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¡CÓMO NO ESCUCHAR SU VOZ!

¡CÓMO NO ESCUCHAR SU VOZ!

Por Nano Acevedo
                  A la memoria de  Daniel Ruiz Oyarzo, voz del dial magallánico.         

                               Conocí a Daniel Ruiz Oyarzo en Punta Arenas de la mano de René Largo Farias. Verlos juntos hablar de radio era  tomar un curso intensivo en un par de horas. Ruiz Oyarzo era un hombre grueso y sólido como esos árboles que acurruca el sur en sus parajes desbordantes. Hospitalario como un templo, se daba maña para homenajear al huésped con los mariscos más codiciados. Dueño de una voz como pocas en las radioemisoras chilenas, los años lo elevaron al sitial de decano y voz del dial magallánico. Su irrenunciable postura política lo hizo cautivo de las tiranías más cruentas: la de Pinochet y la de las listas negras y censuras cavernarias.

Conversamos en Ñuñoa hace unos meses, su espíritu era el mismo; su salud resentida comenzaba a mermar su cuerpo. Siempre pensé que el “Negro” como le decían sus colegas, era un guerrero silencioso, que acumulaba penas y sinsabores. ¡Cómo no podían entender que ya estaba bueno de farras y cobardías, que había que tomar el toro por las astas!
 

Recuerdo que en 1992 en la calidez de su hogar, me mostró una casete dónde recitaba versos de Neruda. Lo invité a grabar a Santiago y sumé música a su trabajo: ¡Era un declamador soberbio! 
 

 A través de los pliegues de su voz el vate de Isla Negra, susurraba o fustigaba; era tan nítido su relato que, podíamos sentir el ajetreo de puertos lejanos y los pasos que huyen en la noche, a través de la magia de su recitación. Lo aplaudieron en Chile y en el extranjero. En Isla Negra su recital hizo ponerse de pie a los concurrentes. Nunca Neruda estuvo mejor representado, que por ese hombre moreno y estoico, donde los años grababan en su rostro ramalazos de olvido.

Los Festivales en la Patagonia y Chiloé supieron de su trabajo pulcro y elegante. De su profesionalismo a toda prueba. Su voz era un trueno que sosegaba al distraído y al inquieto. ¡Cómo no escuchar su voz!
 

Ahora se nos va, así en puntillas para no despertarnos. Deja en el umbral su vestón gris y se marcha. Nos abandona el ser, siempre al servicio de las causas justas. El que estuvo una vida, animándolo todo, desinteresadamente.

Déjame decirte Daniel Ruiz Oyarzo, camarada y padre, locutor de maravillas, héroe en otra edad del tiempo, que viniste a poner la pausa justa y la entonación correcta a la vida,                                        
                                         Así te recordaremos siempre.

1 comentario

nano acevedo -

El artículo que reproducen sobre Daniel Ruiz Oyarzo me pertenece.No entiendo como se lo adjudican al señor Maldonado.
¡Lamentable!