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Allende Porteño

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Memorias del ex alcalde Sergio Vuskovic rescatan la figura de Allende en Valparaíso

 Por Nelson Muñoz Mera

Salvador Allende nació en Santiago y vivió en Valparaíso. También amó profundamente a este puerto, a su gente y sus costumbres. Dos porteños que fueron muy cercanos suyos recuerdan ahora esa relación con una ciudad que lo conserva en su historia.

La figura de Ramón Allende Padín, abuelo del Pesidente, ya tenía una clara y definida participación social. Pertenecía a la masonería y llegó a ocupar el cargo de Serenísimo Gran Maestro, con un gran legado en el terreno educacional. En medio de un sector popular del puerto y en las cercanías de la Iglesia La Matriz, adquirió un terreno y construyó la Escuela Blas Cuevas. Su padre, Salvador Allende Castro, abogado y Notario porteño, también integraba la masonería y se casó con Laura Gossens Uribe.

Allende Gossens, figura como fundador del Partido Socialista en Valparaíso, ciudad en donde creció y se formó para la vida política.

Pese a que Allende desarrolla una intensa actividad en la zona como candidato y mandatario, era considerado un porteño más. La memoria tangible no está presente, solo quedan los recuerdos de ex colaboradores y amigos que rescatan parte de su memoria.

Ex Alcalde y amigo personal

 Sergio Vuskovic Rojo fue nombrado alcalde de Valparaíso desde 1970 hasta 1973 y pertenece a la larga lista de autoridades del gobierno de la Unidad Popular que pasaron a ser "presos políticos" durante la dictadura.

Vuskovic conoció la Esmeralda en su calidad de alcalde y como detenido y torturado. Posteriormente, permaneció ocho meses en la isla Dawson y los campos de concentración de Puchuncaví y Ritoque, antes de partir a Italia donde permaneció en el exilio hasta el año 1989.

Su labor como catedrático le ha permitido dar a conocer la figura de Allende, su obra y pensamientos -corresponde a cumplir con una  responsabilidad histórica que tenemos quienes le conocimos y participamos durante su gobierno, afirma- al momento de terminar de escribir un libro sobre Allende "El Porteño Universal", proyecto en el cual el autor ha trabajado por espacio de cinco años.

Vuskovic participó en la campaña presidencial del 52. Allí conoció a Allende, integrando el comando juvenil. Como candidato debía tener un local propio y lo consiguió en un viejo edificio ubicado en la parte posterior de la Catedral, donde se arrendaban unas oficinas pertenecientes al arzobispado. Allende personalmente arrendó y pago de su bolsillo -el comando no tenía dineros-, además se preocupó de comprar unas 20 sillas y una mesa que resultó estar apolillada; y hasta un par de ampolletas tuvo que comprar para iniciar la primera reunión en dicho local.

Durante las campañas del 58 y 64, las relaciones políticas y la amistad de Allende y Vuskovic se van consolidando. Hoy, a sus 80 años, éste le recuerda como un amigo leal, irónico, rápido en las respuestas y con gran sentido del humor.

Valparaíso durante la Unidad Popular

"En su gobierno hubo un preocupación especial por el puerto, el Presidente se encargaba personalmente que así fuese, desarrolló obras en la educación, lo mas significativo fue la nueva construcción del Liceo Eduardo de la Barra; las obras de instalación de agua, alcantarillado y luz eléctrica en los diversos cerros del puerto; la edificación del hospital Van Buren y un sinnúmero de obras y acciones en materias de orden político, administrativo y social", recuerda Vuskovic.

"Él estaba orgulloso de las obras del puerto; se emocionó al momento de inaugurar "El parque del Pueblo Lenin", con una casa comunitaria, tres piscinas y áreas verdes, que estaban abiertas a la gente de los cerros. Luego de ese acto me comentó con firmeza: ‘Sergio, te aseguro que el 76 me presentaré como candidato a senador por Valparaíso'. Se le salía el alma porteña, tal como él lo reconocía", rememora.

Vuskovic mantuvo una larga amistad con Allende, esta se cultivó en el plano político y personal. En muchas ocasiones el Presidente estuvo en la casa de Sergio Vuskovic; incluso compartieron fiestas de fin de año con Hortensia Bussi, además de prolongadas comidas en medio de las campañas políticas. Durante su mandato, Vuskovic era invitado con su esposa al palacio del Cerro Castillo donde las opiniones políticas diversas se cruzaban en los salones.

En ocasiones, el alcalde y el Presidente iban a un restaurant en Viña llamado "El Turco Talip", donde él siempre pedía carne a la olla, ensaladas y una botella de vino."Solíamos hablar durante horas de variados temas, él quería siempre saber lo que ocurría en los diversos ámbitos del quehacer regional, estaba siempre preocupado por la ciudad por la cual sentía mucha admiración, particularmente porque siempre obtuvo una alta votación. Por ejemplo, el año 70, la votación favoreció a Allende dejando atrás a Radomiro Tomic por 36 mil votos de diferencia, él se sentía porteño y estaba permanentemente reconociendo el apoyo brindado por sus seguidores", cuenta.

