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Centros Chilenos en el Exterior

Pasado, presente y futuro de China: ¿De semicolonia a potencia mundial?

James Petras

La Haine
Introducción

El consenso general es que China está surgiendo como la próxima gran superpotencia económica. A pesar de la creciente consciencia de graves problemas ecológicos y del reconocimiento ocasional de las crecientes desigualdades sociales, muchos escritores prevén que China (y últimamente India) serán las próximas potencias mundiales, desafiando y superando a Japón, Europa y Estados Unidos.

Este ensayo plantea serias cuestiones metodológicas, conceptuales, históricas y empíricas acerca de la noción de China como próxima superpotencia mundial. Sin negar el tremendo aumento de exportaciones, inversiones y crecimiento, este trabajo se centra en una pregunta más básica: ¿Cuál es el carácter de las principales unidades de análisis responsables de esta expansión, y como lo proyectan en el futuro?. Esta no es una cuestión semántica, sino de método y claridad conceptual, sin los cuales no podemos entender exactamente quiénes son los ‘agentes’ de crecimiento y transformación. Ello requiere que vayamos más allá de etiquetas nacionales simplistas para identificar el carácter sociopolítico de las unidades económicas que actúan dentro de China y en particular las más dinámicas de estas unidades en términos de su futuro poder.

La segunda sección del trabajo proporcionará un análisis histórico esquemático de las ‘etapas’ del desarrollo Chino, fijándose en las continuidades, rupturas, transiciones y proyecciones durante el último medio siglo. El propósito es identificar el ascenso, caída y resurgimiento de las clases sociales y el proyecto político económico en el cual están inmersas.

La tercera sección se centrará en el comportamiento de la economía política China, tanto en su crecimiento como en las contradicciones explícitas e inherentes.

La cuarta sección versará acerca del impacto de la cada vez más profunda liberalización de la estructura económica y de clases, en particular el papel del capital extranjero. Esta sección tratará específicamente acerca de las implicaciones a largo plazo de la toma del control de empresas Chinas por bancos y corporaciones multinacionales.

La quinta sección tocará los desafíos y amenazas externas, políticas, económicas y militares, que China afronta, así como los dilemas, que son causa y consecuencia de la inserción de China en el sistema capitalista mundial.

La sección final proporciona una visión general de la futura trayectoria del desarrollo de China. Esta sección estará dirigida a las consecuencias políticas y económicas de las compras acumulativas por el capital extranjero de los sectores más dinámicos de la economía. Examinará si el estado está enganchando capital extranjero al motor de crecimiento Chino o si el estado Chino se verá cada vez más partido en feudos sectoriales y regionales por parte de capitales imperiales en competición. Esto a su vez nos llevará a plantearnos la pregunta de si las clases capitalistas nacionales e internacionales de China se convertirán en protagonistas de un imperio competidor emergente, socios y competidores de potencias imperiales existentes o si sucumbirán y se convertirán en sátrapas de EEUU, Japón y Europa.

Fundamentalmente la viabilidad del capitalismo Chino no descansa sólo en sus tasas de crecimiento y capacidad para generar puestos de trabajo, sino también en las relaciones sociales de producción, circulación y reproducción. La feroz explotación de la mano de obra, el desplazamiento masivo de campesinos, el despido de millones de obreros industriales especializados/semiespecializados de empresas estatales y firmas quebradas y su propensión creciente a involucrarse en la acción directa pronostica la aparición de lucha de clases a gran escala abocando a la nueva clase multimillonaria de capitalistas extranjeros y domésticos y su ‘estado protector’ contra los cientos de millones de obreros y campesinos desposeídos y alienados. La lucha de clases, su magnitud, intensidad y curso político probarán la sostenibilidad del modelo de crecimiento Chino de ‘explotación máxima’ bajo control autocrático.

Concluiremos mirando las fuerzas gemelas de crecientes tomas de posesión por parte del capital extranjero y la intensificación de la lucha de clases, según se cruzan para modificar o transformar la sociedad y la economía Chinas.

Aclaración metodológica y conceptual

En cualquier tentativa para evaluar y analizar la economía China es esencial determinar a que nos referimos al escribir sobre “China”. La respuesta más obvia se decanta por la frontera geográfica que demarca el país de otros países, y la naturaleza del régimen político. Pero un debate sobre “China” requiere que vayamos más allá de esta designación elemental, para el examen del principio de actividades económicas y la propiedad de los sectores dinámicos de la economía. “Hecho en China” no significa necesariamente que los Chinos sean los dueños. En tanto que el marco político-territorial -legal contiene unidades económicas no Chinas dedicadas al comercio, producción distribución, financiación, e investigación y desarrollo a gran escala y largo plazo, incumbe al analista establecer la distinción entre el comportamiento de unidades y actores económicos “Chinos” y “no Chinos”. Agruparlos simplemente como “China” oscurece comportamientos diferenciales y consecuencias divergentes a medio y largo plazo. Además es importante delinear las tendencias dinámicas entre unidades económicas Chinas y no Chinas para determinar cuales de ellas predominarán finalmente.

Más allá de las importantes diferencias cuantitativas de la propiedad entre unidades Chinas y no Chinas, está la cuestión de si las unidades no Chinas están ‘enganchadas’ a una estrategia de crecimiento dirigida por Chinos o viceversa. Casi todos los académicos, periodistas, asesores y funcionarios de las instituciones financieras internacionales (IFI) agrupan los actores e instituciones económicas chinas y no chinas al calcular las exportaciones, inversiones, producción, financiación, importaciones etc. Además por lo general pasan por alto el hecho de que las unidades no chinas están creciendo más rápido, aumentando su cuota de exportaciones (e importaciones), beneficios, pagos de derechos y control de nuevos sectores de crecimiento de la economía.

Esto es particularmente cierto desde que China se unió a la Organización Mundial de Comercio, y ahondó y amplió su estrategia de liberalización. El crecimiento de empresas en manos extranjeras significa que las inversiones, comercio, exportaciones, financiación, ubicación, y decisiones son efectuadas en función de las necesidades globales de las multinacionales y son respaldadas por sus estados imperiales – fuera del marco de la entidad legal denominada “China”. Según aumenta la presencia de corporaciones multinacionales no Chinas, así lo hace su nivel de influencia sobre los sectores de crecimiento dinámico de la economía; a la inversa, disminuye el nivel de influencia del estado Chino en la economía. Incluso lo que es más importante, considerando la estrecha relación entre sectores de crecimiento estratégicos y el estado, es probable que la creciente presencia de multinacionales cambie la naturaleza del estado, haciéndolo menos "Chino" y más a tono y conforme con las políticas de las corporaciones multinacionales de propiedad extranjera.

Ni que decir tiene que éste es un proceso a medio o largo plazo que depende de varios factores que van más allá de la dinámica de expansión del capital. Por ejemplo, la intensificación de conflictos de clase y nacionales, o las amenazas y confrontaciones militares económicas exteriores podrían debilitar o incluso minar la expansión dinámica y el control de las corporaciones multinacionales extranjeras. En cualquier caso el método para medir el comportamiento del crecimiento de China requiere que se tenga en cuenta el factor políticamente sensible de lo Chino frente a lo no Chino.

Es probable que el resultado devalúe o disminuya el comportamiento de China. Por otra parte si concebimos a las corporaciones multinacionales como extensiones de las potencias imperiales principales (EEUU, Unión Europea y Japón), como puestos avanzados dinámicos o enclaves del imperio empotrados en la economía China, deberíamos considerar su expansión como parte del crecimiento del imperio. En otras palabras, la “China” política-legal crece cuando las potencias imperiales se expanden – como es evidente durante el último cuarto de siglo y probablemente lo será en las próximas varias décadas. Esto sugiere que los argumentos de que el poder Chino desafíe a EEUU, Unión Europea y Japón están basados en una premisa falsa, a saber, que lo que es “Chino” es analíticamente y objetivamente distinto del principio de unidades económicas estadounidenses y de otros países imperiales, que operan en China. La asunción del crecimiento del poder Chino está basada en la idea de que las unidades económicas de propiedad China y bajo su control en sectores estratégicos de las finanzas, manufactura y exportación están creciendo más rápido que las corporaciones multinacionales con base en el imperio y las empresas de inversión internacionales. Según demostraremos seguidamente, los datos no apoyan tal asunción.

