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La primera evaluación

La primera evaluación

LOS CIEN DÍAS QUE PUSIERON A PRUEBA AL GOBIERNO

Para el oficialismo, el Gobierno cumplió con las 36 medidas anunciadas. Para la oposición, la tarea se sacó sólo a medias. El objetivo autoimpuesto se convirtió en la hoja de ruta que guió la primera etapa de la administración de la Presidenta Bachelet, aunque surgieron demandas sociales que no estaban del todo contempladas.


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Por Hugo Guzmán R.

En varias oficinas de La Moneda y de algunos ministerios estaba pegada en la pared o en un rincón privilegiado de los escritorios. Era la lista de las 36 medidas que fijó Michelle Bachelet para sus primeros cien días de mandato. No pasaba mucho tiempo sin que ministros, subsecretarios, jefes de servicio, responsables de comunicación y otros funcionarios le echaran un vistazo. Ahí estaba “la tarea” asignada.

En las últimas tres semanas respiraban aliviados cada vez que la Jefa daba a conocer “la concreción” o “el inicio” de una de esas medidas y el ministerio o dependencia respectiva avanzaba un paso. Cuando iban a mitad de camino, la Presidenta llamó a “apurar el tranco”. Cuentan que los ministros trabajaban hasta 14 horas al día. Hasta que el viernes pasado terminó la agotadora guerra contra el tiempo y Bachelet sentenció: “La tarea está cumplida”.

Y es que las tan mentadas 36 medidas se convirtieron desde aquel lejano 27 de diciembre –cuando la entonces candidata precisó su propuesta de Gobierno con acciones inmediatas para garantizar el triunfo en la segunda vuelta– en una especie de evangelio para la administración bacheletista. Fue una autoimposición que, a estas alturas, terminó siendo la primera evaluación que encara la Presidenta.

Claro que no faltaron los pecadores que alteraron el curso de los mandamientos establecidos en el “Plan de los 100 días”. En los primeros tres meses irrumpió el duro y ya emblemático movimiento estudiantil secundario y su emplazamiento a reformar la LOCE; emergieron tensiones y presiones por la modificación al sistema de subcontrataciones; se inmiscuyó entre las sombras la confrontación valórica entre el PS y la DC; se metió en la escena política la huelga de hambre de los mapuches condenados por terrorismo y la llamada de atención del Premio Nobel José Saramago a Bachelet en Madrid; se abrió el debate por el uso de los excedentes del cobre, entre otros temas de conflictividad política y social. Fueron como una filosa espada que cruzó la hoja de ruta y que desencadenó el rumor de que algunos ministros serían relevados. “Hubo cosas que saltaron de repente como esos muñecos que salen abruptamente de una caja de sorpresas”, comentó un funcionario de La Moneda.

Como sea, el viernes pasado la Presidenta estaba contenta y después del cónclave con la Concertación y sus ministros en el estadio San Jorge partió tranquila y con una sensación del deber cumplido. No sólo comunicó el éxito de su plan, sino que lo hizo junto a los jefes de los partidos –Soledad Alvear (DC), Camilo Escalona (PS), Sergio Bitar (PPD) y José Antonio Gómez (PRSD)–, aprovechando de dar una señal de que las cosas con las colectividades andan bien, a pesar de su estilo “más ciudadano” y de mantener a los partidos a cierta distancia de su gestión.

En realidad, la puesta en marcha de los 36 primeros objetivos no tuvo un carácter lineal ni rígido. “Oye, estamos en Chile”, comentó un parlamentario. Lo cierto es que si bien la mayoría ya son metas realizadas, hay un grupo de medidas que están a la espera de resolución en el Congreso (como la reforma al sistema binominal), que dependerán de las conclusiones del trabajo de comisiones (como la reforma previsional), y un par aún requiere de trámites administrativos para su materialización. Pero, en fin, Bachelet se fue de fin de semana con esta primera fase de su Gobierno de cuatro años prácticamente cumplida.

PARTIDA RÁPIDA

El oficialismo, la derecha y los extraparlamentarios coinciden en que la Presidenta se vio compelida a trazar este ambicioso plan de cien días porque su mandato será breve: dos años menos que sus antecesores. Para el presidente del PS, Camilo Escalona, “las 36 medidas dinamizaron el trabajo de la administración de la Presidenta Bachelet en base a una verdad tan evidente como exigente: este es un Gobierno breve, con plazos políticos cortos”.

El timonel del PC, Guillermo Teillier, sostuvo que “el síndrome de los cuatro años la llevó a establecer medidas precisas. Pero no le podrá echar la culpa al tiempo, se pueden tomar medidas más de fondo en estos cuatro años”. Patricio Melero, secretario general de la UDI, piensa que “todo obedeció al objetivo de poner al Gobierno a trabajar de inmediato en un período corto. Pero hubo mucho voluntarismo de hacer cosas muy rápidamente”.

En todo caso, Bachelet lo tenía claro y es así que en diciembre pasado prometió un promedio de una medida cada tres días, “porque el Gobierno deberá trabajar a toda máquina para cumplir el programa presentado”. Y puso énfasis en metas ya logradas, como el aumento de las pensiones mínimas, la gratuidad en atención de salud pública para mayores de 60 años, las 200 salas cuna en estos tres meses, el proyecto para crear el Ministerio de Seguridad Pública, la reforma del binominalismo, y más empleo en zonas marginales, como Lota y San Antonio, entre otros.

