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Centros Chilenos en el Exterior

Por qué hay chilenos que optan por ser intervenidos en la Misión Milagro

Por qué hay chilenos que optan por ser intervenidos en la Misión Milagro

EVITAR TRÁMITES Y UNA LARGA ESPERA PARA SER OPERADOS SON ALGUNAS DE LAS RAZONES

La oferta era demasiado tentadora: sin colas, sin espera, un viaje y una operación totalmente gratis. A los chilenos que viajaron a Venezuela como parte de Misión Milagro ni siquiera se les pasó por la mente rechazar la invitación. El caso se asemeja a los pacientes que preferían atenderse con el médico ecuatoriano Galo Andrade.

Por José Miguel Jaque

www.lanacion.cl

Foto: Jorge Aguilera sanó sus cataratas en Venezuela, mientras María Salomé perdió un 30% de la visión del único ojo por el que podía ver. Ambos viajaron aburridos de esperar atención oportuna en Chile.


Jorge Aguilera sentía como dos moscas en los ojos. “Me molestaban mucho. Las espantaba, pero no se iban. El doctor me dijo que tenía cataratas”. El hombre, de 81 años, cuenta que eso fue hace tres años. Que el consultorio Malaquías Concha, de La Granja, le quedara a una cuadra de su casa no fue garantía para que lo derivaran prontamente al hospital Padre Hurtado. Jorge esperaba el llamado para marzo, pero el teléfono no sonó.

“Lo ideal era que fuera operado en el hospital, pero eso nunca pasó”, cuenta su hija Fabiola. “Se supone que cuando uno va a un centro asistencial es porque tiene una necesidad urgente, pero en los hospitales públicos de aquí te dan hora para cuando el problema ya lo solucionaste por otro lado”.

Es lo que pasó con Jorge. El hombre comentaba en casa que si seguía esperando ser intervenido en el sistema público, iba a quedar ciego. Por eso, cuando un sobrino le comentó la posibilidad de viajar a Venezuela para ser operado por especialistas extranjeros como parte de la Misión Milagro, no dudó en tomar el avión.

Jorge viajó con el casi centenar de chilenos que tomó parte en la primera delegación que fue intervenida en el Hospital Central Antonio María Pineda de la ciudad de Barquisimeto. “Mi papá llegó feliz porque la molestia en el ojo había desaparecido. A nosotros nos importaba que llegara sin ninguna novedad. Lo único malo era que el quería conocer, pero alegaba de lleno porque la operación salió bien” dice Fabiola.

PERDER NO IMPIDE APOSTAR

María Salomé Figueroa no tuvo la misma suerte de Jorge. Fue la única chilena que quedó peor de cómo estaba. Y aunque hoy está arrepentida de haber viajado por los resultados –perdió el 30 por ciento de visión que le quedaba en su ojo derecho, el único por el que podía ver-, dice que la oferta era casi imposible de rechazar. “Imagínate, un viaje gratis de ida y vuelta, todo pagado, y la ilusión de quedar bien de la vista”.

La mujer cuenta que desde el año 1999 le rondaba la idea de someterse a una operación. “Pero reconozco que fui poco tolerante, que no quise esperar. El tema de la burocracia me aburrió”, comenta. Se refiere a las constantes visitas al Consultorio Municipal Doctor Lucas Sierra, en la comuna de Conchalí, y las consiguientes derivaciones al Hospital San José.

Curiosamente, se trata del mismo consultorio y hospital donde debían acudir los vecinos de Independencia que preferían atenderse con el médico ecuatoriano Galo Andrade, quien intervino de una abdominoplastía a Jessica Osorio con fatídicos resultados. Las razones son las mismas: muchos trámites y una larga espera para ser intervenidos en el sistema público.

“La primera vez que me dieron hora para operarme fue para el 3 de enero de 2001, pero la perdí porque ese día murió mi hermano”, cuenta María Salomé. “Cuando insistí, estaba la parte nueva del hospital y mi ficha se había perdido. Tenía que hacerme todos los exámenes otra vez”.

La mujer desistió. Encontró otro camino a través del Instituto de Prevención y Rehabilitación de la Ceguera, ubicado en avenida Salvador. “El doctor Franco Valenzuela me dio la consulta gratis. Me atendió súper bien. Pero la operación tenía un valor de 900 mil pesos. Él me recomendó que hablara con la asistente social del municipio para conseguir una rebaja y pagar 380 mil pesos. Pero nunca los pude juntar”.

Entonces, apareció la posibilidad de Misión Milagro y aprovechó el vuelo.

También lo hizo su vecina María Leal, pero con un mejor resultado. La mujer asegura que nunca buscó solución para su problema de catarata en el sistema público. “No hice los trámites, se ocupa mucho tiempo”, comenta. “Mi hija está esperando que la operen de los ojos también, del mismo problema que tenía yo, y le dieron hora para seis meses más en el Hospital San José”.

Teresa Contreras, la hija de María, quiso ir con su madre a Venezuela, pero no pudo por razones de trabajo. Tampoco es parte del avión que parte hoy a Barquisimeto. Ella deberá seguir esperando por una solución.

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