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ADIÓS A UNA MUJER GRANDE

ADIÓS A UNA MUJER GRANDE

3 mayo, 2013

La noticia me llegó de España, pese a que se produjo en Santiago de Chile. A comienzos de abril, falleció la abogada Alicia Herrera Rivera. Y con tal noticia atenazándome la garganta y haciéndome arder los ojos, me llegaron también los recuerdos de los primeros años de un exilio que nos cambió la vida.

 Alicia, fue una abogada de prestigio titulada en la Universidad de Chile, Jueza de La Serena, Secretaria de las Cortes de Apelaciones de Santiago y Valparaíso, Ministra de Corte y Presidenta de la Corte de Apelaciones de Concepción.

  Tras el golpe militar de 1973, dio una durísima batalla para salvar la vida del que fuera su esposo, el diputado y dirigente socialista Alejandro Jiliberto Zepeda, uno de los detenidos más torturados de los cuales he podido recibir testimonio en los años posteriores, fallecido ya hace unos pocos años.

 Casada y madre de cuatro hijos, emigró con ellos en 1974 hacia Rumania, primero, y Berlin RDA, después. Allí nos encontramos y establecimos una profunda amistad. Tanto, que nos trasladamos a España, juntas ambas familias, a fines de los ’70.

 En Madrid, comenzamos la dura lucha por insertarnos en aquella sociedad post franquista. Y nos fue bien. Ella fue capaz de mostrar nuevamente su faceta de mujer luchadora, culta, incansable y valiente, abriendo los ojos al mundo de la mujer, tan sometido en aquel país. Y ante la violencia intrafamiliar que se vivía allí, pronunció una frase que justificaba su apasionada acción: “El ensordecedor silencio de las mujeres que no se atrevían a gritar ante la justicia su cotidiana tragedia y el miedo que tienen las mujeres maltratadas a denunciar, fue lo que me incitó a trabajar por ellas”, dijo Alicia Herrera.

 Fue una de las fundadoras de la Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres, en 1983. Habitual invitada a informar en el Congreso español que reformaba la Constitución, se la considera una de las precursoras en aquel país de la igualdad entre hombres y mujeres.

 Trabajó en el Defensor del Pueblo, referente hispano para la defensa de los vulnerables, y participó en la creación de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. Fue entonces cuando su prestigio profesional y humano trascendió tanto, que fue Condecorada por la Reina Sofía con la Cruz de Plata de la Orden Civil de la Solidaridad Social.

 Me enorgullece haber sido su amigo. De haber compartido con ella y su familia las aventuras y desventuras de un exilio injusto, pero que transformamos en desafíos nuevos para crecer y no dejarse apagar, cual vela en el ocaso.

  Allá la reconocieron. Y allá le rinden tributo póstumo. Mujer grande que prestigió el nombre de Chile en el concierto internacional. Ahora, su propio país ha quedado en deuda con ella. Y nosotros, los que la conocimos y nos formamos con su ejemplo cotidiano, nos quedamos con la tristeza atenazándonos la garganta y sintiendo el ardor en los ojos bañados en recuerdos imperecederos.

Por Miguel Ángel San Martín
Fuente Diario Crónica de Chillan
Santiago de Chile 3 de mayo 2013
Crónica Digital