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El profesor argentino que lucha contra el esmog

El profesor argentino que lucha contra el esmog

Guillermo Scallan llama a las a empresas sumarse –hasta hoy- a campaña para reforestar Santiago

Leyla Ramírez
La Nación

Llegó desde Buenos Aires hace más de una década, con una carrera de Derecho a medio terminar y con el sueño de estudiar -en nuestro país- pedagogía Waldorf, sistema de aprendizaje que profundiza en el conocimiento de la naturaleza humana.

Aquí se enamoró de una chilena (separada con tres hijos) y de nuestro vapuleado Santiago. Para Guillermo nuestra capital era un lugar privilegiado: una de las pocas ciudades del mundo con tan bello marco: la imponente cordillera. Pronto se dio cuenta que apreciarla en su magnitud era un realidad posible sólo en días despejados o tras una lluvia invernal: una densa capa de humo gris ocultaba a simple vista tal paisaje. No tardó tampoco en comprender que una parte no menor de ese tóxico polvo en suspensión tenía su origen justamente en las laderas de los cerros depredados por el crecimiento de la ciudad hasta los sectores más altos. Calles y pavimento cubrían zonas en las que antes siempre hubo bosques. Santiago se asfixiaba.

Por eso tras terminar sus estudios e ingresar a trabajar como docente al Colegio Giordano Bruno, Guillermo junto a dos amigos chilenos y uno uruguayo fundó la ONG Cultiva (2000), cuyo fin era desarrollar en los jóvenes no sólo el intelecto sino también la formación de la voluntad a través de un desafío de marca mayor: ayudar a descontaminar la ciudad. Proyecto que asumieron desde una de las veredas más complejas: reforestar la precordillera santiaguina con bosque nativo. Una solución lenta, a largo plazo, casi titánica, pero la única lo suficientemente radical como para eliminar el problema de raíz. “Nos llamó la atención que en Santiago las generaciones de jóvenes crecen con la convicción que ésta es una ciudad contaminada y que no hay nada que se pueda hacer. Nuestra apuesta era demostrarle a los jóvenes que los cambios dependen de uno y que si uno pone su voluntad al servicio de algo puede transformar muchas cosas”, dice Guillermo.

Partió plantando quillay, maitén, peumo, algarrobo y algunos arbustos nativos con un grupo de alumnos -de 12 a 18 años- de su propio colegio. Una invitación que pronto se extendió a otros establecimientos educacionales de la capital. Hoy Cultiva tiene 70 colegios asociados y 10 mil estudiantes reforestando la precordillera capitalina.

Ya llevan 35 hectáreas cultivadas, bajo la certeza que cada árbol ayuda a retener el polvo, a producir oxígeno y a fijar el suelo. Su meta es llegar a 500 hectáreas. “Los jóvenes se comprometen en un programa de dos años. Los capacitamos y luego realizan las plantaciones en un terreno, cuyo propietario ha firmado un convenio donde se compromete a que ese bosque permanecerá para Santiago. Luego de plantar, la tarea de los chicos es preocuparse de esos árboles, sobre todo en verano, época donde se organizan y hacen turnos de riego para que las plantaciones no mueran”. Ya han tapizado de verde dos sectores de la precordillera de Peñalolén, dos en La Reina y una de Las Condes, además de la mitad del cerro Calán. “Ahora queremos plantar la otra mitad y sumar el cerro Renca”, dice.

Para lograr ambas metas hace unas semanas dieron vida a la campaña Por un aire limpio para Santiago, a través de la cual piden a las empresas comprometerse con cien mil pesos para dotar de árboles a ambos cerros. La campaña cierra hoy y Eduardo está optimista. Espera sumar más que las 300 empresas de 2006. “Más que el aporte la idea es que las empresas se comprometen con el tema ambiental”. El soporte de su confianza son sus pupilos con conciencia ecológica. “Tenemos un equipo imbatible que está convencido que este tema se puede resolver de esta manera”.

 

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