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Después de Fidel, el Ejército manda en Cuba

Después de Fidel, el Ejército manda en Cuba

Lanacion.cl / Sábado 1 de marzo de 2008   

 Por Fernando García/La Vanguardia 

El relevo en la dirección política ha reafirmado al poderoso clan militar, que en la práctica domina la economía a través del control de empresas claves para la subsistencia de la isla y el gigante presupuesto que ellas le reportan.

 El Ejército cubano cobra nuevos bríos. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) ven reforzado su poderío con el nombramiento de Raúl Castro como Presidente de los consejos de Estado y de Ministros. Un poderío que no se basa en la capacidad de la maquinaria militar, sino que en el dominio de la economía a través de un imponente entramado empresarial, en una considerable penetración en la sociedad y en una relevante presencia dentro del Partido Comunista y las altas instituciones del Estado.

El primer nombramiento que Raúl hizo tras su propia elección y la del resto del Consejo de Estado fue el del nuevo titular de Defensa: un cargo que Raúl venía desempeñando desde hacía más de 48 años, lo que por cierto le convertía en el ministro más antiguo del mundo en este ramo. El flamante Jefe de Gobierno entregó el testigo al general del cuerpo del Ejército (tres estrellas) Julio Casas Regueiro, quien hasta ahora no sólo era su lugarteniente y su primer viceministro, sino el supervisor de todas las actividades económicas del Ministerio de Defensa. Y eso es mucho.

Casas sumó su nombramiento dentro del Gobierno al de su elección como único nuevo vicepresidente del Consejo de Estado, institución técnicamente parlamentaria, pero la de mayor peso en el ámbito puramente político. Cinco de los siete miembros de la cúpula de este consejo (todos menos Carlos Lage y Esteban Lazo) son militares. Entre los restantes 24 integrantes del mismo órgano, la Asamblea Nacional integró a otros dos generales de tres estrellas (sólo Raúl tiene cuatro), Leopoldo Cintras y Álvaro López, así como a los comandantes de la revolución Ramiro Valdés y Guillermo García Frías.

La reafirmación del clan militar en la dirección política de Cuba es uno de los aspectos más importantes del relevo materializado el domingo pasado en La Habana.  O incluso, el más interesante en el fondo si se descarta -como en realidad estaba descontada desde un principio- la determinante influencia de Fidel en las decisiones adoptadas ese día.

La elección del ortodoxo comunista José Ramón Machado Ventura como número dos pudo ser un jarro de agua fría para quienes tenían la vista puesta en Carlos Lage como esperanza blanca para nuevas y necesarias reformas económicas. Pero ni Raúl se ha desprendido de Lage ni Lage es la única pieza esencial para una mejora en la deteriorada situación financiera y presupuestaria de la isla.

Quienes de manera más notable han impulsado y siguen impulsando cambios sustanciales en la economía del país son, ante todo, los militares: aquellos que, desde un enorme holding de alrededor de 800 empresas con posiciones hegemónicas o de monopolio en el turismo, la construcción, la industria básica, el azúcar y la agricultura, controlan una porción de la economía que algunas fuentes (Reuters y el Instituto de Estudios Cubanoamericanos de la Universidad de Miami) sitúan por encima del 50%.

Para más detalle, a la gigantesca estructura societaria de las FAR se le atribuye el 89% de las exportaciones, el 59% de las ganancias procedentes del turismo y el 66% de las ventas en divisas.

Laboratorio económico

Pero aquí no se trata sólo de cantidad, sino de la búsqueda casi maniática de la eficacia y la disciplina en la gestión de las compañías. Es lo que oficialmente se denomina política del "perfeccionamiento empresarial", una doctrina, pero también un sistema que obliga a las compañías asociadas a mantener unos exigentes requisitos de eficacia y productividad.

La política en cuestión se impuso a raíz del desplome de la URSS y el fin de sus ayudas al Ejército cubano. La situación llevó a los Castro a tomar dos medidas: una drástica reducción de los efectivos militares -que bajaron de 300 mil a unos 50 mil soldados- y oficiales regulares a costa de suspender el apoyo a movimientos independentistas en el exterior, y una reconversión económica del ejército. El objetivo era autofinanciar las FAR, y esto se logró mediante la creación de una estructura empresarial cada vez más profesionalizada y eficiente.

La creación del holding militar llevó consigo el surgimiento de un laboratorio de política económica en el seno del Ejército.

En 1998, el perfeccionamiento se extendió por decreto a todo el mundo empresarial del Estado. Aunque los resultados fueron extraordinarios, la aplicación del sistema sufrió un bajón hacia el 2003, al chocar con las medidas de centralización de la economía que entonces impuso Fidel.

Pero en julio del 2007, Raúl anunció la revitalización del perfeccionamiento, que ahora quiere reforzar con la reafirmación de las FAR en el Gobierno.

El modesto tamaño del ejército cubano en número de soldados regulares no debe confundir. Fuera del núcleo profesional hay unos 26.500 paramilitares, entre 20.000 y 30.000 reservistas y una entrenada milicia territorial de 700.000 hombres y mujeres.

  

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