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Las piezas clave de la escena cubana después de Fidel Castro

Las piezas clave de la escena cubana después de Fidel Castro

EL EJÉRCITO COMO ÁRBITRO Y LA IGLESIA CATÓLICA COMO MEDIADORA
Las piezas clave de la escena cubana después de Fidel Castro

Ante la enfermedad del Mandatario y su cada vez más incierta recuperación, muchos han comenzado a anticipar la actuación que tendrán en el desarrollo del país los diversos actores político-sociales.


Foto: Los cubanos se han mantenido atentos a los cambios políticos que podrían producirse en el actual escenario con Raúl Castro a la cabeza del país. Foto: AFP.

Paulo A. Paranagua

Desde hace más de cuatro meses, Fidel Castro, de 80 años de edad, no dirige al país. Amo y señor de Cuba desde 1959, el 31 de julio anunció que delegaría “provisionalmente” sus poderes a su hermano, Raúl. Después de que desapareció de la escena durante cuarenta días, el régimen, para apagar los rumores sobre su muerte, mostró el 28 de octubre imágenes del líder máximo. Los cubanos pudieron descubrir a un hombre capaz de moverse, pero de aspecto muy desmejorado.

Este fuerte deterioro de su estado de salud inicia el proceso de su sucesión. Desde su ascenso al poder (en enero de 1959) ninguna modificación constitucional había reducido sus atribuciones. En este escenario algunos actores constituyen piezas clave.

LOS MILITARES

En este régimen surgido de una revolución, la legitimidad reposa en última instancia en los hechos de armas. Un puñado de sobrevivientes de la fase de la toma armada del poder oficia como guardianes de la llama. Durante los años sesenta, la participación cubana en las guerrillas de América Latina renovó el número de elegidos. Después, las intervenciones armadas en África, en los años setenta, le dieron a los militares un aura de eficacia. La caída del muro de Berlín, en 1989, marcó la hora de las “misiones internacionalistas” enérgicas. Cuando la producción económica de la isla se vino abajo con el fin de los subsidios soviéticos, los militares se encargaron de reactivar la economía.

Turismo, azúcar, transporte, pesca, comunicaciones y televisión quedaron a cargo del Ejército. Juez en el proceso de Ochoa, el general Julio Casas Regueiro tomó el control de sectores clave de la economía, a través del Grupo de Administración de Empresas (Gaesa). El general Ulises Rosales del Toro desmanteló la mitad de los ingenios de azúcar, producto clave de la isla, mientras que Luis Pérez Rospide, otro general, tomaba la dirección de Gaviota, el gigante del turismo.

La fusión entre militares y élite administrativa ha formado una nueva nomenklatura. Su núcleo central gravita en torno de Raúl Castro, de 75 años, ministro de las fuerzas armadas revolucionarias desde 1959 y actual Presidente interino.

Caso típico: el general Abelardo Colomé Ibarra, llamado “Furry”, que estuvo bajo las órdenes de Raúl en la guerrilla aún antes de la toma del poder, es quien asumió la dirección del Ministerio del Interior, dotado de “tropas especiales” y de las “fuerzas de seguridad del Estado”, omnipotente policía política.

En el Ministerio de las Fuerzas Armadas, el jefe del estado mayor y brazo derecho de Raúl es el general Álvaro López Miera, ex oficial de África, ayudado por los generales Leopoldo Cintra Frías, Joaquín Quintas Sola y Ramón Espinosa Martín. El general Carlos Fernández Gondin tiene el control de la información.

Si Fidel desapareciera, esos hombres formarían la estructura del régimen. Todos los observadores juzgan que los militares tienen la clave de la evolución en Cuba. Pero parece inevitable que haya divergencias entre los generales que manejan la economía, los que se aferran a su mando y los jóvenes oficiales.

LAS CÚPULAS

Viejos dirigentes del partido, como José Ramón Machado Ventura y José Ramón Balaguer, se cuentan también entre los “raulistas”. Balaguer abrazó las ideas del antiguo Partido Comunista Cubano aún antes de la toma del poder.

