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Es hora de tener una moneda común en Sudamérica

Es hora de tener una moneda común en Sudamérica

Rafael Correa, flamante Presidente de Ecuador

El doctor en Economía de la Universidad de Illinois, de 43 años, se define como de izquierda “cristiana, no marxista”, asegura que su país no saldrá de la dolarización durante su Gobierno, pero advierte sobre la necesidad de avanzar sobre la lógica de la colaboración y no de la competencia entre los países de la región.


Martín Sivak

Rafael Correa, el economista de centroizquierda que será investido mañana como Presidente de Ecuador, hizo su ingreso al mundo de los mandatarios el 8 de diciembre, en la Cumbre Sudamericana de Naciones. Ese día, Correa llegó a Cochabamba (Bolivia) en el mismo avión brasileño que llevó a la ciudad a Luiz Inàcio Lula da Silva, y en menos de un día se reunió con varios presidentes en ejercicio.

Correa llevaba entonces el cartel de Presidente electo, el mismo que el nicaragüense Daniel Ortega, pasajero del Airbus oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Habían pasado menos de dos semanas desde la segunda vuelta presidencial del 26 de noviembre. El millonario Álvaro Noboa le había dado un tono de guerra fría a la campaña electoral al anunciar que si su oponente ganaba, Ecuador entraría irremediablemente en el comunismo y sería tutelado desde Caracas por Hugo Chávez Frías. De poco le sirvieron las amenazas: obtuvo el 43,3% de los votos, pero Correa le ganó con el 56,6%.

Antes de portar el cartel de Presidente electo, Correa llevaba el cartel de amigo de Chávez, y buena parte de la prensa del continente quiso instalar, como en el caso del balotaje peruano entre Alan García y Ollanta Humala, que el Presidente de Venezuela ponía en juego su proyecto continental en las elecciones del Ecuador. Esa vez, sin embargo, Chávez eligió la discreción.

Correa nació en Guayaquil, tiene 43 años, estudió economía en la Universidad Católica, se doctoró en esa misma especialidad en la Universidad de Illinois y fue ministro de Alfredo Palacio, Presidente de transición después de la caída de Lucio Gutiérrez en abril de 2005. Correa se ve a sí mismo como un hombre de izquierda: “No izquierda marxista, sino cristiana”.

En el inicio de esta entrevista, cuando se disponía a desayunar un café negro con pan y sandía, decidió hacer una introducción:

“Estamos en un cambio de época. El modelo neoliberal ha colapsado y está siendo superado a lo largo y ancho de la región. Nuevos esquemas democráticos se están imponiendo. Más justos, más cercanos a nuestra realidad, más dignos y más soberanos. Eso significa un cambio de era para la región una vez enterrado el modelo neoliberal que la destruyó. ¿En qué consistió? En que la sociedad se entregó a una entelequia llamada mercado; todo era mercancía: el agua, el trabajo, la educación. Las sociedades deben retomar el control de los países. Lo importante es la acción colectiva y para esa acción colectiva es importante el rol del Estado”.

En las cumbres de los presidentes sudamericanos la palabra mágica es integración. Todos la repiten porque, en algún punto, le da sentido al encuentro. Correa no es la excepción, pero lo hace a su modo:

“Aislados, esta globalización nos matará. La globalización busca mercados y se maneja con la lógica de la competencia. Nosotros debemos recuperar la lógica de la cooperación y de la integración en todos los planos. Todos”.

–Precisamente, las dificultades para esa integración han marcado la agenda de las relaciones en América del Sur, y en parte por las propias asimetrías entre los países.

–Si no me hubiese puesto a pensar en esas dificultades no estaría aquí. La convicción de los nuevos dirigentes de América Latina es lograr lo que supuestamente era imposible.

–¿Cómo se puede compatibilizar esa nueva integración con los Tratados de Libre Comercio (TLC), un tema crucial para Ecuador y otros países andinos como Bolivia, Colombia y Perú?

–Ese es un problema grave. Si queremos una verdadera integración en Sudamérica, debemos tener mucho cuidado con esa firma de convenios bilaterales. Los TLC atentan contra la integración y contra la normativa andina.

–¿Y usted que hará como Presidente?

–Nosotros no firmaremos el TLC y buscaremos la integración latinoamericana.

–En Argentina se salió de la convertibilidad después del derrumbe. ¿Cuál es su plan para lidiar y eventualmente salir de la dolarización?

–La nueva convertibilidad sacó a la Argentina de la convertibilidad después de 44 meses de recesión. Cuando se implementó la dolarización ecuatoriana el modelo era Argentina. Se derrumbó la convertibilidad y resulta que convertibilidad y dolarización no tenían nada que ver. Y eso es una falsedad. Técnicamente son lo mismo. Lo mismo que padeció Argentina lo está sufriendo Ecuador: pérdida de competitividad, salidas y quiebras de empresas, destrucción del sector agrícola, desempleo, altos precios. ¿Cuál es la diferencia? En Ecuador tenemos dos fuentes artificiales de financiamiento para sostener el problema, pero no para resolverlo: el petróleo y las remesas de emigrantes. Vamos a tratar de resolver esos problemas. Vamos a reactivar la economía en un contexto dolarizado utilizando una política comercial petrolera, vamos a combatir el desempleo con distintos programas. Pero en cuatro años de Gobierno nos hemos comprometido a mantener la dolarización. Tratar de salir de la dolarización sería suicida y podría provocar una guerra civil. No hay consenso político y social para ello. Esperamos en el mediano y largo plazo poder salir de la dolarización con una alternativa e ir hacia monedas comunes, como la andina o la sudamericana. Sería una salida a este modelo dolarizador perverso. Europa tardó alrededor de 20 años en tener el euro. Nosotros hemos tardado 500 años, pero es hora de tener esa moneda común.