Otra presunción cuestionable es la noción de que la inversión extranjera y las corporaciones multinacionales están siendo subordinadas o enganchadas por el estado Chino para servir a objetivos estratégicos Chinos al igual que EEUU utilizó la inversión británica en los ferrocarriles para expandir el capitalismo estadounidense. Hay varios problemas con este argumento. En primer lugar, el estado Chino, sus políticas y líderes no están anclados en el tiempo: La inversión extranjera inicial ha llevado a la entrada acelerada en una amplia gama de sectores, ambas causa y consecuencia de la creciente liberalización. Las élites gobernantes Chinas han mudado con el paso del tiempo de socios dominantes a copropietarios o accionistas minoritarios de las últimas empresas de inversión. La noción de ‘enganchar’ a inversores extranjeros para servir la estrategia de desarrollo China pierde importancia a medida que las corporaciones multinacionales copan los altos cargos de varios sectores o al menos dirigen la gestión de empresas clave. Cuando el estado Chino invierte en infraestructura (ferrocarriles, puertos, transporte aéreo etcétera) las multinacionales aumentan su papel en los sectores dinámicos del mercado.

La estrategia China del siglo XXI invierte la estrategia estadounidense del XIX respecto a la inversión extranjera – los sectores lucrativos de crecimiento pasan al capital extranjero, mientras la tesorería China financia la infraestructura de alto coste, a largo plazo, gran escala, de bajo retorno. El segundo problema general en cuanto a la noción del comportamiento del crecimiento Chino es el área geográfica sumamente limitada y la población activa que ello implica. Casi se podría hablar de “Dos Chinas” – la región costera y la interior. La verdad del asunto es que la rejilla 3 James Petras – La Haine productiva de China está sumamente limitada a sus regiones portuarias, con vínculos a enclaves mineros del interior. Considerando la carencia de integración económica nacional y el alto nivel de integración (comercio e inversión) con potencias imperiales externas (Japón, EEUU y Unión Europea) es problemático referirse a China como una economía nacional. Este es en particular el caso cuando las zonas económicas costeras concentran casi todas las empresas de propiedad o de dirección extranjera. En términos analíticos lo que se denomina crecimiento Chino son más bien zonas de expansión dentro de las que operan enclaves de propiedad extranjera. En términos geográficos el crecimiento Chino está profundamente circunscrito; dentro de estas zonas circunscritas, las empresas más dinámicas no son Chinas. Los ingresos y los gastos estatales refuerzan la naturaleza “zonal” y de enclave de lo que es efectivamente “China”. En el mejor de los casos la China interior sirve como fuente de mano de obra barata, una parte en disminución de alimentos y materias primas, del mismo modo que la mano de obra extranjera y las neocolonias sirven a las potencias imperiales.

El tercer problema con el examen del comportamiento económico de China como entidad indiferenciada es la cuestión del proceso específico de clase de acumulación y distribución. Todo el proceso de acumulación, reproducción, concentración y distribución está dirigido, es propiedad de y beneficia a una clase sumamente limitada de capitalistas extranjeros y domésticos y directores estatales y sus extensas redes familiares. Las extremas y crecientes injusticias de clase en poder, riqueza, propiedad, acceso al crédito estatal, contratos, licencias, incentivos y concesiones territoriales están totalmente mistificadas con las referencias a que “China” invierte, crece…etc. Aunque las clases dirigentes extranjera y doméstica compiten por subvenciones oficiales, concesiones y cuotas de mercado, comparten al menos dos características esenciales: Un apoyo común para aumentar la cuota de renta nacional del capital; y la oposición común a cualquier esfuerzo de la clase obrera para organizarse, protestar o mejorar las condiciones laborales y de vida. Conceptualmente esto requiere que desechemos la noción indiferenciada de “China” y nos concentremos en los actores de clase que actúan en nombre de China, pero que diseñan o demandan políticas de desarrollo compatibles con sus intereses de clase. De lo contrario la presunción es que la población colectiva encarnada en la noción de ‘China’ está de alguna manera implicada en las decisiones económicas esenciales o que aquellos que toman las decisiones, “representan” de algún modo los intereses de los trabajadores, desempleados y campesinos Chinos y no las instituciones controladas por clase en las que están empotrados. Una cuestión metodológica igualmente importante proviene de la medición del nivel de vida en China. La mayor parte de los analistas equiparan el nivel de vida a los ingresos monetarios y concluyen que ha habido un aumento enorme del nivel de vida, una “histórica” reducción masiva de la pobreza y una mejora de las oportunidades. Éstas son inferencias muy cuestionables por varios motivos esenciales. La medición del nivel de vida implica mucho más que un examen de los ingresos monetarios, sobre todo en economías en transición del socialismo al capitalismo de libre mercado. La eliminación de la educación gratuita, sanidad, vacaciones pagadas y pensiones en la transición señala un declive del nivel de vida y debería resultar en una deducción importante de los ingresos monetarios.

En segundo lugar el desplazamiento capitalista de millones de campesinos, artesanos y otros con ingresos suplementarios en especies (comida, utensilios etcétera) significa otra deducción en los ingresos monetarios. En tercer lugar el aumento del coste de vida (alquileres, energía, electricidad, agua, etc.) debe ser descontado de los ingresos monetarios. En cuarto lugar, el estrés y el abuso físico a causa de la intensificada explotación de la mano de obra en las fábricas de exportación aumentan la probabilidad de invalidez física, accidentes de trabajo y muertes, el empeoramiento de las condiciones laborales supone una merma adicional del nivel de vida. Las múltiples cargas tributarias añadidas a los campesinos por funcionarios locales explotadores, las demoras y evitación de pagos por parte de propietarios privados, la erradicación de vecindarios y alojamientos de trabajadores para beneficiar a especuladores de bienes inmuebles todos han empeorado el nivel de vida. Aunque el consumo personal ha aumentado – de modo muy desigual en tiempo y lugar – el empleo, la tenencia de tierra, los precios y la inseguridad en la jubilación son determinantes negativos de las condiciones de vida. Si las estimaciones del nivel de vida de las masas son deformadas al alza en cuanto a los ingresos monetarios, éstas son subestimadas en lo que respecta a la nueva clase de capitalistas millonarios y multimillonarios y su progenie.

Las formas de ingresos monetarios son mediciones importantes aunque parciales de su nivel de vida. Su acceso a la mejor atención sanitaria privada extranjera y doméstica, instituciones educativas privadas elitistas extranjeras y domésticas, acceso directo privilegiado y fácil a los que diseñan la política del gobierno, acumulación de un conglomerado de bienes materiales (productivos y financieros), sus extendidos privilegios familiares, capacidad para heredar riqueza establecida, sus vacaciones lujosas, mansiones, automóviles…por mencionar sólo algunos de sus activos no monetarios, significan que las mediciones monetarias de ingresos subestiman el nivel de vida de la clase capitalista. De cualquier modo, el nivel de vida relativo de las masas Chinas, como parte de los bienes y servicios totales y calidad de vida ha disminuido precipitosamente. Este es el caso sobre todo si examinamos la ‘ecología’ del alojamiento y trabajo y su impacto desigual sobre las clases. Los científicos y todos los observadores han escrito y han hablado del enorme aumento de la contaminación del aire, agua y tierra generadas por la expansión no regulada de compañías capitalistas privadas y estatales. Lo que la mayor parte de los observadores dejan de notar sin embargo es que la enfermedad y las muertes se acumulan de manera aplastante entre los trabajadores, campesinos y clases asalariadas mal pagadas quienes están más expuestos a la contaminación en su lugar de trabajo, en sus movimientos por las ciudades, en su dependencia de las instalaciones de agua públicas y en la ubicación de sus viviendas. Las clases dirigentes y altas viven en lugares menos contaminados, beben agua embotellada, tienen chalets en el campo y en la costa para escapar del aire contaminado, tienen coches con aire acondicionado, casas, clubes de campo y están situadas lejos de las muy contaminadas minas, fábricas, cloacas, vertederos de basura e incineradoras.

