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Paul Newman, camino a la bendición

Paul Newman, camino a la bendición

La Nación 

Lunes 29 de septiembre de 2008   

Por Rodrigo Alvarado / La Vanguardia

Héctor Noguera, Luis Alarcón y Paulo Brunetti lo recuerdan

El viernes, a causa de un cáncer pulmonar, murió una de las últimas leyendas del cine estadounidense. A la espera de su funeral, queda la evocación del magnético actor que junto a James Dean y Marlon Brando renovó el cine en los cincuenta, pero también de un modelo de persona: consecuente, respetuoso y solidario.

Haciendo memoria, mucho antes que "buena poh Brad Pitt", en Chile se decía "de adonde saliste Paul Newman", cuando algún macho se jactaba de su aspecto. Si hasta el propio Arnold Schwarzenegger, alguna vez biototipo masculino de una generación anabólica e insustancial, recuerda que "los hombres querían imitarlo y las mujeres lo adoraban. Fue el último de los cool".

Pero detrás de su físico y los ojos azules que le convirtieron en un modelo de hermosura masculina universal, existió un actor imponente y un modelo de persona hasta el final de sus días. "Ya no soy capaz de trabajar al nivel que me gustaría. Empiezas a perder la memoria, la confianza, la inventiva. Así que esto ya se ha acabado", anunció su retiro con humildad a la cadena de televisión ABC, tres años después de filmar su última película, "Camino a la perdición" el 2002.

Durante años vivió con un complejo de chico guapo. Bromeó que imaginaba que su epitafio diría: "Aquí descansa Paul Newman, que murió al darse cuenta de que sus ojos azules se estaban volviendo marrones". Pero Newman murió a los 83 años el viernes en Westport (Connecticut) y a su epitafio le faltará espacio para escribir que con su partida se acaba una de las generaciones más revolucionarias de la cinematografía mundial. Una que rompió esquemas en los cincuenta y sesenta con James Dean y Marlon Brando a la cabeza.

 

EL ACTOR

Newman pasó por el Actor’s Studio de Nueva York junto a Brando y Dean. De los tres, él siempre fue el más amable, sin el aura de rebeldía que rodeó a sus compañeros. "Si Marlon Brando y James Dean definieron al macho americano desafiante como un rebelde hosco, Paul Newman lo recreó como un renegado amable, una figura muy bella (...) cuyo magnetismo era casi imposible de resistir", publicó The New York Times.

Su indiscutida calidad como actor, hizo que pronto, cuando tenía poco más de cuarenta años, fuera proclamado un clásico. En una carrera de medio siglo, Paul Newman participó en más de cincuenta películas, entre otras, "La gata sobre el tejado de zinc", "Dulce pájaro de juventud", "Butch Cassidy and the Sundance Kid", "El color del dinero" y "El gran salto".

A pesar de la leyenda y de ser nominado al Oscar ocho veces, ganó uno honorífico y otro en 1987 por "El color del dinero", una revisión de su papel de Fast Eddie Felson, el personaje que ya había encarnado en "El audaz". También triunfó en Cannes, trabajó con directores como Hitchcock, Huston, Altman, Scorsese y los hermanos Coen, y actores como Elizabeth Taylor, Lauren Bacall y Robert Redford. "La de actor no es una profesión creativa, es interpretativa (...) Antes de rodar ensayo dos semanas. Lo hago gratis, lo he hecho siempre", solía decir.

 

EL HOMBRE

Hace unas semanas, enfermo de cáncer, decidió abandonar el hospital y regresar a su casa de Westport. Allí, a miles de kilómetros del ruido de Hollywood, había vivido con su esposa, la gigantesca actriz Joanne Woodward, desde principios de los años sesenta, algo inusual en su profesión. "¿Para qué comerme una hamburguesa por ahí si en casa tengo un filete?", dijo en una entrevista.

En 1968, en la cima del estrellato hollywoodense, Newman dio el salto a la dirección, movido por el deseo de expresarse y también servir de vehículo a su esposa. "Rachel, Rachel" fue un penetrante retrato de mujer, que la crítica neoyorquina premió, optó a cuatro Oscar, entre ellos mejor película y mejor actriz protagonista. Le siguieron cinco filmes más.

Hombre de izquierda, progresista y soporte de causas como el matrimonio gay, también creó fundaciones de ayuda a niños enfermos (más de diez campamentos de verano), organizaciones de apoyo a drogodependientes (tras la muerte por sobredosis del hijo de su primer matrimonio), y donaciones que obtenía de su trabajo y de sus exitosas salsas (Newman’s Own). "Estoy satisfecho de haber participado en los hechos de mi época. No sé si ayudé a provocar cambios, pero al menos no me quedé con los brazos cruzados", dijo hace unos años. Tal vez, Paul Newman no se equivocaba tanto como parecía, cuando aseguraba que "si dejo algún tipo de legado no será en el cine".

 

 

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