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Los relevos de Fidel

Los relevos de Fidel

A cargo de continuar y renovar la revolución cubana

Se trata de ocho colaboradores de total confianza política, en que se entremezclan generaciones, miradas y perfiles distintos dentro de la jefatura cubana. Un equipo donde hay “cuadros históricos” del Movimiento 26 de Julio, ex dirigentes universitarios y ayudantes personales de Fidel, conforman el relevo político que algunos opositores ven como indicio de un proceso transicional.

www.lanacion.cl Domingo

Por Hugo Guzmán

Todavía puedo hacer algo. Poco menos que hace un número de años, pero en los días que me queden, en los meses que me queden o en los años útiles, fíjense bien, que me queden, si me quedan años… todavía puedo hacer algo”, comentó Fidel Castro no hace mucho tiempo.

Cuando el Jefe de Estado cubano se resignó a la intervención quirúrgica por una severa hemorragia gastrointestinal, no sólo “delegó” sus máximos cargos de gobierno en su hermano Raúl, sino que también decidió quiénes asumirían las “tres tareas estratégicas” que le ocupaban sus largas jornadas de trabajo diurno y nocturno: la expansión en la isla, Latinoamérica y África de los programas de educación y salud, y la búsqueda de opciones para encarar la continua crisis energética que afecta a Cuba.

Para Fidel, garantizar la conducción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), del Partido Comunista de Cuba (PCC) y de la jefatura de Gobierno es tan necesario como reforzar el trabajo de la economía, las políticas sociales y el área energética. Factores que, en términos de calidad de vida de la población y de sustento del “consenso social”, pueden ser más vitales que el aparato del partido o el funcionamiento del Gobierno.

Al frente de esas tareas colocó a colaboradores de confianza personal y política, pero que a su vez –para muchos– constituye un claro indicio de un proceso “transicional”. Un grupo en que se entremezclan generaciones, miradas y perfiles distintos dentro de la jefatura cubana. Un equipo donde hay “cuadros históricos” que vienen del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y profesionales de “las nuevas generaciones”. Y, además, que apunta a materializar la tesis de que en ausencia de Fidel Castro, en Cuba hay y habrá una “dirección colectiva, colegiada”.

No es algo menor la designación de Carlos Lage Dávila al frente del Programa Nacional de Revolución Energética; de José Ramón Machado Ventura y de Esteban Lazo dirigiendo el Programa Nacional e Internacional de Educación, y de José Ramón Balaguer en el Plan Interno y Externo de Salud.

Junto a ellos, Fidel colocó al canciller Felipe Pérez Roque y a Francisco Soberón Valdés, presidente del Banco Central, quienes deberán preocuparse de la viabilidad financiera y ejecución de los programas en América Latina, África y en la isla.

Aunque no lo menciona en su escrito, en La Habana está claro que también cumplirá un rol de primera línea Carlos Valenciaga Díaz, ayudante de Fidel y quien leyó la “proclama” del retiro momentáneo del Jefe de Estado.

Tampoco nadie duda que el experimentado diplomático y político Ricardo Alarcón de Quesada, presidente del Legislativo cubano y hombre clave en los temas político-institucionales, jugará un papel esencial; no en vano fue el primero en aparecer diciendo cómo estaba Fidel tras la operación y que lo había visitado en su secreto lugar de convalecencia.

Los más jóvenes del grupo son Lage, Pérez Roque y Valenciaga. Los tres fueron presidentes de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y parte del equipo de apoyo al comandante (selectos colaboradores que por su intenso trabajo en terreno se dice que son “los ojos y los oídos del jefe en la calle”), ocuparon altos cargos en la Unión de las Juventudes Comunistas y encabezan a un nutrido grupo de nuevos dirigentes y funcionarios cuyo promedio de edad es de 35 años.

A su vez, Alarcón, Machado Ventura, Balaguer, Lazo y Soberón vienen de la guerrilla del M-26-7 y tuvieron cargos oficiales desde los primeros años de la revolución.

Todos han expresado lealtad a Fidel y al proceso. Pero entre ellos se dibujan las especulaciones y proyecciones sobre quiénes estarían en una línea dura de continuidad o más reformadora o reoxigenadora. Y ahí se produce un entrecruce generacional, porque hasta cubanólogos estadounidenses, pero sobre todo académicos y funcionarios cubanos, alaban posturas más “modernizadoras” y “reformadoras” de Lage y Alarcón, en contraste con posiciones continuistas y menos audaces de Machado Ventura o Balaguer.

PERFILES AL DESCUBIERTO

Todos tienen algo en común: prefieren un bajo perfil, son renuentes a hablar de relevos o transiciones, descartan convertirse en reemplazantes de Fidel y prefieren mantenerse alejados de trotes mediáticos.