El advenimiento del capitalismo ha con seguridad aumentado las enfermedades respiratorias y las enfermedades infantiles sobre todo en zonas industriales de “crecimiento alto”. El empobrecimiento ecológico es un factor importante en la reducción del nivel de vida porque afecta negativamente a la calidad de vida. Dadas las enormes y crecientes desigualdades, las peores mediciones del nivel de vida son aquellas, que se basan en la ‘renta per cápita’ (renta dividida por población). Por los motivos mencionados anteriormente, los ingresos monetarios son una medición casi inútil o muy limitada. La renta per cápita oscurece las desigualdades mastodónticas entre el 5 % del tope y el 75 % del fondo de la población. El ‘promedio’ es un artefacto estadístico engañoso que oscurece los verdaderos niveles de renta de la inmensa mayoría. Sería más apropiado promediar con decimales los ingresos monetarios, menos los gastos de servicios sociales (sanidad, educación y pensiones, alquileres, energía, viajes e impuestos). Además, para convertir el resto de ingresos monetarios en una medida del nivel de vida, tendríamos que contrapesar ganancias en compras de bienes de consumo con las pérdidas en aire fresco, tiempo libre, seguridad en el trabajo, alojamiento casi gratuito, vacaciones pagadas, condiciones laborales benignas y separaciones familiares. La medición de ingresos monetarios y nivel de vida es mucho más compleja que lo que sostienen los economistas más ortodoxos. Si ampliamos nuestro examen del nivel de vida a lo que es preciso denominar las patologías sociales, el argumento a favor del aumento del nivel de vida es aún más dudoso.

La decadencia de la moralidad pública en la transición al capitalismo es universalmente reconocida. China figura entre los peores países del mundo en términos de corrupción de funcionarios públicos, por lo general pero no exclusivamente en lo que respecta a transacciones con el sector privado. En términos del valor monetario de la corrupción y del delito administrativo, China seguramente está al nivel más alto de las grandes empresas estadounidenses como World Com, Enron y las corporaciones estadounidenses de ahorro y préstamo. Decenas de miles de millones de dólares son transferidos al extranjero ilegalmente (lavados) por las élites Chinas, con la compra de bienes inmuebles en EEUU, Canadá e Inglaterra, acciones, obligaciones y bonos del tesoro así como con la financiación de costosa educación y asistencia médica para la progenie y familia.

La corrupción impregna la vida económica y pública China hasta niveles de funcionarios urbanos locales – reforzando los privilegios de clase y creando otros nuevos. Aunque existía corrupción durante el período comunista, fue a una escala y de un alcance mucho menor que los actuales, como la mayor parte de los Chinos constatan y comprueban. La corrupción tiene enormes consecuencias de clase: Realzando el poder, la propiedad y los privilegios de la riqueza; aumentando los impuestos a los campesinos, deteriorando los servicios públicos y eliminando las inversiones públicas que benefician a la clase obrera urbana. Igualmente importante ha sido el aumento masivo de los delitos, incluidas las drogas, prostitución, esclavitud sexual, y fraude y asaltos públicos ilegales contra manifestantes deprivados de tierra, empleos, pensiones y casas. El crecimiento geométrico los delitos en la calle, oficina y estado y la consiguiente inseguridad, pérdida de propiedad, ingresos y vida, es producto de la nueva moral del capital de “hacerse rico”, que socava las virtudes cívicas del bien colectivo que prevalecían en el período anterior, incluso aunque fueran con frecuencia violadas en la práctica. Vivir con corrupción generalizada, delitos y autoridad arbitraria guiada por motivos de lucro personal a expensas del público es ciertamente una medición del declive del nivel de vida. Estas consideraciones metodológicas guiarán nuestro examen de la transición de la economía China al capitalismo del siglo XXI.

Etapas de Desarrollo Chino: De Semi-Colonia a Revolución

Los cambios históricos acontecen en marcos de tiempo desiguales: Procesos relativamente lentos que implican cambios a pequeña escala y contradicciones que surgen gradualmente van seguidos de revoluciones rápidas y abruptas. China es ilustrativa de esta proposición. Durante el pasado medio siglo China ha pasado por dos importantes revoluciones y dos “regímenes de transición” que han transformado las relaciones de propiedad, la estructura de clases y la naturaleza del poder estatal. Cada revolución política ha puesto en movimiento una reorganización de la economía y ha cambiado la naturaleza de la lucha de clases, guiada por una nueva configuración del poder sociopolítico. Cada etapa del desarrollo procede del período anterior, aportando al nuevo régimen políticoeconómico algunas de las prácticas, valores y clases del viejo. Además la transición del socialismo al capitalismo, en particular, las altas tasas de crecimiento y muchos de los atractivos para inversores privados extranjeros y domésticos fueron producto de inversiones básicas humanas y de capital emprendidas bajo el régimen socialista. Cada régimen políticoeconómico contiene las semillas de su propia destrucción y las agencias sociales para la aparición del nuevo régimen.


Primera Etapa: De Colonia y Neocolonia a Régimen Revolucionario Socialista.

La revolución socialista china (RSC) (1949) creó las condiciones políticas y económicas más básicas para cualquier desarrollo económico sostenido y consecuente. El movimiento revolucionario desempeñó un papel fundamental en la derrota militar del colonialismo japonés, terminó con los enclaves europeos y las concesiones costeras en el curso de la creación de la soberanía nacional. La RSC derrotó a los caudillos militares provinciales y locales y a sus aliados en el Kuomintang creando así un estado unitario. Terminó con la inflación (que estaba) por las nubes, la monumental corrupción y el pillaje de la tesorería pública y del sistema financiero, sentando la base para una moneda estable, una disciplina fiscal y una economía operativa capaces de reconstruir la economía devastada por la guerra. Repelió las amenazas estadounidenses a sus fronteras durante la invasión estadounidense de Corea del Norte. Dentro del marco de un estado nacional soberano, libre del intrusivo tutelaje imperial, la RSC organizó enormes proyectos de infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, irrigación, medidas para controlar las inundaciones, agua y líneas eléctricas) que estimularon altas tasas de crecimiento económico en industria, comercio y agricultura, terminando con décadas de hambruna masiva bajo dominación imperial Occidental y Oriental. La RSC efectuó varias reformas estratégicas que proporcionaron la base para el crecimiento a largo plazo: Inauguró la alfabetización pública masiva y una campaña sanitaria a todos los niveles de la sociedad – creando una mano de obra formada, saludable, e incluyendo a millones de ingenieros, científicos y muy expertos operadores de máquinas / herramientas. De igual importancia es que convirtió a una masa de campesinos rurales en experta, productiva y disciplinada mano de obra urbana industrial, mejorando el nivel de vida en el curso de la creación de una compleja división del trabajo. Las industrias de producción de acero y carbón y el sector de bienes de equipo crearon la base para industrias ligeras y artículos de consumo baratos. En el campo, las fragmentadas e improductivas mini parcelas agrícolas fueron consolidadas llevando a mayor mecanización y facilitando la provisión de asistencia social a cooperativas y más tarde a unidades colectivistas más grandes.

