencia mundial.
Las religiones que empujan a pelear a unos hombres con otros; las religiones que sublevan, que violentan, que dañan, que humillan a los vencidos; las religiones que, para imponerse, emplean recursos desastrosos; las guerras santas, como si alguna lo fuese, en que desembocan los integrismos fuera o dentro de ciertas fronteras; las religiones que profitan de la fe y someten a sus seguidores bajo falsas ideas, las crueldades cometidas contra mujeres que se realizan a su modo, contra hombres que se apartan de rígidas creencias, contra quienes encontraron otra forma de vida o ejercen su indiscutible libertad de elegir... Todas esas vías no pueden ni ser mandatos de dios alguno ni llevar absolutamente a ningún Dios, sino a la ambición torpe, descompuesta y asesina de los peores hombres.
Graciela Arévalo Cruz


 

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