–Otro de los grandes problemas que usted enfrentará es la deuda externa (11 mil millones de dólares), que representan el 28% del Producto Interno Bruto. De la experiencia argentina de renegociación de deuda, ¿qué tomará?

–Muchísimas cosas. Creo que fue una renegociación muy exitosa, una postura muy firme del Presidente Kirchner, y podemos tomar muchas cosas. Lamentablemente, Ecuador perdió una oportunidad histórica en 2000, cuando los precios de los bonos cayeron brutalmente y en lugar de resolver el problema definitivamente buscaron elevarlos para que los acreedores no perdieran dinero. Tenemos que aprender mucho de la experiencia argentina.

–¿Ecuador está en condiciones de pagar el interés de la deuda, como hizo el Gobierno argentino?

–Ecuador está en condiciones de pagar muchas cosas, pero al ritmo de las necesidades del país, no al ritmo de los acreedores. Nosotros antepondremos las necesidades del país a los bolsillos de los acreedores. Y ese es el principio fundamental. El FMI y el Banco Mundial son parte del problema y no de la solución. Tenemos que buscar fuentes de financiamiento intrarregionales. América Latina tiene capacidad de autofinanciamiento trayendo las remesas de afuera. Además, los bancos centrales son autónomos en sus países, pero dependen de “otros” poderes.

–¿Qué política aplicará sobre los hidrocarburos y qué tomará de la experiencia “nacionalizadora” de Evo Morales?

–Ecuador siempre ha tenido nacionalizados los hidrocarburos y no hay que hacer ningún cambio legal. De acuerdo a la Constitución, todos los recursos del subsuelo son del Estado. Pese a ello, las mafias de siempre se las han arreglado para privatizar lo que era de todos. Y en estos momentos la extracción privada es mucho mayor que la extracción pública. Mucho más. La participación del país es irrisoria: de cada cinco barriles dejan uno y se llevan cuatro. Eso es lo que renegociaremos.

–Una de los mayores problemas para llevar adelante su plan de Gobierno es que no tiene diputados propios. ¿Cómo piensa gobernar sin el Parlamento?

–Sólo un Presidente ecuatoriano de las últimas décadas ha tenido el Congreso con él. El 80% de las cosas que hay que hacer en el Ecuador no debe pasar por el Congreso.

–La Asamblea Constituyente que usted convocará tiene como objetivo hacer varios cambios estructurales. ¿Qué modelo de Constituyente tiene en la cabeza?

–Sólo puede de ser una forma: Constituyente, de plenos poderes. ¿Cómo nos han gobernado las mafias políticas? Con leyes mañosas, leyes de gasto electoral que no se cumplen, y de esa forma se han perpetuado. Es obvio que ciertos grupos presentarán resistencia frente a la Asamblea Constituyente, pero la labor de un estadista es la de llevar adelante un cambio profundo y radical. En todo proceso de cambio va a haber fricciones. Muchos dicen que hay un riesgo de ingobernabilidad. A ellos les digo que la falta de gobernabilidad ha sido por las mafias políticas del Ecuador. O por la traición de Lucio Gutiérrez, que llegó al poder con un discurso progresista y concluyó un acuerdo con el FMI, el más vergonzoso de la historia del país. La gobernabilidad se consigue cumpliendo el programa de Gobierno.

–Usted suele marcar que su relación con Chávez no es como la pintaban Noboa y un sector de la prensa internacional.

–Si creemos todo lo que la prensa internacional pinta estaríamos totalmente perdidos. Hay una serie de desinformaciones, una serie de inexactitudes. El Presidente Chávez es mi amigo personal, como considero que lo son Néstor Kirchner, Evo Morales, Lula da Silva y también Michelle Bachelet.

–¿En qué temas concretos el Gobierno de Venezuela puede ayudarlo?

–Venezuela tiene capacidad de financiamiento, una visión de desarrollo y una visión integracionista. En consecuencia, nos pueden ayudar en grandes proyectos de desarrollo, pero también de beneficio para Venezuela. Tenemos un proyecto químico que requiere una inversión de tres mil millones de dólares y es de enorme importancia para el país, porque eso nos permitiría explotar un campo con crudo pesado (900 millones de barriles), pero no podemos extraer porque no tenemos cómo refinarlo. También podemos mejorar la estructura carburífera del Ecuador, que está deteriorada porque se la quiso privatizar. El financiamiento directo de Venezuela también nos podría ayudar. Es un absurdo que pidamos prestado a los mercados internacionales a altas tasas de interés y con grandes condicionamientos, cuando América Latina, uniendo reservas que tiene en el exterior, podría autofinanciarse.

–¿Qué señales previas le mandó el Gobierno de Estados Unidos?

–Buenas señales. Tuvimos una larga reunión con la embajadora de Estados Unidos [Linda Jewell]. Yo creo que es una mujer sincera que realmente quiere al Ecuador y que busca beneficiar al país. En ese sentido, las relaciones no pueden ser mejores. El Presidente Bush tuvo la gentileza de llamar para felicitarme. Fue una gran cortesía, una gran deferencia; más, cuando yo critiqué duramente a su Gobierno.

–¿Qué va pasar con la base estadounidense de Manta?

–La base de Manta es un convenio internacional que se vence en 2009, y en 2009 no se renovará ese convenio. Estamos en pleno derecho de hacerlo porque para nosotros soberanía es no tener un solo soldado extranjero en suelo patrio.

 

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