Sin estos profundos cambios estructurales, nunca habrían sido posibles la construcción nacional y la aparición de la economía productiva. El proceso de desarrollo no fue un proceso totalmente lineal y estable: Los objetivos excesivamente ambiciosos, que sobrestimaron la capacidad organizativa y técnica del régimen como el Gran Salto Adelante (1957-58) llevaron a reveses temporales que tuvieron consecuencias negativas importantes sobre todo en el campo. De igual importancia, el nuevo sistema y régimen, a pesar de los radicales cambios en las relaciones de propiedad, estructura de clases y las nuevas normas igualitarias, contenía muchas de las semillas de la pasada sociedad ‘comercial-feudal-jerárquica-colonial’, que lo precedió. Cuadros del partido actuando en nombre del estado transfirieron el sobrante rural extraído de las cooperativas de campesinos al gobierno central dedicado a la rápida industrialización urbana, usando la misma mezcla de coacción y persuasión que los “recaudadores de impuestos” del pasado semifeudal, aún cuando los fines perseguidos fueran totalmente diferentes. La estructura organizativa centralizada vertical del régimen en la búsqueda de objetivos igualitarios reflejaba las rupturas y continuidades con el pasado, la combinación de “feudalismo” y socialismo. Durante casi una década después de la revolución, un número sustancial de empresas capitalistas siguió funcionando bajo la tutela del régimen Comunista. Tras la nacionalización, muchos de los líderes comerciales, o huyeron del país o fueron incorporados a los ministerios de economía, planificación o industria. Algunos de estos remanentes capitalistas o sus parientes hicieron más tarde una reaparición con la reversión al capitalismo y el renacimiento de la empresa privada. Más allá de la incorporación individual o de clase de capitalistas en el sector público, los nuevos directores de empresa adoptaron lo que consideraron “métodos de producción modernos” – a saber, líneas de fabricación en serie, métodos de producción Tayloristas, crecimiento desequilibrado, priorizando la industria pesada y los objetivos de producción sobre la agricultura y el consumo.

La influencia del modelo soviético de desarrollo económico desempeñó un importante papel en la definición del crecimiento y estrategias de acumulación, y las prioridades y métodos del desarrollo económico. Consumo social - las asignaciones de inversión para sanidad pública, transporte y educación tomaron mucha mayor precedencia sobre el consumo individual basado en bienes de calidad, incluida la vestimenta, alojamiento, ocio, alimento y enseres. Las tensiones entre los métodos y organización capitalistas feudales soviéticos que favorecen el control vertical y las prioridades de definición pública entraron cada vez más en conflicto con las demandas masivas de mayor participación popular, solidaridad horizontal y consumo personal. Los conflictos latentes y abiertos sobre participación entre la élite del Partido y las masas tuvieron lugar dentro de un consenso general acerca del tazón de arroz de hierro (empleo garantizado), educación pública y sanidad gratuitas y universales, ‘acción afirmativa’ (promoción de individuos de origen campesino o trabajador) y propiedad pública de los medios de producción. Las excepciones principales entre las masas a este consenso existieron en el campo entre campesinos que cultivaban pequeñas parcelas privadas para autoconsumo, trueque o venta ocasional, y entre un estrato limitado de vendedores urbanos.

La excepción más influyente al consenso socialista en la élite se produjo en un estrato importante de líderes del partido, ideólogos y seguidores que abogaron por un mayor papel del “mercado”, mayor autonomía de empresa e introducción de reformas de mercado. El conflicto de clases abierto entre estas fuerzas condujo finalmente a la “Revolución Cultural” (1966- 1974), que buscó poner definitivamente la revolución en la vía de profundizar la perspectiva socialista. Paradójicamente el resultado de la Revolución Cultural debilitó seriamente los movimientos de masas y condujo al ascenso de lo que más tarde se convirtió en “capitalist roaders” (1) bajo el mando de Deng Tsiao Peng.

La Revolución Cultural, en el inicio, desafió la extracción “feudal” del excedente rural, la jerarquía y el abuso de autoridad de estilo soviético y la organización “Taylorista” del trabajo. La lucha reafirmó la primacía del papel de los trabajadores en la sociedad impidiendo así cualquier apertura hacia el mercado, posponiendo al menos durante 20 años cualquier liberalización. Las movilizaciones urbanas, sobre todo de la generación joven, estaban encaminadas a terminar con el abuso de poder de las autoridades públicas y profesionales que monopolizaban los organismos públicos de educación, sanidad, ciencia y cultura a fin de ponerles en línea con las normas igualitarias. Los enormes excesos y la conversión de la lucha ideológica / de clases en un conflicto de la elite burocrática controlado desde arriba, y la falta de una dirección positiva de la movilización de masas llevó al agotamiento y desilusión de los movimientos de masas.

El consiguiente predominio de los ‘capitalist roaders’ a finales de los años 1970 no fue tanto el resultado de una decisiva victoria político-militar como fue un subproducto de la muerte y disolución de los movimientos de masas bajo el liderazgo de un Mao Tse Tung envejecido y de lo que vino a denominarse ‘la Banda de los Cuatro’. Etapa II: Del Comunismo al Capitalismo de Estado 1970-1989

El comunismo ecléctico del período (1949-78), y la muerte de las fuerzas renovadoras de la Revolución Cultural (1966-73) reforzaron a la élite burocrática favorable a la apertura del mercado, reforzó los remanentes capitalistas empotrados en el régimen, y lo que es más importante abrió sitio para el avance de economistas, científicos, ingenieros y otros cuadros del partido educados o influenciados por los últimos experimentos soviéticos con empresas basadas en el lucro y el cálculo. De igual importancia fue el giro la derecha de la política exterior de Mao aceptando a Washington (Nixon y Kissinger) y recibiendo a dictadores y a líderes derechistas, anticomunistas desde Pinochet en Chile, a Marcos en Filipinas y Savimbi en Angola, que abrió a todo el partido a una reevaluación de su política internacional y la posición central del mercado capitalista mundial. Esta reevaluación, por su parte, reforzó la nueva generación emergente de profesionales y cuadros que llegaron a la madurez en el período postrevolucionario. Su pensamiento se formó en acusada reacción al empuje plebeyo-igualitario de la Revolución Cultural y en particular por sus excesos y su tentativa de circunvenir problemas objetivos ‘creando hechos’ y por su ataque frontal contra científicos, expertos y académicos.

La nueva configuración de poder estaba integrada por tecnócratas, líderes Comunistas de orientación mercadista, aspirantes a empresarios privados, ideólogos políticos de una nueva clase capitalista y sectores de la vieja burguesía restituida a la respetabilidad. Desarrollaron una estrategia de liberalización por etapas. Esta nueva élite del poder procuró evitar un ataque frontal contra el sistema de asistencia social y contra la propiedad colectiva. En vez de ello adoptaron una serie de medidas escalonadas de liberalización durante los años 1980. Sustituyeron la privatización de facto de la tierra mediante el desmontaje de las granjas colectivas, incluso de las exitosas, e impusieron un sistema de ‘arrendamiento familiar’, alentando el comercio privado, la acumulación individual y la concentración gradual de tierra. Altos Oficiales del Partido y del Estado y cuadros del Partido, como agentes de las transferencias estatales de propiedad al sector privado, contratos, licencias de importación, permisos de uso de tierra, créditos, préstamos e incentivos, se enriquecieron y pronto se convirtieron en capitalistas por derecho propio. Estas regalías fueron distribuidas por funcionarios estatales a la nueva clase de capitalistas a un precio: La corrupción fue el eslabón entre el aparato colectivista liberal y los capitalistas, desdibujando a menudo la línea entre propiedad pública y privada especialmente porque un alto porcentaje de la nueva clase capitalista era progenie o parientes de funcionarios estatales.

“El capitalismo Estatal” se convirtió en el régimen de transición entre socialismo y capitalismo neoliberal. El papel más importante de este régimen de transición fue crear el marco óptimo para la acumulación rápida de capital privado y riqueza. Esto implicó la imposición de un brutal régimen de control de los trabajadores, represión de las demandas de los trabajadores y la explotación ilegal de los trabajadores por el capital. El control total de los trabajadores permitió que el régimen privatizara y cerrara numerosas empresas, se dedicara al pillaje masivo de recursos y la creación de una nueva clase de ricos millonarios en una década. La liberalización económica animó el crecimiento de dos tendencias de oposición: Una oposición estudiantil prooccidental / imperialista liberal democrática inclinada a tomar el “camino ruso” y una oposición de base trabajadora que exigía democracia en nombre de defender la herencia del pleno empleo, derechos sindicales, el ‘tazón de hierro’ y otras medidas de bienestar socavadas por los capitalistas estatales de tendencias liberales. El alzamiento de la plaza de Tiananmen (1989) estuvo dominado por los estudiantes-liberales; en Shanghai y otros sitios predominaba la oposición trabajadora-socialista.