Debilidades de Allende

"Es verdad que tenía sus preferencias al momento de estar aquí en el puerto. Los erizos y los locos mayos eran su debilidad, siempre pedía esa entrada y luego el caldillo de congrio o pescado frito. Pese a que siempre le invitaban a comer a casa de dirigentes, el prefería ‘las picadas'. Las encontraba más auténticas y se rodeaba de gente que lo saludaba en las mesas; los garzones y los dueños se sacaban fotos con él", recuerda Vuskovic.

En muchas ocasiones, Allende señalaba: "cada vez que vengo no me puedo perder las calugas de pescado del loco Raúl", un pescador que tenía un restaurante frente a la Caleta El Membrillo. A la llegada, Raúl Quezada saludaba a su clientela de un modo muy agradable. En ocasiones, Pablo Neruda también le acompañaba en estas incursiones culinarias que duraban largas horas de conversaciones.

"Saliéndose de todo protocolo, lo que preocupaba a la seguridad, Allende acudía a los lugares que ya había conocido. Por ejemplo iba al local ‘Los guatones Ochoa', ubicado en el barrio chino del puerto; sus dueños, un matrimonio y su hijo, eran notoriamente gorditos y preparaban el pescado y los mariscos de una manera muy sabrosa. Allí llegábamos, junto al Presidente, Armando Barrientos, alcalde de Viña; Armando Giudice, abogado y masón, uno de sus amigos más antiguos en la zona; dos amigos médicos (uno de ellos Humberto Casalli), Luis Guastavino, que fue regidor y diputado; y Gloria Fernández, de la Cámara de Comercio, entre otros".

"Luego de los almuerzos en medio de las campañas, él pedía un sillón o una cama para dormir la siesta, que no perdonaba nunca. Debo enfatizar que nunca pasaba más de tres copas de vino tinto, y luego por la noche se tomaba un wisky, hubo toda una historia torcida acuñada por la dictadura sobre el tema".

"En muchas ocasiones, íbamos a celebrar los actos en el "Club Valparaíso" de plaza Aníbal Pinto. Su amplitud permitía realizar los actos en medio de los comedores. Lo mismo ocurría con los encuentros en el Hotel Prat, profesionales, comerciantes e industriales de la zona se reunían en actos políticos, con discursos y comida".

Vamos a ver a Neruda

Vuskovic recuerda que una mañana del 72, luego de inaugurar unas viviendas en uno de los cerros de Valparaíso, el Presidente lo llamó para un lado y le pidió que lo acompañara a ver a Neruda. "Casi inmediatamente de confirmar por radio que éste se encontraba en casa, nos dirigimos al helicóptero y llegamos casi a mediodía a su casa. En la casa del poeta nos recibió Matilde. Pablo estaba sentado en el sillón frente a un ventanal, con corbata y terno; se sentía un poco enfermo, lo que no impidió compartir un vino tinto especial que mandó a buscar. Unas empanaditas de mariscos y otros picadillos permitieron un grato encuentro entre grandes conversadores por excelencia, fue la ultima vez que les vi juntos, ambos se respetaban y apreciaban notoriamente, se tenían gran confianza", relata.

En su casa oficina con vista al mar, Vuskovic evoca a Allende en medio de libros y recuerdos "una persona muy conversadora y agradable; hablaba de cualquier tema, sin prepotencia. Sabía escuchar a la gente, que le rodeaba; su educación y conocimiento le hacían merecedor de un gran respeto. Siempre supo ganarse la admiración de ateos, católicos, independientes, pastores evangélicos, masones, independientes y, en general, de todos los partidos. Llamaba la atención el cariño que la gente sentía por él, siempre profundo y reflexivo"

El interés por Valparaíso y la amistad con Vuskovic permitían una línea directa entre ambos. Los llamados desde La Moneda eran motivados por saber opiniones políticas o qué pasaba en el puerto, saber de qué manera se avanzaba en los proyectos desarrollados en beneficio de los habitantes de los cerros. En otros momentos, la amistad tendía alguna invitación para que el alcalde y su esposa, Elena Villanueva, le apoyaran en las actividades generadas por la invitación de niños de diversos colegios a pasar sus vacaciones en el cerro Castillo y así probar la comida preparada por el mayordomo de la Armada que frecuentemente le traía a Allende una fuente de mariscos.

El regalo que nunca recibió Allende

"Todos sabían de su afición por las corbatas, -esa es una corbata presidencial-, sentenciaba Allende a Vuskovic. Este hizo el comentario a un amigo común y dueño de una textil, Elías Maluk, cónsul de Siria, quien se comprometió a regalarle al Presidente una docena de corbatas con diseños exclusivos. El 8 de agosto de 1973 se inauguraba "La Feria del Mar". Allende no pudo asistir y en su representación lo hizo la Tencha. Al querer entregarle a ella las corbatas, me indicó, eres tú quien personalmente debe hacerlo".

Por mas de 30 años, este ex alcalde porteño ha guardado con celo y silencio las corbatas que representan un nostálgico recuerdo. Sólo dos de ellas ha regalado: durante su exilio en Italia, a un profesor de la universidad de Bologna; y otra al porteño Federico Raby.

 

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