El pediatra Carlos Lage Dávila (55) lidera el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y se ganó el apodo de “zar de la economía cubana” al encabezar la apertura o reforma económica. Por su cargo de vicepresidente del Consejo de Ministros se relaciona con jefes de Estado –vino a la toma de posesión de la Presidenta Michelle Bachelet– y con empresarios que tienen negocios en la isla. De palabra discreta, suele acompañar a Fidel en actividades públicas y es un asiduo visitante de la oficina del Jefe de Estado. Algunos analistas lo mencionan como futuro jefe de Gobierno.

Pero para ese cargo también se nombra persistentemente a Ricardo Alarcón (69), doctorado en Filosofía y Letras, de inglés perfecto, ex canciller y ex embajador ante la ONU, de alta cultura y trato afable está a cargo de todas las materias legislativas en la isla. Al inicio de la revolución fue jefe de la oficina de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores y desde entonces uno de los cubanos con mejores contactos en ese país. De hecho, Fidel le ha encargado delicadas misiones en las relaciones con Washington. El Departamento de Estado y el Pentágono tienen una alta valoración de su persona, lo que para algunos traza un perfil ideal para un recambio en la jefatura isleña.

El ingeniero electrónico Felipe Pérez Roque o “Felipito”, como le dicen Fidel y los viejos jefes revolucionarios, es el actual encargado de la diplomacia cubana. Ex presidente de los estudiantes de enseñanza media y de la FEU, fue incorporado hace una década por Fidel a su equipo de apoyo. Hubo empatía y se cuenta que “Felipito” captó al dedillo las formas y las ideas de su jefe, lo que le valió ser su ayudante por siete años. De baja estatura, fornido, cortante e irónico frente a los periodistas, es considerado “un duro” dentro de la jerarquía cubana, aunque en general los funcionarios isleños y los analistas externos coinciden en que no tiene el perfil para alzarse hacia un puesto superior.

Hace un par de años se hablaba del “triángulo del relevo”, en referencia a Lage, Alarcón y Pérez Roque, lo que les provocó más de una carcajada. Pero ahí siguen juntos.

El médico José Ramón Machado Ventura

–uno de los colaboradores privados de Fidel– fue un destacado guerrillero y jefe de los servicios sanitarios de las FAR. Es miembro del buró político del PCC y uno de los “históricos” más discretos, siempre disponible para tareas que suele pedirle “el comandante”. Fuentes cubanas aseguran que por su “capacidad organizativa” y la confianza política que hay en él está al frente del Programa de Educación Nacional e Internacional.

En esa función lo acompaña el licenciado en Economía Esteban Lazo Hernández (63), quien saltó a la cúpula cubana hace unos 15 años tras una exitosa gestión al frente del PCC en la provincia de Santiago. Con el derrumbe de la URSS y el inicio del “período especial en tiempos de paz”, asumió la jefatura política en la capital cubana.

Como el último embajador cubano ante la URSS, el médico José Ramón Balaguer (74) –que también estuvo en la Sierra Maestra– debió informarle a Fidel del proceso de la “perestroika” hasta que todo se desmoronó y pasó a ser representante diplomático ante la Federación Rusa. Luego fue nombrado secretario de Relaciones Internacionales del PCC. Reputado karateca, con fama de extrema sobriedad, callado, fue nombrado ministro de Salud para dirigir ambiciosos proyectos, tanto dentro como fuera de la isla.

El presidente del Banco Nacional de Cuba, Francisco Soberón (63), no tuvo una activa participación guerrillera, pero se preparó técnicamente a medida que avanzaban los años de revolución. Ya licenciado en Ciencias Sociales estudió Dirección de la Economía, lo que le otorgó la base profesional para estar al frente del sistema financiero cubano. Sin ser “histórico” ni “guerrillero”, goza de gran prestigio en su área. Tiene en sus manos la fina y delicada tarea de que alcancen y se ocupen bien los dineros en salud, educación y energía.

El más joven de todo este grupo es el ex estudiante de Pedagogía Carlos Valenciaga Díaz (39), fue presidente de la FEU, miembro del equipo de apoyo al Comandante en Jefe y hace seis años ayudante de Fidel. Todos, incluidos dignatarios como el Rey de España, lo llaman “Carlitos”. Es una especie de sombra del estadista cubano y viajó con él en la ambulancia que lo trasladó al quirófano tras caer en un acto público.

Hoy, cuando Fidel se repliega al reposo médico, esos ocho hombres –junto a su hermano Raúl– asumen “las tareas estratégicas” y constituyen de hecho un sensible relevo.

Hace unos meses, Fidel le confesó a un periodista argentino: “Lo que necesito es tiempo”. Para un hombre que considera que “mi destino no era venir al mundo para descansar al final de la vida”, con certeza tener más tiempo es una necesidad imperiosa, pero el tiempo se acaba. Y llegan los tiempos de otros. Un nuevo tiempo que tiene desatada una batalla de proyecciones: continuidad, reforma, transición, relevo, renovación… Sólo el tiempo lo dirá. LND

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