Ambas oposiciones fueron derrotadas, reforzando el aparato estatal y el avance de la liberalización en los años 1990 hasta principios del 2000. El régimen ‘capitalista estatal’ intentó montar dos caballos, seguir con un sector estatal fuerte que nutría a una privilegiada y corrupta élite oficial y una apertura de mercado para negocios comerciales, agrícolas y privados e inversores para ‘complementar’ al sector estatal. El sector estatista, inicialmente el grupo dominante, insistió en que los bancos públicos siguieran favoreciendo los préstamos a compañías estatales, mientras las facciones liberales y otros funcionarios estatales presionaban en pro de mayores empréstitos públicos para firmas privadas y áreas más amplias para la inversión privada.

Hacia finales de los años 1980 y en los años 1990, la relación interna de fuerzas, dio un cambio inexorable hacia los sectores de ‘liberalización’ de la élite dirigente estatal, cuando el sector privado ganó ímpetu y aumentaron las concesiones del estado.

En otras palabras, el ‘capitalismo estatal’ se convirtió en caldo de cultivo para el capitalismo privado.

El capitalismo estatal como “régimen de transición” al capitalismo liberal combina las formas externas del socialismo (predominio de empresas estatales y planificación estatal) mientras que la dinámica interna se moviliza hacia relaciones capitalistas (arrendamiento de tierra, estrategia de exportación, apertura a inversiones extranjeras, y privatizaciones). Lo que es más importante, una nueva “ideología” promoviendo el enriquecimiento individual sirvió como justificación y estímulo para la nueva clase emergente de capitalistas. El acelerado crecimiento, aunque desequilibrado y de concentración de ingresos, durante los años 1980 fue asegurado por las fundaciones básicas para el desarrollo construidas durante el período Comunista precedente. El recién surgido régimen capitalista se benefició de la clase obrera industrial urbana saludable, entrenada y experta, de las industrias básicas (acero, carbón, maquinaria pesada) e industrias ligeras (textiles, zapatos y actividades relacionadas) que sirvieron como puntos de despegue para la estrategia de exportación. La infraestructura básica (ferrocarriles, puertos, aeropuertos y transportes) y un estado ordenado, estable y unificado capaz de defender la soberanía nacional construido bajo el régimen Comunista fueron condiciones esenciales para el despegue capitalista.

El elemento clave dentro de la formación capitalista estatal que facilitó el movimiento de alejamiento del comunismo y hacia la transformación de China en un estado capitalista liberal fue la resocialización de toda la élite de estrategas políticos y asesores: A saber, la adopción incondicional de criterios, métodos, motivaciones y estructuras organizativas capitalistas. Durante los años 1980, una generación entera de niños de la élite capitalista estatal fue educada por economistas liberales occidentales tanto en China como en el extranjero. Les enseñaron modelos económicos de mercado, la equiparación de ‘modernización’ con liberalización capitalista, el papel positivo de las corporaciones multinacionales e inversión extranjera. Les indujeron a creer que eficacia equivalía a rentabilidad y privatización, que la desigualdad era resultado del ‘mérito’ (o su carencia). La letanía entera de virtudes capitalistas fue casi universalmente e incuestionablemente aceptada por la élite culta – y puesta en práctica – porque ello le proporcionaba justificación e incentivo para sus propias ambiciones de clase. La progenie de la élite capitalista-estatal se convirtió en la agencia política y económica para la transformación del capitalismo estatal a su variante liberal. La nueva clase emergente de capitalistas liberalizantes se benefició educacionalmente y en términos de oportunidades económicas de la privilegiada posición de sus familias en el aparato estatal. También se beneficiaron de sus contactos políticos con funcionarios del sector en lo referente a manipular la privatización de la propiedad estatal, basada en gran parte en la corrupción, transferencias ilegales, timos, fijación de precios a la baja y otros mecanismos políticos.

La transición del estado al capitalismo liberal se basó en una especie de ‘acumulación primitiva’ o pillaje de recursos públicos, como fuerza motriz de la reproducción capitalista ampliada en la fase capitalista liberal subsiguiente. La élite capitalista estatal justificó la apertura hacia la liberalización como medio para “desarrollar las fuerzas de producción como preludio al socialismo”. La aparición de una poderosa e influyente case capitalista multimillonaria disminuyó la credibilidad de este eslogan.

El trabajo preliminar principal para la transición liberal realizada por el estado capitalista fue la abolición de todas las restricciones sobre las formas más salvajes de explotación capitalista de la mano de obra y el abaratamiento de los costes de producción, creando una masa de 400 a 500 millones de trabajadores rurales y urbanos desplazados disponibles para emplearse mal pagados en factorías, construcción y servicio doméstico. Hacia 2005 China tenía las peores desigualdades de cualquier país asiático – a gran distancia de comienzos de los años 1970 cuando era uno de los países más igualitarios.

Transición del Capitalismo Estatal al Capitalismo Liberal

La creciente presencia de capitalistas Chinos en todos los sectores de la economía, su alta concentración en los sectores de crecimiento dinámico fue causa y consecuencia de su mayor presencia política directa e indirectamente en las altas esferas del sistema político. El resultado fue el ahondamiento de la liberalización: El desmantelamiento acelerado de barreras comerciales, leyes laborales protectoras, destrozo del campo, masificación del ejército de reserva de desempleados y su casi incuestionable orientación hacia la estrategia del mercado de exportación. Esto llevó al surgimiento de una clase de multimillonarios –‘super ricos’- comparable a los más ricos de los ricos en los países imperiales, y a las mayores desigualdades del mundo entre el 1% del tope de la estructura de clases y el 50% del fondo de la misma. Las ‘víctimas de la Revolución Cultural’ se convirtieron en verdugos de una de las restauraciones capitalistas más duras de la historia moderna (quizás sobrepasada por la rusa y la de algunas de las Repúblicas de Europa del Este y ex-soviéticas) si medimos las pérdidas sociales y la extraordinaria masa de ganancias, rentas y coma de posesión de tierras que ocurren bajo la élite liberal ascendente.

El grupo predominante, al menos de principios a mediados del período del régimen liberal, fue el de los capitalistas nacionales Chinos, aunque pronto en una apuesta sustancial fue asumido por los Chinos extranjeros de Hong Kong, Taiwán y otros sitios. El avance del capitalismo privado nacional tomó dos rutas: O bien a través de la toma de fábricas estatales privatizadas o mediante inversiones en nuevas empresas o servicios. En casi todos los casos la corrupción de funcionarios estatales desempeñó un papel principal para “lubricar” el proceso, además de los “talentos empresariales”, el conocimiento del mercado y el comportamiento innovador de la nueva clase. Beneficiarios de la privatización – los nuevos dueños – fueron en parte antiguos funcionarios Estatales del Partido que simplemente cambiaron el control elitista por la propiedad capitalista y gente de negocios privada aspirante con estrechos lazos con las autoridades locales, provinciales o estatales. Igualmente la nueva burguesía de empresa privada enormemente beneficiada con los contratos estatales, concesiones de tierra, exoneraciones fiscales, mano de obra barata controlada por el estado y (sobre todo al principio) mercados casi oligopólicos. En ambos casos la liberalización estuvo tanto dirigida por el estado como orientada por el mercado. El estado intervencionista siguió siendo un factor clave, pero su papel cambió dramáticamente de ser inversor directo a ser promotor de la inversión privada. Las reglas restrictivas de las actividades del mercado fueron reemplazadas por nuevas normas (o al menos prácticas), que dieron a los capitalistas sitios de tierra, incentivos para inversión y protección de los derechos de propiedad. A lo largo de los años 1990 y en el nuevo milenio, la constante fue la creciente proporción de producción, exportaciones e inversión de beneficios controladas por capitalistas privados. Lo que comenzó a principios de los años 1980, como una ‘apertura de mercado’, se convirtió en torrentes en las dos décadas siguientes. A mediados de la primera década del siglo XXI, el capital privado contaba con el 75 % de la producción no agrícola. En gran parte, el crecimiento del capitalismo privado fue resultado del cierre de las fábricas estatales o su liquidación y la vasta infusión de capital privado tanto local como extranjero.

