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La otra historia que termina con Cerrillos: EL HANGAR DE LA TORTURA

La otra historia que termina con Cerrillos: EL HANGAR DE LA TORTURA

Con el cierre del Aeródromo de Cerrillos se pone fin a una parte importante de la historia del país, que no sólo tiene que ver con pilotos y aviones. Concluye una novela de lamentos, de sangre y horror. De pánico y sufrimiento humano. Los protagonistas y sobrevivientes dan testimonio y piden que el Portal Bicentenario haga un espacio al recuerdo.

www.lanacion.cl  Por DIEGO CORVERA
 

Fernando Lizana era militante del Partido Comunista en los setenta y boxeador campeón chileno en los cincuenta. Se desempeñaba como chofer de taxi y no tenía un rango político importante dentro de su partido. Vivía desde 1972 -y hasta ahora- en Villa La Portada de San Bernardo. Llevaba una vida tranquila. Pero a partir del golpe de Estado la angustia comenzó a crecer. Lo mismo que el miedo.
Fernando miraba la réplica del país en su barrio. Allanamientos. Desapariciones. Muertes. “Un día, el 30 de agosto de 1975 en la madrugada, golpearon la puerta fuertemente. Mi mujer se asomó a mirar quién era por el ojo mágico, pero antes que viera algo, la puerta se abrió de golpe con una patada y ella voló hasta quedar en el piso... Me llevaron con otros compañeros al Hangar de Cerrillos, donde permanecí hasta el 17 de septiembre sin comer, recibiendo torturas y teniendo horribles pesadillas que prácticamente no me dejaron dormir”. Fernando cuenta que gracias al coraje que le dejó su entrenamiento como deportista de antaño pudo resistir y zafarse de la muerte, hasta que un supuesto doctor lo examinó y se dio cuenta que estaba rayano en locura. El diagnóstico motivó que sus victimarios lo trasladaran, después de más de dos semanas luchando por sobrevivir. “Nosotros no éramos políticos, sólo trabajadores con sueños. Creíamos en un ideal”.
Fernando vive con esta historia pegada al cuerpo. A sus sueños. Mira la prensa y ve cómo se terminan los vuelos en Cerrillos. Y cómo interrumpieron su propio vuelo.
 

El conjunto del terror
 

El Comando Conjunto fue un grupo liderado por agentes de inteligencia de la Fuerzas Aéreas, donde también participaban miembros de la Armada, Carabineros, Ejército, Policía de Investigaciones y civiles de extrema derecha. Comenzaron operando en el subterráneo de la Academia de Guerra Aérea (AGA) -donde fue torturado a fines de 1973 el general Alberto Bachelet- y entre 1975 y 1976 concentraron su trabajo en tres recintos: el Nido 20, el Nido 18 y el Grupo 10. Este último, también conocido como el Hangar de Cerrillos, era un viejo lugar ubicado en las dependencias del aeropuerto. Allí se practicaban torturas a toda hora, golpes, “ablandamiento” psicológico y físico, electricidad, privación de alimentos y colgamientos.
Si bien el Comando Conjunto nació para identificar y posteriormente eliminar a personas vinculadas al MIR, en estos lugares de detención se concentró un importante número de dirigentes comunistas que hasta el 11 de septiembre de 1973 intervenían las comunas del sur de Santiago.
Armando Mena, comunista hasta la actualidad, se desempeñaba hasta 1973 como secretario político en la comuna de La Cisterna. Fue arrestado el 2 de septiembre y hasta el 23 de octubre estuvo detenido en el Grupo 10 y Nido 20. Las secuelas del maltrato físico sufrido en aquellos días perduran hasta hoy. Los huesos de su espalda se separaron y hasta ahora la noche es una pesadilla. “Le cuesta dormir y apoyarse en ciertas posiciones”, relata su mujer, Victoria García. “Fui a distintas partes buscando respuestas. Me decían tranquilícese, le deben estar dando, así que mejor no se meta y dedíquese cuidar a sus crías”. Y efectivamente le estaban “dando”. Al igual que Lizana fue víctima de fuertes métodos de tortura, como la suspensión de su cuerpo en el aire amarrado de las muñecas con alambres o “esposas argentinas” –ejercían mayor presión-, azotamientos, “la parrilla”, como llamaban a la aplicación de electricidad en testículos, ano o lengua. Y él resistía. Con el cuerpo mojado. Atado a un cable eléctrico.
Ambos mencionan en sus relatos la perversa figura de Fuentes Morrison, uno de los líderes y más crueles torturadores de la organización militar. La del “traidor” Carol Flores, colega del partido que no resistió las amenazas y delató a decenas de personas, posteriormente mortificadas y asesinadas. Como Arsenio Leal o Miguel Rodríguez, el “Quila”, camaradas muertos en el Hangar de Cerrillos, dos de los caídos más simbólicos de este centro de martirio. “Sentí que lo tomaron y lo golpearon, e imagino que lo colgaron con un tecle, porque subían cadenas y se sentían los quejidos del compañero. De repente se terminó el llanto de Arsenio Leal, que fue fiel a sus principios hasta la muerte”, cuenta Lizana sobre su amigo.
 

Un recuerdo para el Bicentenario
 

La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos hace un tiempo incorporó a sus políticas otro objetivo. Luego de las consignas verdad o justicia de los años noventa, se sumó el concepto de recuperación de la memoria. “Así, como hoy se declaró a Nido 20 como monumento histórico, Londres 38 se va a transformar en un museo, y lo mismo ha pasado con la casa de José Domingo Cañas, Pisagua o Villa Grimaldi y el Parque por la Paz, hay lugares que deben quedar para que los chilenos puedan recordar lo que fue la dictadura o los terrenos que fueron utilizados como centro de tortura y exterminio. Para nosotros esos lugares forman parte de la historia, por lo tanto no debieran ser demolidos”, dice Viviana Díaz, presidenta de la Agrupación. Para ella, el Hangar de Cerrillos debe ser incluido en el proyecto Bicentenario, y dejar constancia ahí de lo ocurrido. “He tenido la posibilidad de conocer otro países y me doy cuenta que cuidan sus lugares históricos. El Aeropuerto de Cerrillos es sin duda parte importante de la historia de Chile y sinceramente pensé que no se iba a cerrar, por esta misma razón”.
Si bien ya existe claridad sobre lo sucedido en el caso gracias a la confesión que en 1984 hizo Andrés Valenzuela y la posterior inclusión de los hechos en el Informe Rettig y la Comisión Valech, ésta es sólo la primera parte de la misión cumplida.
Los familiares de las víctimas exigen que este lugar sea recordado a través del tiempo. Porque este territorio es una marca. Un testigo preferencial de un capítulo doloroso de la historia de Chile.

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