Blogia
Centros Chilenos en el Exterior

FIDEL MEJORA, PERO CUBA SIN NOVEDAD

FIDEL MEJORA, PERO CUBA SIN NOVEDAD

Ya por más de un mes el navío cubano está a la deriva sin su timonel: Fidel, aunque enfermo, sigue  comunicándose con su pueblo en forma epistolar.

            Formalmente, el timón está en manos de Raúl Castro, que no es político público, ni tribuno, sino tan sólo alto cargo oficial. Y, además, en comparación con el hermano, no goza de gran prestigio. Sin embargo, los cubanos no conciben la vida sin su jefe. No obstante, la salida parece ser inevitable. La ausencia del padre de la nación hizo reflexionar a sus súbditos sobre la imposición de la época y la inevitabilidad de cambios venideros. Pero todo esto no es tan fácil como pueda parecer. Si durante cinco decenios consecutivos Fidel no simplemente fue jefe sino  cerebro del país, resulta fácil comprenderlo.

            A juzgar por todo, la convalecencia de Fidel avanza lenta, pero positivamente. No obstante, la variante óptima para Cuba sería no el retorno de Castro al proscenio político, sino el definitivo abandono de la vida política por el patriarca, lo que daría luz verde a las reformas. Si Raúl se retira en pos de su hermano, las probabilidades de las reformas aumentarían. Lamentablemente, esa variante tan optimista sólo podría ser considerada como deseo y en modo alguno, como posibilidad real. Pero cuanto más largas se les dé a las reformas, peor será la situación de los cubanos.

            Hace poco la "Gaceta Oficial" publicó nuevas enmiendas introducidas en las reglas relativas a la salida de los cubanos de la Isla de la Libertad. Si antes el cubano sencillo podía salir al extranjero (por supuesto, no se trata de las visitas oficiales) a invitación de conocidos, amigos y parientes, pues ahora solamente a invitación de los parientes más próximos. Los padres pueden invitar a sus hijos y viceversa. Esto es todo. Por consiguiente, si usted tiene en Cuba a un viejo amigo, no podrá recibirlo en Moscú; tendrá que comprar pasaje para ir a La Habana.

            Procede señalar que, al parecer, la mayoría de los cubanos ya se acostumbró a las restricciones políticas. En todo caso, anhelando reformas, los cubanos con los que me he entrevistado durante dos últimas semanas, dieron prioridad a los problemas económicos y no a los políticos. Los cubanos eluden fosos, erizos y obstáculos políticos como lo hacían los rusos en la época soviética. Los disidentes más firmes se fugan del país y los demás se adaptan a la vida pasando a la "clandestinidad de cocina" donde es posible discutir por la libre todos los problemas en "intimidad".

            Si, por ejemplo, las autoridades prohíben al cubano tener su teléfono celular, éste busca a un extranjero que compra el teléfono a nombre propio y luego lo formaliza a nombre del cubano, es decir, a su manera "se lo da en arriendo" al isleño. Naturalmente, las autoridades están al tanto de ese engaño forzado de sus ciudadanos, pero  lo pasan por alto. Es el socialismo típico en ocaso, cuando la observancia formal de las prohibiciones es más importante que el cumplimiento real de las leyes, y la demostración ostentativa de la lealtad, más importante que las convicciones internas.

            Hablando de los problemas económicos del país, la práctica totalidad de los cubanos se refiere, en primer lugar, al bloqueo norteamericano, lo que tiene su explicación sicológica. Entretanto, el bloqueo económico impuesto por EE.UU. a los cubanos, no sólo es antihumano sino también absurdo. Aunque por la mera razón que el bloqueo ---mejor que cualquier propaganda oficial cubana--- la encubre, siendo en realidad la causa principal de los problemas económicos de la Isla de la Libertad: la ineficiencia de la economía socialista.

            No me imagino en qué cuarto oscuro guardan los norteamericanos su pragmatismo hablando de Cuba, pero comprendo perfectamente que mediante bloqueo Washington no hace más que estimular el antinorteamericanismo en Cuba y frenar las reformas democráticas y de mercado en la isla. Es obvio hasta qué punto es absurda la política exterior de EE.UU. .

            Actualmente,  los cubanos más afortunados en lo económico (salvo, naturalmente, la cúspide) son los que de alguna manera están vinculados con el turismo extranjero, entre ellos, propietarios de pequeños restaurantes privados,  prostitutas que ofrecen servicios por dólares y sus chulos, vendedores ilegales de habanos, taxistas  que "montan la guardia junto a los hoteles" y los ciudadanos alquilando habitaciones a los turistas extranjeros. En cuanto a este último negocio,  lo practican tanto legalmente pagando cuantiosos impuestos al Estado, como ilegalmente, lo que es más ventajoso, pero se corre el riesgo de que el vecino envidioso pueda comunicárselo al "Comité de defensa de la revolución" del barrio, lo que amenaza con serios problemas y hasta con prisión.