La rápida reproducción del capital privado en el ámbito nacional se derivó de la expansión de la producción de bienes de consumo tanto duraderos como no duraderos, basados en la demanda cerrada y la poca competencia del principio; la propiedad, los bienes inmuebles y el boom de la construcción convirtieron a “empresarios” bien conectados en multimillonarios. Las compras de compañías estatales también condujeron a la ascensión de una nueva burguesía industrial. A tuertas o a derechas, timos, mercados cautivos y sobre todo lo demás un mercado no regulado para expoliar la mano de obra barata, los capitalistas emergentes se catapultaron en menos de una década, de negociantes a pequeña escala a magnates con múltiples mansiones, condominios de millones de dólares, Mercedes, amantes y cuentas bancarias en el extranjero. Dados los altos niveles iniciales de explotación de los trabajadores, los cientos de millones de trabajadores y campesinos en el paro y la alta concentración de riqueza en el diez por ciento del tope, la demanda doméstica estuvo relativamente constreñida. El régimen y la nueva clase dirigente capitalista miraron hacia el mercado de exportación como un mecanismo para retener los privilegios de clase y encontrar una salida lucrativa para la creciente producción. Considerando que la ubicación de los mercados estaba en el extranjero, era lógico y provechoso desarrollar las regiones costeras de China más cercanas a los puertos y forzar a los obreros a que se trasladaran del interior a los sitios de producción. Los mercados de exportación determinaron los sitios de producción y éstos determinaron la dirección de la masiva migración interna. Los sitios de producción costeros, puertos, centro comercial y bancario se convirtieron en semillero de la ideología neoliberal engendrada por los centros académicos y de investigación. Las ciudades costeras también fueron centros para las mayores transacciones económicas entre funcionarios estatales y la nueva gran burguesía, y entre ésta y los inversores extranjeros que buscaban “socios estratégicos” y entrar en el mercado Chino. Todos los centros costeros urbanos principales se convirtieron en centros de las formas más rancias de especulación de bienes inmuebles y tratos de tierra corruptos, que acompañaron a la construcción de apartamentos de lujo, centros comerciales de calidad, boutiques, hoteles de cinco estrellas y rascacielos con altos alquileres para oficinas– para proporcionar espacio de trabajo y satisfacer los caprichos y el consumo conspicuo de los nuevos multimillonarios burgueses y los primeros multimilmillonarios.

Millones de obreros de la construcción, mineros, servidores domésticos y trabajadores de cadena de montaje trabajaron en las condiciones más abominables: Las jornadas más largas, las peores condiciones de seguridad, la paga más baja y las peores condiciones sanitarias de trabajo y las peor reguladas de Asia produjeron márgenes de beneficios enormes, servicios domésticos privados e instalaciones físicas dentro de las cuales los nuevos ricos se hicieron más ricos y el consumo conspicuo se convirtió en un ritual diario. Nunca en la historia China o en realidad en la historia de capitalismo se acumuló tanta riqueza privada, en un tiempo tan corto, explotando a tantos obreros con tan pocos derechos y beneficios. Yuxtapuesta sobre la concentración geográfica de producción y distribución estaba la concentración de clase de riqueza, consumo y poder político. La noción de “Dos Chinas” tomó un sentido totalmente nuevo (ya no refiriéndose a la distinción estadounidense entre China y Taiwán): Se refería a la China de las regiones costeras dominadas por la nueva gran burguesía y la China del interior integrada por cientos de millones de anteriores campesinos en paro que proporcionaba mano de obra barata, productos alimenticios, materias primas y productos terminados a las áreas costeras para procesamiento, acabamiento, exportación y…lucro.

Capital Extranjero: Las Primeras Cabezas de playa

En paralelo al crecimiento de una elite burguesa China, los grandes inversores extranjeros establecieron cabezas de playa industriales, y enclaves en sectores clave, como el transporte y otros sectores de crecimiento. Las corporaciones multinacionales principales subcontrataron con fabricantes Chinos locales en todos los sectores de exportación importantes (ropa, zapatos y juguetes) o invirtieron directamente en estos sectores.

El punto decisivo llegó con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio: La política a gran escala y largo plazo de cierres de fábricas estatales continuó y fue acompañada por privatizaciones y transferencia de propiedad a capitalistas privados nacionales o extranjeros. La entrada en la OMC cambió decisivamente el equilibrio entre capital privado y capital estatal, y el predominio ideológico del primero.

El capital privado superó al capital estatal en el valor del producto, exportaciones y ofertas de empleo. Las grandes firmas privadas comenzaron a recibir un porcentaje creciente de préstamos de bancos estatales, donde en el pasado estaban excluidas o restringidas. Bajo la cobertura y protección de tratamiento igual para capital extranjero y nacional, las multinacionales de Japón, EEUU, Hong Kong, Taiwan y Unión Europea aceleraron su entrada, extendiéndose a la mayor parte de los sectores de la economía desde cremas faciales a campos de golf, desde fábricas a empresas de alta tecnología. Prácticamente nada estaba ‘fuera de los límites’.

Los “estatistas burocráticos” dedicados a acciones de retaguardia pensaron en reducir el ritmo de privatización por medio de demoras reguladoras y no implementación de decisiones políticas. Algunas de estas objeciones estuvieron basadas en creencias políticas, otras como medio de obtener rentabilidades. Al final, sin embargo, los estatistas estaban claramente en retirada.

El alto crecimiento significó la expansión de conglomerados bajo propiedad de multimillonarios y capitalistas de base familiar extensa entrelazada con millonarios Chinos extranjeros y casas de inversión Occidentales.

El modelo capitalista estatal basado en una triple alianza de capital estatal, capital privado nacional e inversión extranjera, fue reemplazado por una nueva coalición dual de capital nacional y extranjero. A mediados de la primera década del siglo XXI, la burguesía nacional había alcanzado la cúspide del poder – superando al capital estatal y sin que su dominio fuera todavía desafiado por las multinacionales extranjeras en ascenso. El malestar de los trabajadores se extendía en progresión geométrica, pero lo mismo sucedía con los sistemas de represión, policía especial y fuerzas paramilitares. Los recursos de mano de obra barata disminuían, pero la afluencia del campo compensaba el alto relevo de la mano de obra. La competencia se intensificó pero la financiación extranjera crecía y las oportunidades de alianzas estratégicas aumentaron. La oposición a la penetración de capital extranjero estaba todavía limitada a sectores burocráticos. La mayoría de los capitalistas Chinos prefirieron subcontratar y formar sociedades con capital extranjero. La mayor parte de los titulados universitarios velaban por hacer carrera en los monopolios nacionales privados y en las multinacionales extranjeras. Optaban menos por una carrera vinculada al estado. Las quiebras entre firmas de tamaño pequeño y medio proliferaron a medida que la competencia se intensificó y los márgenes de beneficio disminuyeron, pero nuevos monopolios y más grandes ocuparon su lugar.

China no era sólo el ‘paraíso’ del capitalista Chino – fue un imán para capitalistas e inversores de todo el mundo: Todos querían entrar en el acto de explotación sin restricciones de la mano de obra y en el mercado de 200 millones de consumidores de clase media, 10 millones de millonarios y miles de multimillonarios súper-ricos.

El Futuro: La Transición del Liberalismo al Neoliberalismo – ¿Eclipse de la Burguesía Nacional?

Las tendencias presentes - mitad de la primera década del siglo XXI - delimitan una clara trayectoria hacia una profundización de la expansión capitalista, sobre todo capitalista extranjera, (excluyendo una crisis principal en el sistema de comercio global, una revolución social en China, una recesión grave en EEUU o una confrontación militar sino-estadounidense). La inversión extranjera y las multinacionales extranjeras crecen a ritmo rápido, yendo más allá de sus cabezas de playa iniciales como accionistas minoritarios en firmas escogidas. Desde el presente a la próxima década, las multinacionales y los bancos de inversión extranjeros comprarán acciones y ampliarán su control en la producción, distribución, transporte, telecomunicaciones, bienes inmuebles y sector de servicios en todas las lucrativas economías costeras. Este proceso se realiza a través de tres rutas: mediante inversiones directas en nuevas empresas; la aproximación más común es implicarse en empresas conjuntas con un socio estratégico; la tercera ruta es comprar acciones de empresas ya existentes. En todos los casos hay una tendencia inequívoca de las multinacionales para ampliar su influencia e inversiones durante tiempo, tomando finalmente el control de los puestos de dirección estratégicos. Este proceso no es uniforme, en particular donde hay conflictos con la dirección China, interferencia política y pérdidas económicas prolongadas, en cuyo caso las multinacionales se retiran.

