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Centros Chilenos en el Exterior

EL CASO CONSEJO DE SEGURIDAD

EL "CASO CONSEJO DE SEGURIDAD"
Por Manuel Guerrero Antequera

A raíz de las discusiones que se han generado en Chile por parte de la clasepolítica, pues la ciudadanía poco o nada es consultada para estas materias, en torno a si el Gobierno debiera votar por Venezuela para ocupar un escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU, se han desatado las pulsiones más íntimas de muchos actores, abriéndose a la luz una serie de argumentos variopintos condimentados con sabrosas descalificaciones que nos llevan a preguntarnos si estamos efectivamente ante un foro político o en medio de una comedia de equivocaciones de Moliére. Esto constituye un verdadero caso clínico, el “caso Consejo de Seguridad”.

Si bien muchos de nuestros políticos nos tienen acostumbrados a una serie de inconsistencias, lo curioso del cuadro actual es que uno como simple ciudadano atento, que espera señales claras de parte de la oferta política existente para adoptar una posición de simpatía o rechazo ante las distintas alternativas, no sabe si debe romper en carcajadas o echarse a llorar, pues el grado de confusión es tal que el debate no se da ya entre las alianzas que se identifican con la oposición y el oficialismo, sino que es al interior de un mismo partido, que toca además que es el de Gobierno, donde se exhiben públicamente todas las opciones posibles de asumir ante esta coyuntura, esto es, de apoyo, abstención y rechazo a Venezuela. En este escenario no toca más que compadecer a la Presidenta que parece tener que gobernar con el irreversible designio de quedar siempre mal con algún sector de su propio partido cualquiera sean las decisiones que adopte.

Esta comedia, sin embargo, no es de estilo puro, pues posee varios componentes que la acercan más al melodrama propio de las telenovelas de tipo, vaya coincidencia, venezolanas, con la clásica guagua que por hacer evidente una verdad sabida por todos es reprimida por incómoda. Más allá de los márgenes de lo que debe o no decir un diplomático, algo de este folclor de los teledramas pudimos observar en la tajante y un tanto histérica solicitud de retiro del embajador bolivariano por parte de algunos políticos criollos que, sin enfrentar el contenido de verdad de por lo él dicho, pues el apoyo inicial de la Democracia Cristiana al Golpe militar –salvo heroicas excepciones como Don Bernardo Leighton- es un amargo factum histórico, lograron finalmente que el representante venezolano fuese removido de su cargo, perdiéndose con su verdad, como suele ocurrir con las guaguas de las teleseries para que la frágil unión de los personajes pueda seguir operando sin sobresaltos.

Otro rasgo tragicómico del “caso Consejo de Seguridad” son los intempestivos boomerangs que han arrojado algunos parlamentarios progresistas al verter ácidas críticas y descalificaciones acerca de la política interna venezolana, reproduciendo con este gesto exactamente la aparente misma causal por la que se solicitó el retiro del embajador. En efecto, de pronto nos enteramos que el antes cercano Chávez, con cuyo apoyo se hizo efectiva la elección, a contrapelo de Estados Unidos, del socialista chileno José Miguel Insulza para presidir la OEA, no es en realidad alguien en quien confiar, pues en palabras del también socialista Fulvio Rossi, se trata de un líder que no puede ser calificado como socialista y democrático por saludar a gobiernos autoritarios, como el de Bielorrusia, y es responsable de crear con sus discursos “incendiarios” un clima hostil que merma los esfuerzos de los líderes mundiales que buscan la mejor convivencia entre los pueblos. Frente a tal clarividencia cabe preguntarse porqué se aceptó y celebró en su oportunidad el apoyo de Chávez a la causa chilena para asegurar los votos decisivos de la Comunidad del Caribe. Cabe interrogarse además de si establecer relaciones comerciales con otros países que tienen un diseño de gobierno distinto al nuestro constituye un impedimento para ser calificado de “socialista y democrático”, ¿en qué se convierte el gobierno chileno cuando está concretando los últimos detalles de un TLC con China y comercia sin mayor cargo de conciencia con Estados Unidos que está a punto de legalizar la tortura, desconoce el Tribunal Penal Internacional y tiene una política exterior probadamente agresiva?

Esta trama, sin embargo, que uno desearía tuviera un imprevisto final feliz, no piensa terminar aún. Como en esas series eternas que por razones de buen rating se le van agregando nuevos personajes que intervienen a último minuto, han emergido los “críticos de los críticos” a la opción venezolana, con algunos ingredientes que dotan a esta comedia de un toque lamentablemente más dantesco que divino. Como es sabido, Isabel Allende es una de los tres diputados socialistas que ha manifestado públicamente su desapego por la opción chavista por el Consejo de Seguridad. Gatillado por lo anterior desde el seno de su mismo partido se han hecho oír un conjunto de comprensibles llamados a hacer respetar la decisión del Consejo General del PS que resolvió apoyar la candidatura venezolana, lo que resulta normal en una organización que por, imaginamos, precisamente su carácter “socialista y democrática”, debe ser un ejemplo a la hora de acatar la voluntad de las mayorías y no incurrir en el autoritarismo que critica Rossi. Hasta ahí todo bien, pero la izquierda chilena, por moderna que trate de aparecer, por desgracia comparte aún ciertos vicios de la cultura inquisitorial que la caracterizó durante un buen tiempo en el siglo XX.

Así hemos podido ver por los medios cómo destacados militantes socialistas claman porque se sancione a los diputados disidentes, al extremo de aseverar que las declaraciones de la diputada Allende “ensucian el apellido de su padre”.

De este modo, cuando todos pensábamos que el tiempo de las verdades reveladas había terminado, ocurre que existen algunos políticos que son capaces de entrar en contacto con la voluntad de personas muertas, y extraer de esa experiencia religiosa firmes pautas de evaluación de acuerdo a las cuales se puede diagnosticar si un hijo o hija se ajusta o no a la esencia de su apellido, si marcha por el camino que su padre muerto hubiese elegido ante tal o cual contingencia que no le tocó vivir, o bien lo ha traicionado por sus decisiones soberanas, manchando con sus pérfidos actos lo que antes era inmaculado. Más allá de que la posición de la diputada Allende sea compartida o no, creía suponer que el socialismo moderno es capaz de distinguir entre padres e hijos, entre sus estructuras de personalidad y condiciones socioculturales que permean a cada uno y le hacen ser el ser singular que es, para medir sus acciones de acuerdo a sus respectivas realidades, promesas dadas, etcétera, sin necesidad de acudir a las líneas de parentesco, linaje o adn. Me imagino también que la diputada no fue electa como tal y sacó la segunda mayoría en las elecciones del PS por llevar el apellido que lleva, sino por razones positivas que tendrán que ver con su capacidad de liderazgo, trabajo en equipo, conocimiento, en fin. Supongo.

Y como en toda comedia suele haber un ciego, un loco o un borrachito que dice fuera de contexto sus verdades sin que se lo pidan y sin argumentarlas, aprovecho de señalar las mías por si las moscas: Votemos por Venezuela para el Consejo de Seguridad de la ONU y mar para Bolivia. ¿Alguien más?

Saludos, Manuel.

http://manuelguerrero.blogspot.com

 

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