            El resto de los ciudadanos sobreviven como pueden, es decir, cobrando un salario estatal de diez dólares y gracias a la canasta de comestibles (sistema de cartillas). Agreguen a ello la educación y la asistencia médica gratuitas. Naturalmente, nadie está en contra de la educación gratuita en Cuba, pero el problema es el hambre que acosa antes y después de las clases, lo que fastidia. Además, hasta la igualdad social cubana, vista de cerca, es ilusoria. La causa es evidente: Fidel tampoco pudo superar la corrupción.

            Al dar a la gente la prestigiosa profesión de médico, ingeniero o jurista, el socialismo fue incapaz de remunerar dignamente su trabajo y, al enseñarle a pensar,  sembró dudas en el cerebro de los instruidos respecto a la eficiencia del sistema socialista. El matrimonio, al que en La Habana alquilé la habitación, economistas de profesión, prefirió al servicio estatal un negocio pequeño pero independiente que les proporciona mayores beneficios y cierta libertad de acción. Tales ejemplos abundan.

            Pero no cabe hiperbolizar el problema. Según dijo con razón Talleyrand, "todo lo hiperbolizado es insignificante". Naturalmente, la oposición cubana es aún dispersa y en lo fundamental su campo de acción se reduce a la cocina.  Conviene reconocer que en las provincias las protestas son mucho más tímidas que en la capital. En resumen, no es fácil observar la diferencia en los ánimos de la juventud y la gente de edad. Las tendencias de la juventud hacia los cambios son más radicales que las de sus padres. La generación mayor teme cambios: menos fuerzas, más inercia acusa su mentalidad. De tal modo, al resumir los "pro" y "contra", la mayoría de la población del país (a costa de la provincia y la generación mayor) presta aún apoyo al poder.

            Pero, por más de una vez la historia se encargó de demostrar que en el viraje crucial de la historia entra en vigor una aritmética totalmente distinta. No es la provincia sino la capital que conduce tras sí a la población del país, no los ancianos sino los jóvenes son más activos en el período de los cambios revolucionarios, y por último, en ese período la bayoneta es mucho más convincente que el voto en las elecciones.

            De aplicar esta metodología, el cuadro será distinto. La práctica totalidad de habitantes capitalinos, no mayores de 35 años, con los que pude conversar, sueñan con reformas. Y, además, no reparan en expresiones hablando con un extranjero. Naturalmente, tales conversaciones no pretenden ser una investigación sociológica de pleno valor, pero creo que ese fenómeno puede ser considerado como un síntoma significativo. Con tanta más razón que entre los interlocutores figuraron estudiantes,  arquitecto, músico, economista, ingeniero, obrero de construcción, propietario de un inmueble, ama de casa, taxistas y hasta un policía en la playa.

            El policía se acercó a mí para advertir que era necesario prestar más atención a mis cosas y al enterarse de donde soy, el joven se interesó por la situación en Rusia. Tras haber escuchado la respuesta, dijo que algo parecido tendría que pasar en Cuba. A la pregunta relativa a la salud de Fidel, el joven se encogió con escepticismo de hombros y dijo: "Mejora, pero eso no cambia nada. Según se puso en claro, en  nuestro país hay muchos Fideles. Así que de él no depende nada. Existe el sistema y es necesario reformarlo".

            La conclusión hecha por este disidente uniformado es quizás el resultado principal de las reflexiones de muchos meses de los cubanos. Si hace medio año todas las conversaciones giraron en torno a la posibilidad de sobrevivir sin el jefe, pues ahora para mucha gente Fidel ya pertenece al pasado. Pero, al mismo tiempo, el patriarca no perdió respeto de sus conciudadanos. Son raros los cubanos que ponen en duda los logros de Castro y, en primer lugar, la obtención de la verdadera independencia por el país. Pero se esperaba mucho más de la revolución de 1959.

            Es imposible seguir viviendo con la esperanza de que algún día se llegue a llenar la canasta social. Esto humilla al cubano no menos que en las épocas anteriores cuando sufría humillación de parte de los norteamericanos que habían convertido la isla en un enorme prostíbulo y casino para la mafia.

            Por consiguiente, las reformas en Cuba no se harán esperar.

Piotr Románov

http://sp.rian.ru/analysis/20070604/66624144.html

0 comentarios