A medida que suben los costes de mano de obra, de alquiler y de ‘arranque’ en las principales ciudades y a medida que una burguesía relativamente próspera y una pequeña burguesía surjan en el ‘interior’, las multinacionales extenderán sus operaciones hacia ‘el centro’ Chino. A pesar del bajo nivel de vida de la gran masa de trabajadores, campesinos y desempleados, hay en el interior un mercado interno de 100-200 millones de consumidores activos. El cambio histórico de la inversión extranjera y las multinacionales es hacia la captura de una parte sustancial y finalmente de la mayoría del mercado doméstico aún cuando China siga sirviendo de plataforma de montaje y exportación para firmas de propiedad extranjera. Las multinacionales han lanzado una ofensiva económica multi-direccional para: 1. capturar el control del sistema bancario y financiero 2. dominar los sectores altos y medios del mercado de bienes de consumo doméstico 3. penetrar en el sector de telecomunicaciones, y 4. ganar participación en los mercados cultural, de entretenimiento, publicidad y comercial.

Por medio del sistema bancario, el capital extranjero conseguirá acceder a enormes sumas de ahorros internos, control del crédito a grandes, medianas y pequeñas empresas y lo que es más importante, podrá financiar inversiones de las multinacionales con ahorros Chinos. Los bancos principales de China ya están vendiendo participaciones a inversores extranjeros y varios importantes bancos multinacionales han comprado bancos locales. A finales de 2006, cuando se levanten las restricciones contra la propiedad extranjera, la toma de control extranjera del sector bancario se va a acelerar. Hacia el principio de la segunda década de este siglo, los bancos extranjeros probablemente tendrán el control de las palancas financieras de la economía China. Desde ahí, con el suplemento estratégico de préstamos, crédito, refinanciación e inversión, el capital extranjero estará en posición de penetrar las industrias punteras del país. Los inversores extranjeros están orientados a copar el mercado de consumo existente – no a crear un mercado de masas, que implicaría rentas crecientes, y/o redistribución de la renta hacia cientos de millones con poder adquisitivo sumamente limitado. La tendencia es apuntar al sector más alto del mercado - la nueva burguesía y la más abundante y creciente pequeña burguesía. Los cosméticos, moda de marca registrada, el transporte y la electrónica ya están penetrando en el mercado. Es probable que sigan versiones más baratas de los mismos productos, consiguiendo participación en el mercado de masas entre trabajadores en activo y asalariados de las regiones interiores y costeras.

En breve, puede esperarse que los inversores extranjeros usen los nuevos tratados comerciales mundiales para penetrar en los sectores Chinos de comunicaciones y servicios, sobre todo los de los medios de comunicación, entretenimiento, publicidad y mercadotecnia, especialmente las principales salidas de venta al público.

La estrategia de toma gradual de los años 1990 y los cinco primeros años del nuevo siglo ganará ímpetu en la década siguiente. La propuesta en dos etapas de compra de firmas nacionales y acumulación de acciones e influencia continua será sustituida por compras sin reservas e inversiones directas en nuevas firmas monopolísticas.

Las firmas Chinas todavía predominarán en los sectores muy competitivos que emplean de mano de obra intensiva. Sin embargo estarán sujetas a un mayor ajuste de beneficios por las multinacionales subcontratistas y sujetas a altas tasas de quiebra, abriendo la vía hacia mayor concentración de la propiedad.

Comienza ya a surgir una “división del trabajo” entre capitalistas extranjeros y Chinos. Las multinacionales controlarán la mercadotecnia, financiación, diseño, tecnología, I+D, objetivos de producción y ventas extranjeras. Sus socios Chinos estarán a cargo de las relaciones con el gobierno (facilitación de contactos, pago de “comisiones” o sobornos, etc.), relaciones con los trabajadores, contratación de trabajadores (pero no necesariamente contratación o despido del personal de nivel medio y alto, promociones y sobresueldos), relaciones públicas e ingeniería. En algún punto, con mayor probabilidad en la segunda década de este siglo, el poder acumulativo resultante del crecimiento dinámico del poder de las multinacionales en las finanzas, producción, influencia política y exportaciones causará un ‘Gran Salto hacia Adelante’. En la cuarta gran transformación, China dará el salto del liberalismo al neoliberalismo. La economía “China” perderá su “identidad nacional” y se convertirá en un puesto territorial avanzado para bancos controlados y dirigidos por extranjeros y corporaciones multinacionales. La penetración cuantitativa conducirá al cambio cualitativo de los altos dirigentes de la economía y de las esferas de la elite de la clase gobernante. La puja de China por convertirse en una “potencia mundial” será subvertida. En vez de ello, China se convertirá en un gigantesco delegado de las potencias imperiales, que competirán cada vez más por el dominio, usando diferentes sectores de la élite política, militar, estudiantil y demás. El punto en el cual China se transformará de retoño de potencia mundial en delegado de los estados imperiales depende de cuando las multinacionales se hagan con los medios clave de producción, finanzas y comercio y cuando se exprese este poder económico dentro del estado Chino. Hay una relación simbiótica entre la creciente presencia de multinacionales y la conversión del estado Chino en un promotor de las políticas de “libre mercado”, cada uno reforzando al otro. El Gran Salto de China hacia un puesto de avanzadilla industrial del imperio se consumará cuando la parte de ganancias cambie de la burguesía nacional al capital extranjero, un proceso que se aceleró en la primera década del siglo XXI.

El papel líder de las burguesías de China en la transformación capitalista está basado en dos factores: Regulación burocrática y antiimperialismo residual de los funcionarios políticos. Algunos funcionarios públicos socavan, retrasan y añaden costes a la entrada de multinacionales. Otro impedimento son los errores de cálculo en la inversión que los inversores extranjeros hacen en términos de “compañeros estratégicos” corruptos o incompetentes. La burguesía China es la más fuerte en las industrias intensivas que emplean más mano de obra usando el ejército de reserva masiva de parados rurales. Cuando esta “reserva” se agote y los trabajadores urbanizados exijan salarios más altos, disminuirán las ventajas comparativas de la burguesía nacional sobre el capital extranjero. Aunque la burguesía nacional seguramente exigirá mayor represión del malestar laboral, se verá pillada entre el incremento de presiones de los trabajadores y la mayor competencia de las multinacionales. Las perspectivas para el ‘avance’ de la burguesía nacional residirán en la concentración (monopolización), ir ‘al extranjero’ en búsqueda de nuevos sitios baratos de explotación, o mejorar su tecnología y organización interna. Lo más probable es que los capitalistas Chinos globales a gran escala procurarán encontrar un modus vivendi con las multinacionales predominantes, sacrificando el poder global por una parte relativamente disminuida del mercado Chino y un puñado de operaciones extranjeras en los mercados y enclaves de recursos más pobres africanos asiáticos y latinoamericanos.