DECÁLOGOS Y “EL DÍA 101”

Claro que para Melero las cosas no son tan felices. “Hay un cumplimiento parcial de las medidas. Siento que más que finalizar un proceso se inicia otro, con reformas sobre las que no hay definiciones claras, como la previsional y la electoral”, dijo el dirigente UDI. “Será una etapa de incertidumbre ahora que la Presidenta no tiene esa agenda de medidas”. Teillier apunta que “no todas las medidas quedaron concluidas y algunas traerán controversias muy grandes”. Precisa que se “quedaron cortas” frente a la situación real que enfrenta el país en temas sociales. “El Gobierno debe hacer un ajuste después de estos cien días, y estudiar en profundidad lo que ocurre en temas como la educación, que no estaba en esas primeras medidas, así como otros sectores sociales que esperan respuestas”.

Escalona, en tanto, explica que estas medidas tuvieron un efecto de corto plazo porque así estaba planteado. “Por ejemplo, con lo del aumento de las pensiones o de la dotación de Carabineros. Otras se van a notar en el tiempo. Tal vez ahora no se tenga el efecto de la reforma del binominal, no quedó lista en estos cien días, pero se echó a andar y ya dará sus frutos. Es un tema, como varios otros, que pesará electoralmente en el futuro y que contribuirá a mejorar la calidad de la democracia en el país. Este Gobierno partió bien”.

Por cierto, en La Moneda hacen muecas y lanzan un “¡por favor!” cuando se insinúa que en estos cien días ya se pretende una evaluación de la gestión de Bachelet. “Es absurdo establecer evaluaciones ahora”, dice el jefe del PS, y enfatiza que “habrá que medir lo que se hizo en estos cien días por su impacto en el total de cuatro años”.

Pero para la oposición de derecha y extraparlamentaria, en estos cien días ocurrieron cosas que trascendieron las metas y que podrían constituir una “mala señal de cómo seguirá todo”.

“Hay que ver los fracasos o las descoordinaciones que hubo en el conflicto estudiantil, con los terroristas de la zona sur (mapuches), en política exterior con agendas paralelas, en las discrepancias en el gabinete por la Ley de Subcontrataciones, en una agenda valórica sin acuerdo, junto a un gabinete que no está afiatado ni coordinado”, indicó Melero.

Guillermo Teillier plantea que los cien días fueron sorpresivos para el propio Gobierno: “No se esperaban el vendaval estudiantil que apuntó de lleno a un problema social serio, el de una mala ley de educación, y que de paso reventó muchos otros temas sociales que subyacen acumulados. Hay movimientos que comienzan a emerger y dan la tónica que se puede abrir un período de agitación político-social”.

El portavoz del Gobierno, Ricardo Lagos Weber, se adelantó a comentar que el “día 101” marcará otra fase del Gobierno de Bachelet que, de acuerdo a funcionarios de palacio, tendrá dos ámbitos globales: concretar las medidas que quedaron en proceso y abrir una nueva agenda de objetivos.

Personeros gubernamentales y parlamentarios concertacionistas reconocen que “las mochilas pesadas” se vienen con la reforma al sistema electoral, donde todo indica que se lograría una fórmula “proporcional corregida”; las conclusiones de la Comisión Marcel, que sentará las bases de la reforma al sistema de previsión privada; la discusión abierta en el Consejo Asesor para mejorar la educación; los avances en los planes de ampliación de infraestructura, y la mejora de atención en salud y nivel preescolar. También tendrán que asumirse los temas financieros y económicos cruzados por focos rojos. como el alza del cobre y la baja del dólar, el aumento de la gasolina, ampliación del empleo y el sensible tema de las subcontraciones. Sin dejar de lado factores de incertidumbre, como qué ocurrirá finalmente con los mapuches condenados, las investigaciones por errores en la identificación de osamentas de desaparecidos y las gravitantes tensiones con los países limítrofes.

Y muy probablemente se mantendrá el estilo Bachelet –perfilado desde la campaña electoral–, con su característico hermetismo y ordenamiento interno de su Gobierno. Asumiendo “de otra manera” los movimientos sociales a los cuales, ella misma precisó, no teme encarar “con diálogo”. En ello se inscribió el tan cuestionado como alabado “decálogo” a sus ministros, donde los llamó a anticiparse a los conflictos, abrir espacios de participación y dejar de lado las “agendas propias” y posiciones individualistas.

No es menor que en torno a todo esto sigan dando vueltas frases como “pérdida de liderazgo” o “hay mucho desorden y descoordinación”, lanzadas al aire por dirigentes y parlamentarios de la Concertación, precisamente lastimados o en desacuerdo con el “estilo Bachelet”. Algo que venía desde la campaña. Y que no sólo tiene que ver con los legisladores “díscolos”, sino también con los parlamentarios “disconformes”.

Quedan todavía más de tres años. Termina Bachelet sus primeros cien días con sondeos que la dan entre el 56 y el 70 % de aprobación. Y con una dinámica vertiginosa que, desde ya, va trazando el perfil de lo que será la gestión de la primera Presidenta de este país. LND

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