Pero el PCC, sometido al poder, ha sido incapaz de celebrar un congreso desde hace nueve años. La promoción de los responsables políticos depende de Fidel, amo de la distribución discrecional de las parcelas de poder sometidas a su puntilloso control y a su buena voluntad

El vicepresidente Carlos Lage se ha convertido en el ordenador de la economía de crisis, sometida a la alternancia de reformas cosméticas y bruscos cambios de rumbo. Presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón es el hombre que maneja las delicadas relaciones con Washington. El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, es ex miembro del “grupo de apoyo al comandante en jefe”.

El líder máximo también ha colocado en primera línea a jóvenes funcionarios devotos, como los dirigentes de las juventudes comunistas Hassan Pérez y Otto Rivero. Así, no fue un vicepresidente ni un ministro, sino el joven Carlos Valenciaga, su secretario personal, quien el 31 de julio leyó ante la televisión la declaración de Fidel que anunciaba la transferencia del poder.

EL LUGAR DE LA IGLESIA

La única institución independiente, la Iglesia Católica, sufre de la competencia de grupos protestantes, que son más conciliadores ante el régimen.

En la cúpula de la jerarquía, el cardenal Jaime Ortega algún tiempo estuvo detenido en un campo de trabajo, junto con homosexuales, testigos de Jehová y otros “antisociales” (lo que no le impide rezar por el restablecimiento de Castro). El arzobispo de Santiago, Pedro Maurice, se ha mostrado más virulento hacia al “totalitarismo”.

Diezmado por la represión de los años sesenta, privado de acceso a los medios de comunicación, el catolicismo se ha recuperado gracias a la acción social. El laico Dagoberto Valdés lleva a cabo una valiente pedagogía cívica y democrática, como lo atestigua su revista “Vitral”.

La Iglesia predica la reconciliación entre los cubanos. A falta de jugar un papel determinante, podría convertirse en la “mediadora del post castrismo”, según el investigador Philippe Létrilliart.

LA OPOSICIÓN INTERNA

Los opositores carecen de visibilidad y de relevos. Estrictamente vigilados, la mayoría sigue confiada en acciones grupusculares. Ha habido algunas medidas que destacan. El proyecto Varela (petición para celebrar un referendo sobre las reformas constitucionales), lanzado por Oswaldo Paya, fue firmado por 25.000 cubanos: todo un riesgo en el contexto local. Después de la represión de 2003, las esposas de los prisioneros políticos formaron el movimiento de las Damas de Blanco.

En mayo de 2005, Marta Beatriz Roque convocó al congreso de la Asamblea para el Fomento de la Sociedad Civil, acto que reunió a un centenar de opositores.

La disidencia cubre un espectro amplio, desde la señora Roque (derecha), única que apoya el bloqueo estadounidense, hasta los socialdemócratas de Elizardo Sánchez y Manuel Cuesta Morúa, pasando por el centro democratacristiano de Paya. “La diversidad no debe de ser síntoma de división”, asegura Cuesta Morúa.

LA OPOSICIÓN EXTERNA

El exilio ha afectado, en oleadas, a 1,4 millón de cubanos, el equivalente al 10% de la población. El “exilio histórico” de los años sesenta fue perturbado por el éxodo de 1980, de origen social más modesto.

En la diáspora, las diferencias generacionales fueron la razón de la intransigencia inicial. Después de años de guerra civil larvada entre La Habana y Miami, la mayoría de los exiliados se convirtió a los métodos pacíficos.

La Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) le apuesta al bloqueo y al cabildeo en Washington para impulsar el cambio en la isla. Representada en el Congreso por Ileana Ros-Lehtinen, los hermanos Lincoln y Mario Díaz-Balart, la comunidad cubana tiene ahora una estrella en ascenso: el senador por Florida Mel Martínez.

Encabezada por Ninoska Pérez, el ala dura del exilio cubano abandonó las filas de la FNCA.

Los moderados (democristianos, socialdemócratas y la coalición Consenso Cubano) tienen seguidores en la isla y propugnan una transición democrática negociada.

El exilio ya no está concentrado sólo en Miami, sino que se ha dispersado por Estados Unidos, Europa y América Latina. Gracias al apoyo de los socialistas europeos, la revista “Encuentro de la Cultura Cubana” dispone de un periódico en línea (cubaencuentro.com) que favorece el pluralismo y el diálogo.

Le Monde

(The New York Times Syndicate)

 

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