La historia y la lógica del desarrollo a gran escala y a largo plazo confirman la idea de que cada régimen social precedente contiene los agentes transformadores del régimen siguiente. Al igual que la “élite colectivista” (los “capitalist roaders”) transformó a China desde una economía socialista en una economía capitalista estatal (“socialismo de mercado”) lo mismo hicieron el funcionariado político y la burguesía emergente, sentaron la base preliminar para el ascenso del capitalismo liberal. Finalmente el capital extranjero se ha convertido en una fuerza dinámica dentro del marco liberal, ahondando su control de empresas y bancos y expandiéndose por todos los sectores de la economía. Acompañando a esta transformación no violenta de China de un estado capitalista liberal a un estado capitalista neoliberal, está la cada vez más creciente resistencia masiva a las más brutales condiciones explotadoras del mundo, la más arbitraria captura de tierras, las condiciones laborales más peligrosas que haya en ningún sitio, las mayores desigualdades entre el 1 % del tope y el 50 % del fondo. Además de la explotación brutal de la burguesía China está su laissez faire respecto a las políticas de importación agrícola que arruinan a millones de campesinos y los conducen a la desesperación. A mediados de la primera década del siglo XXI la importación masiva de algodón estadounidense altamente subvencionado, arroz y otros cereales ha devastado sectores del campo. El aumento de la competición tanto del capital privado nacional como del extranjero ha puesto en movimiento a cerca de 100.000 manifestaciones de masas congregando a millones de trabajadores y campesinos que protestaron por tiroteos arbitrarios, cierre de plantas, robo de pensiones, capturas arbitrarias de propiedad sin compensación.

La Intensificación de la Crisis Social: La Vuelta de la Lucha de Clases

Entre 2001 y 2004, las principales protestas sociales pasaron de 4.000 a 72.000 al año, y en 2005 aumentaron a 91.000. A pesar de la formación de unidades especiales de policía militar por todo el país, la marea de protesta social, sobre todo en el campo amenazó con desestabilizar al régimen. Los líderes Chinos respondieron anunciando una serie de nuevos programas. En el marzo de 2006, en la sesión anual del Congreso Nacional del Pueblo, el Primer Ministro Wen Jiabao prometió construir “un nuevo campo socialista”, describiéndolo como una “tarea histórica principal”. Wen prometió que el gobierno gastaría 5,2 mil millones de dólares a mayores en escuelas rurales, hospitales, subvenciones para cosechas y otros programas – un aumento del 15 % respecto al año anterior. Una encuesta de la Organización Mundial de la Salud para medir la equidad en el tratamiento médico situó a China en el puesto 187 entre 191 países. Las políticas neoliberales del régimen estaban recolectando el torbellino de protesta rural masiva contra las arbitrarias capturas de tierra por parte de explotadores rapaces y funcionarios corruptos. Para atajar las protestas Du Ying, Viceministro de la poderosa Comisión de Reforma y Desarrollo Nacional de China, propuso ‘reformas’ basadas en “mecanismos de mercado” para proporcionar “compensaciones justas” por las tierras capturadas para uso comercial. Más de 133.000 hectáreas de tierras de labranza chinas son recalificadas para uso no agrícola cada año dejando a aproximadamente 1 millón de labradores sin tierra que cultivar. La propuesta de “nuevo campo socialista” del mando incluía impuestos más bajos y poner fin a las extorsiones de pagos hechas por funcionarios locales corruptos. Para financiar estas reformas sociales el mando anunció bajar la tasa de crecimiento al 8 % y un plan para reasignar el gasto al objeto de animar el crecimiento del mercado de consumo doméstico. Estas medidas, sin embargo, son demasiado pequeñas y demasiado tardías. En primer lugar los grupos que se verían afectados negativamente por estas reformas son la misma gente por la que se pidió poner en práctica los cambios – una propuesta muy dudosa. En segundo lugar los gastos adicionales de unos cuantos miles de millones de dólares tendrán un efecto mínimo sobre 800 millones de pobres rurales. La extensión de las políticas de libre mercado en el campo, sobre todo en el contexto del llamado sistema de arrendamiento, seguirá concentrando la propiedad de la tierra y aumentando el número de parados rurales. Los agricultores ricos, dueños del transporte, intermediarios comerciales y prestamistas informales, en alianza con especuladores de tierra urbanos, tienen control total sobre el poder político y ciertamente se asegurarán de que poca -si es que llega alguna- de la nueva financiación rural llegue a las multitudes más necesitadas. La política del régimen para promover el consumo doméstico requiere un incisivo aumento del salario mínimo y la regulación de los muy sesgados ratios entre salarios y beneficios, lo que no forma parte de la agenda neoliberal. Dado que la mayor parte de fabricantes se dedican al mercado de exportación, toda la estructura de producción tendría que ser ajustada a la demanda potencial del mercado local – que es un proceso costoso que tampoco está actualmente en pantalla para la nueva clase capitalista. Un aumento sustancial del mercado de consumo doméstico significa salarios más altos y productos a precios asequibles, afectando ambos a las ganancias de los nuevos capitalistas que tienen vínculos más estrechos con el mando. El dilema del poder es que para poder contener el creciente descontento social con ajustes estructurales progresistas el régimen tendría que ser transformado, tendría que subir al poder una nueva configuración de poder social y tendrían que ponerse en práctica restricciones a la política ‘no proteccionista’ para inversores extranjeros.

Hay claros signos de que la rápida toma privada nacional y extranjera de sectores estratégicos de la economía ha generado una acentuada oposición incluso dentro del Partido. Ha habido una acusada disputa ideológica en el Congreso Nacional del Pueblo (marzo de 2006) sobre una nueva ley protectora de la propiedad privada. Dos bandos de crítica surgieron en el debate: Unos sostenían que la protección de la propiedad protegería a los millonarios y multimillonarios que robaron activos públicos o a los funcionarios que aceptaron sobornos; los otros afirmaban que la ley de propiedad borraría el equilibrio entre propiedad estatal y privada, a favor de ésta. Aunque el debate es importante para destacar como las tomas de control extranjeras de China y la rápida privatización han provocado vocal oposición intelectual y pública, no es probable que ello tenga implicaciones serias. Todo el mando del régimen está vinculado a las poderosas élites del creciente sector privado que se han convertido en la fuerza motriz esencial del crecimiento. El traslapo social, familiar y económico entre el mando político y las élites económicas privadas y el modelo neoliberal dominante impide cualquier reforma seria. La lucha de clases probablemente se hará más profunda.

Los viejos nexos paternalistas comunistas y estatales capitalistas entre directores y trabajadores, líderes de granjas colectivas y campesinos han sido rotos. Las protestas descentralizadas espontáneas resultantes de la primera ola de explotación liberal de sobre todo trabajadores rurales probablemente serán reemplazadas por los nuevos trabajadores urbanizados, enfadados por los grotescos contrastes de clase entre un estilo de vida de la clase dirigente de consumo conspicuo y poder arbitrario y un creciente ejército de trabajadores urbanos desempleados empobrecidos, campesinos desplazados y obreros explotados. La centralización del capital en grandes fábricas en ubicaciones urbanas concentradas facilita la organización, el intercambio de ideas, el compartir experiencias, el recuerdo del empleo garantizado y más seguro sin grandes distingos de clases.

Los recuerdos pasados, la penetración de la ideología de los trabajadores convergiendo con urbanizados masificados y concentración de trabajadores sumamente explotados es probable que genere un nuevo tipo de revolución cultural, con un contenido claramente antiimperialista y de clase. Hay una relación inversa entre la ascensión y el declive relativo de la burguesía nacional y el declive y la ascensión de la nueva clase obrera según el enfoque cambie de una ‘ética consumista’ a una lucha por la dignidad de clase y liberación de los miles de problemas y tribulaciones impuestos por la clase dirigente. La futura burguesía dirigente extranjera carecerá de los lazos culturales de la burguesía nacional, del ‘aspecto nacional’, del discurso mesiánico de ‘potencia mundial’ para ofuscar a los trabajadores; las relaciones capital-Trabajador girarán totalmente alrededor del nexo en efectivo. Las relaciones sociales basadas en el pillaje extranjero despertarán de nuevo los nexos tanto de clase como nacionales y se extenderán hacia fuera hacia los intelectuales, estudiantes, comerciantes, campesinos amenazados por la acumulación dinámica del capital extranjero – poniendo en movimiento una nueva lucha revolucionaria en las próximas décadas.

N. de T.: (1) El término Maoista “capitalist roader” denota a personas o grupos de la izquierda política que muestran una marcada tendencia a inclinarse a la presión de las fuerzas burguesas y como consecuencia intentan desviar la revolución hacia una dirección capitalista, es decir hacia el “camino capitalista”.

Traducido para La Haine por Marina Trillo

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