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G8: atrapado en un círculo vicioso de hambre y petróleo

G8: atrapado en un círculo vicioso de hambre y petróleo

Internacional | 05.07.2008

Foto: Tal vez la sede del encuentro en Toyako inspire soluciones a los líderes del G-8.

Miles se manifestaron en Japón contra de la cumbre de los siete países más industrializados y Rusia en Tokayo. ¿Cómo piensa el G-8 enfrentar en el futuro la discriminación, la guerra y la destrucción del medio ambiente?

Hambre, epidemias, guerras: la rutina del horror en el mundo ha dominado cada cumbre de los principales países industrializados más Rusia (G8). Sin embargo, el club de los poderosos, que se dará cita del 7 al 9 de julio en la norteña isla nipona de Hokkaido, enfrenta un nuevo desafío: los problemas se multiplican y se está gestando una mezcla explosiva.

Pensar en término de plantillas -un fondo de ayuda aquí, un programa de desarrolla allá- apenas alcanzará para dominar los peligros.

Más que nunca, los jefes de Estado y gobierno de Estados Unidos, Canadá, Rusia, Japón, Francia, Reino Unido, Italia y Alemania deberán superar diferencias y unir sus fuerzas políticas y económicas. Es dudoso que pueda haber acuerdo en temas centrales con el saliente mandatario norteamericano George W. Bush.

El dictado del petróleo

Desde que el G8 se reuniera en junio de 2007 en la localidad alemana de Heiligendamm, bajo la presidencia de la canciller federal germana, Angela Merkel, los precios de la energía y los alimentos han sufrido un alza inédita.

Foto: Manifestaciones en Heiligendamm contra el G 8.

En aquel entonces el barril (159 litros) de crudo costaba 66 dólares y hoy se acerca a la marca de los 150 dólares, mientras algunos expertos incluso aventuran que llegará hasta los 200. Y en cuanto a las materias primas, alimentos básicos como la soja, el trigo y el maíz alcanzan precios récord.

Estos hechos tienen múltiples causas. Algunas datan de hace decenios y probablemente también son responsabilidad de los Estados del G8: ayuda al desarrollo mal dirigida, cierre de los propios mercados y millonarias subvenciones a la propia agricultura.

Desde que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional destaran la alarma en su reunión de abril y advirtieran de revueltas y guerras, los políticos buscan soluciones para conjurar los peligros.

La política debe romper con un círculo vicioso. La demanda de la energía permanece alta especialmente por las economías de China e India, de elevado crecimiento, mientras a corto plazo la oferta apenas se modifica. Además los mercados financieros internacionales especulan con el crudo. Los gobiernos, que temen ver afectado su propio crecimiento económico, parecen impotentes.

Allí donde se consume gran cantidad de combustibles fósiles como petróleo también es mayor la emisión de los gases que causan el efecto invernadero. Estados Unidos y China lideran a los «contaminantes» globales. Pero ya se han cobrado su precio.

Que el gobierno chino aumente los precios de la gasolina, controlados por el Estado, no busca precisamente hacer más ahorrativos a los ciudadanos, sino reducir la gigantesca factura petrolera, que ahora es pagada parcialmente por los ciudadanos. También los estadounidenses, malacostumbrados durante décadas a bajos precios de combustible, se despiden de vehículos de gran potencia.

Ecología y hambre

Foto: La lucha contra el hambre.

Además Europa enfrenta la acusación que sus ambiciosas metas de protección climática causen el hambre, y que gobiernos de África, Asia y América Latina sucumban ante el alza global de precios y deforesten bosques tropicales, baluartes contra el cambio climático.

Pocas ideas han perdido credibilidad tan rápidamente como el intensificado uso del biocombustible, la producción de combustible a partir de las plantas.

Después de que Bush abogara por un mayor uso de biocombustibles en los coches, se registró un fuerte alza de precio para los campesinos que siembran maíz en el vecino México, pero también hubo disturbios entre los pobres, que ya no pueden pagar su alimento diario.

Foto: Urge encontrar soluciones para todos.

La alimentación de los pobres se ha convertido en un problema central, ya que las organizaciones humanitarias también compran en el mercado mundial. En vez de enviar a África los excedentes de los campesinos de Estados Unidos y Europa, como era antes, hoy enfrentan depósitos vacíos.

Esto demuestra el error de las políticas de desarrollo, ya que la gente no puede alimentarse sola en los países en desarrollo. Los países agrarios en América y Europa no tenían mucho interés en fomentar la competencia en el resto del mundo.

Nuevos estrategas

Durante sus conversaciones -rodeados por una naturaleza intacta- los líderes del G8 no sólo tendrán la oportunidad de desarrollar estrategias conjuntas. También tendrán de visita a jefes de Estado y gobierno de siete países africanos, así como las economías emergentes de China, India, Brasil, México y Sudáfrica. Y no bastará con recordarse promesas pasadas.

Foto: ¿Esperanza de cambio?

Será interesante ver cómo se presentan los nuevos líderes en el círculo del G8. ¿Podrá el presidente ruso, Dmitri Medvedev, ganarse rápidamente las simpatías en su debut, como lo hiciera su antecesor Vladimir Putin hace ocho años? ¿Cuán constructivo será de regreso el jefe de gobierno italiano, Silvio Berlusconi, en la mesa de negociaciones? ¿El primer ministro británico, Gordon Brown, con fuertes problemas internos, buscará recuperar la imagen con una iniciativa de relaciones exteriores? El propio anfitrión, el jefe de gobierno japonés Yasuo Fukuda, tampoco goza de mucho apoyo en su propio país.

El presidente Bush se despedirá del círculo de poderosos. Se cree que en su última cumbre hablará especialmente sobre los puntos conflictivos del globo: el programa atómico iraní, el conflicto de Cercano Oriente, la guerra civil en Darfur.

Las metas de protección climática vinculantes, un acuerdo comercial global a favor de los países más pobres o un saneamiento de la economía norteamericana, cuyo mal estado perjudica a los socios, serán responsabilidad el 2009 del próximo presidente estadounidense: el demócrata Barack Obama o su rival, el republicano John McCain.

Martin Romanczyk (DPA)

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